Cuando en los elencos encontramos una figura fulgurante entre actores de terceras líneas, suponemos que es un experimento o bien, un proyecto de la estrella en cuestión. Y en este caso las dos afirmaciones son correctas. Porque `El último paraíso' es un guiño (de los que ya casi no se hacen) a ese cine de posguerra que contaba la pobreza y las necesidades de los pueblos italianos; y porque junto al director y guionista Rocco Ricciardulli, aparece coescribiendo Riccardo Scamarcio, tal vez en la actualidad uno de los actores más importantes de Italia.
PUNTO DE QUIEBRE
El filme podría suponerse entre mágico y psicológico; sin embargo, está basado en hechos reales. Y lo que lo aleja por momento de la realidad tal vez sea la metafórica dirección. Sobre todo en la segunda hora, donde lo claro y lineal del argumento cede. En algunos espectadores podría ser letal; en otros, redobla la atención y el interés. Un punto de quiebre que cambia por completo la trama y vuelve a uno de los últimos paraísos en un pueblo chico y, por ende, un infierno grande.
`El último paraíso' muestra dos realidades, el abuso de los terratenientes frente a sus trabajadores y las ansias de los trabajadores idealistas de no resignar sus sueños. Y el punto de choque es entre Ciccio Paradiso (un preciso trabajo del siempre rendidor Riccardo Scamarcio), quien se revela frente a su patrón Schettino (Antonio Gerardi), que además es el padre de Bianca (Gaia Bermani Amaral), la mujer a la que ama y con la que engaña a su mujer Lucia (Valentina Cervi). Un Alberto Migré en pleno neorrealismo italiano.
Sin pasar por los cines y estrenada directamente en Netflix, `El último paraíso' es un gran trabajo italiano de dirección, actuación y fotografía. Una acuarela de aquellos tiempos, que en sus tópicos (abuso de poder, violencia, infidelidades, pobreza) tampoco difiere mucho de la actualidad. Y en el final, una perla musical que va directo al corazón de los argentinos.
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