Orden y paciencia

El gobierno libertario que encarna Javier Milei despierta ilusiones, alienta esperanzas. Aquellos argentinos que hace décadas claman contra la presión tributaria -adalides de “con la mía no”- saben que es ahora o nunca. Si La Libertad Avanza no elimina los impuestos distorsivos, tal como lo prometió en campaña, ¿quién podrá hacerlo?

En un movimiento rápido e inesperado el equipo económico avanzó en su primer año de forma brutal contra los excesos del gasto público. La estrategia le deparó obtener el tan ansiado superávit fiscal, que se ha convertido en un auténtico estandarte.

El equilibrio fiscal no se negocia. El desafío es cómo hacer para conservarlo, sobre todo en un año electoral donde la demanda por medidas expansivas está a la orden del día. La tentación de la política es grande pero Milei parece tener la disciplina de un guardia pretoriano.

Queda claro que ha logrado su objetivo, atado al cual viene la emisión cero y el desplome de la inflación, a partir de haber talado en un 27% los gastos primarios durante el 2024. La motosierra pasó por la obra pública, que se redujo en más del 90%; por las jubilaciones, que perdieron un 11%, y por los subsidios económicos, que cayeron 13%.

Dado el calibre del ajuste ejecutado el año pasado, los expertos consideran que en 2025 el Gobierno deberá apaciguar sus bríos y reorganizar la economía. La fase dos del plan debería ser, consideran algunos, comenzar a desmontar el entramado impositivo, tal lo prometido en las caravanas preelectorales.

El margen de maniobra, sin embargo, es escaso justamente porque la recaudación fiscal es clave para sostener el superávit. En la Casa Rosada la ecuación pasa por azuzar el crecimiento, recaudar vía impuestos vinculados a las ganancias y el consumo, y podar aquellos considerados distorsivos. El Gobierno dio el primer paso y en diciembre dio de baja el Impuesto País, que representó en 2024 un 1,1% del PBI. Hay voluntad, pero la realidad acecha.

La Argentina soñada, con mínima presión impositiva, requiere de un largo período de crecimiento y estabilidad, y de un sinceramiento del rol del Estado. También exige paciencia. “Con 9 años de crecimiento de la economía al 5% anual, y un gasto público que crezca al ritmo de la población, se podrían eliminar derechos de exportación, impuesto al cheque, ingresos brutos, sellos y la tasa de Seguridad e Higiene municipal”, asegura un documento del Instituto Argentino de Análisis Fiscal.

El informe agrega: “A la hora de discutir reformas tributarias, un aspecto clave es el de los recursos que involucren, concretamente si tienen costo fiscal o no. Dada un elevado nivel de evasión tributaria, es posible pensar en cambios tributarios que, mejorando el grado de competencia, logren sostener igual nivel de recaudación. Es decir, que este tipo de reformas pueden solucionar aspectos importantes como el de la competencia desleal, sin poner en riesgo el nivel de ingresos previo. Otro tipo de cambios tributarios son aquellos que pueden pensarse con todos los detalles posibles, financiando su costo fiscal con una baja proporcional del gasto público”.

Los escenarios proyectados son diversos y todos presentan el desafío, rara avis en la Argentina, de ser consecuentes con la disciplina y el orden fiscal. “Bajo el supuesto de crecimiento del 5% real anual, en el año 2034 el gasto consolidado sería de 25% del PBI, que es el objetivo del Pacto de Mayo. Este peso relativo del gasto público consolidado posibilitaría la eliminación gradual de tributos, llegando a ese año sin la existencia de derechos de exportación, impuesto al cheque, ingresos brutos, impuesto a los sellos y TISH municipal. Se requieren nueve años para lograr este objetivo, dada la regla fiscal planteada”.

Y culmina: “En los otros escenarios de crecimiento, del 3% y 4% anual, obviamente el espacio fiscal que se genera es menor. En el primer caso se requieren 18 años y en el segundo caso 12 años para la eliminación de los cinco tributos argentinos más distorsivos”.

Todos a bordo del mismo barco, la política de recorte del gasto público y alivio impositivo exige no sólo la férrea disciplina de la Nación sino también y sobre todo una réplica a nivel provincial y municipal.

