Nuevo clásico del teatro argentino

"La mujer puerca" de Santiago Loza. Dirección: Lisandro Rodríguez. Escenografía y vestuario: José Escobar y Lisandro Rodríguez. Diseño de luces: Matías Sendón. Actúa: Valeria Lois. Elefante Club de Teatro (Guardia Vieja 4257). Jueves a las 20.30 y 22.15.


Ella viene a contarnos su triste historia pero lo hace apelando en primera instancia al humor. Y como suele ocurrir en todo gran relato, el drama aparece calando hondo aunque sin sobrepasar. Así es "La mujer puerca", una criatura que no la ha pasado nada bien en la vida.

Brillante en gran cantidad de aspectos, desde ciertas ópticas podrían señalarse algunos peros: es cierto que no cuenta con el nivel de experimentación más radical de otros trabajos, incluso del propio director Lisandro Rodríguez; tiene un texto previo detrás, que en gran medida parece ser respetado; ella está sentada casi todo el tiempo. Sin embargo, ninguno de estos elementos, decisiones acertadas para algunos y discutibles para otros, opacan los grandes y casi incontables logros de la obra.

Se trata de un monólogo que ahonda en las vísceras de una mujer que se expone de una manera brutal. Pero las palabras que utiliza no son abstractas, sino bien concretas: anécdotas familiares de un pasado de pueblo, nada idílico por cierto. La bella poética de Santiago Loza, aparentemente sencilla, entraña un verdadero desafío tanto para director como actriz.

Valeria Lois despliega, entonces, todo su enorme abanico de recursos y ofrece una actuación sencillamente "bestial". Lois es una fiera defendiendo a su personaje, consigue que la amemos y nos olvidemos de cualquier salvedad que podríamos hacer respecto de esta mujer entregada a un fervor religioso que le traería más de un problema.

Rodríguez, por su parte, apela a su enorme talento para acompañar a la actriz de una manera microscópica y toma acertadas decisiones en el espacio, los gestos y la dirección de movimientos que profundizan el gran texto. No por nada, a esta altura, "La mujer puerca" -estrenada en 2012- logró transformarse ya en un verdadero clásico del teatro argentino contemporáneo.

Calificación: Excelente.