Talar el gasto es clave pero también lo es la calidad del ajuste. En la semana, el economista Emmanuel Alvarez Agis sembró su idea del escenario actual. “La composición del ajuste está mal. Hubo empresarios que negrearon a sus trabajadores y el Gobierno los perdonó permitiéndoles blanquear el dinero. Pero a los trabajadores que no pueden jubilarse por no tener aportes les dice: No, moratoria jubilatoria no va a haber”.

Paciencia. Orden y paciencia.

ALTA TENSION

La semana estuvo signada desde el comienzo por el chisporroteo que generó el debate en torno al atraso cambiario. La discusión fue tal que el presidente Milei terminó por renegar de su viejo maestro, Domingo Cavallo, quien había osado subrayar que el dólar está demasiado barato.

La tensión creció y las consecuencias no tardaron en llegar para el otrora “mejor ministro de Economía de la historia”, título honorífico que Mingo recibió no hace tanto de manos de Javier Milei. Fue desacreditado en los medios y, además, a su hija Sonia le quitaron el cargo de embajadora argentina ante la Organización de Estados Americanos (OEA).

El cotilleo estuvo a la orden del día. Milei negó con énfasis que el Gobierno vaya a devaluar el peso para recuperar cierto equilibrio monetario y fustigó a los colegas economistas que argumentaban en disidencia. Todo un clásico del jefe de Estado.

El tema es arduo y requiere de un análisis profundo, que en este caso realiza el economista Martín Polo en la nota central del suplemento de Economía (ver aparte).

El dato de inflación publicado el jueves -2,2%- no hace más que confirmar que la férrea política cambiaria del gobierno no sufrirá modificaciones en el corto plazo a la luz del éxito que exhibe el proceso desinflacionario.

EMPLEO Y POBREZA

Un programa económico será exitoso sólo y sólo si genera empleo genuino. Los números macro de la planilla Excel que muestran la merma de la inflación o cierta reacción de la actividad económica no obrarán como bálsamo si la sociedad no tiene cómo ganarse el pan todos los días. Pero, sin embargo, son el principio de todo.

Las proyecciones de los especialistas para el 2025 subrayan que el crecimiento de la economía será segmentado, sectorial, heterogéneo. Mucho por el lado de la explotación de recursos naturales y exportación de commodities, y más bien poco en cuanto a industria pyme y consumo interno. El desequilibrio puede ser tóxico.

Hace un puñado de días el diario Página 12 publicó una nota donde recalca lo que hoy en día ocurre en Sudáfrica, país volcado por completo a la actividad extractiva. Produce el 70% del platino mundial, el 40% del paladio, el 80% del manganeso y es uno de los principales exportadores de oro, diamantes, cromo y carbón. Sin embargo, el desempleo alcanza al 33% de la población económicamente activa. Ojo con eso.

Hay que darle la derecha al gobierno en esto de que la inflación es el principal azote de la pobreza, donde las personas que la sufren no tienen el resto necesario para cubrirse de la escalada permanente de los precios. De allí que haber apaciguado los bríos inflacionarios deba leerse como un éxito.

El Balance Social 2024 publicado por la Universidad Católica Argentina recalca que en el tercer trimestre del año pasado, de acuerdo a estadísticas del Indec, las tasas de pobreza e indigencia habrían caído significativamente: a 38,3% y 9,2%, respectivamente. Es decir, más de 16 puntos menos de pobreza y de 11 puntos de indigencia.

“Este descenso representa un alivio social frente a la crisis previa, aunque los datos han sorprendido tanto a propios como a extraños. Si bien los resultados estadísticos muestran una tendencia real, cabe relativizarlos”, subraya el paper. Y agrega: “Hay razones para sostener que se está sobrestimando la caída de la pobreza en un contexto de cambios significativos en el sistema de precios que no se refleja en una mayor capacidad de consumo de los hogares pobres”.

Los empleados registrados, en cambio, parecen haber recuperado capacidad de compra en el último año. De acuerdo a las cifras oficiales, los sueldos crecieron 145,5%, contra un 117,8% de inflación. De este conglomerado, el crecimiento mensual en diciembre fue de 2,8% para el sector privado y de 1,7% en el público, motosierra mediante.

El dólar barato moldeará una Argentina que ya vivimos. Lubricará las importaciones y dificultará las exportaciones. De Milei depende que al final de su mandato la economía tenga galpones llenos de mercancía Made in China o máquinas en producción, con empleados trabajando.