EL PULSO DE LOS MERCADOS

Nubarrones en Wall Street; somníferos en Buenos Aires

La segunda semana de marzo trajo nubes en el horizonte de los mercados. El momento perfecto de comienzos de 2020 ha concluido. Se miran con recelos una serie de factores. A saber:

a) Aumentos de casos de la neumonía de Wuham con el consecuente cierre de actividades. Preocupan Estados Unidos, Europa y Brasil. La tercera ola del virus chino es ahora un factor de preocupación; los esteroides que hasta ahora equilibraban la balanza ya no parecen tan importantes. 

b) La economía de Estados Unidos, cuya vigorosa recuperación había insuflado optimismo a los inversores, encendió un par de luces amarillas. La primera tiene que ver con la inflación. Va a crecer, anticipó el presidente de la Reserva Federal. Los analistas no le creen a Jerome Powell cuando desestima cualquier incremento de la tasa de interés de aquí a 2023.

c) Es cierto que los tres indicadores principales de la Bolsa estadounidense se encuentran casi en máximos, pero esos datos han perdido consistencia. Hay menor volumen de negocios y se incrementan -suavemente pero aumentan al fin- las primas de seguros ante potenciales caídas. Suben los derivados pues tanto en precios como en volumen y también se ha elevado durante esta última semana el rendimiento del bono del Tesoro a diez años. Saltó de 1,40 a perforar la cota de 1,70, el máximo valor en catorce meses. Esta es una referencia fundamental para los mercados. Y genera un fly to quality. Es decir, activos de baja y regular calidad que estaban siendo premiados por el apetito al riesgo empiezan lentamente a ser vendidos en busca de refugios tradicionales. Veo, en consecuencia, correcciones en el horizonte, pero sin exagerar (de un 5 al 8%). 

En tanto, el oro se mantiene firme en torno a los 1.745 dólares. Vamos a otro movimiento alcista de mediano plazo hacia los u$s 2.000 después de la corrección que explicamos en artículos anteriores. Es decir, lo que le pasó al precio del metal precioso aún no le ha ocurrido a la cotización de las acciones estadounidenses. Pero va a venir.

El petróleo también ha aguantado bien el nuevo cimbronazo del virus chino. Opera en torno de los 64,5 dólares el barril. Sigo pensando que, a pesar de una esperada corrección hasta los u$s 58/59, tomará impulso hacia la zona de los u$s 75.

Las criptomonedas marchan con botas de siete leguas. Personalmente, en el corto plazo le tengo fe al bitcoin que opera en u$s 58.500. Espero el inevitable efecto serrucho pero este año -a mi juicio- va a pasar de los u$s 75 mil. Empresas de altísimo nivel exploran y organizan alternativas de inversión con el bitcoin; este es el combustible primordial de tan espectacular alza. Nadie se quiere quedar fuera. Y no sólo empresas, también países como Chile sopesan autorizar instrumentos regulados (ETF) que repliquen el movimiento de la cripto, para despejar el camino al dinero legal y seguro.

En el mercado argentino, vimos un intento de rebote alcista del dólar blue. Estamos, como todo lector puede constatar, en un momento crítico de la economía, pero ciertos somníferos aplicados desde el Estado hacen mover más lentamente a las variables fundamentales, como el tipo de cambio. El dólar libre a 145 pesos, según mi visión, no refleja el agujero en el que seguimos metidos. Debería estar, por lo menos, en $ 190/200. Es ridículo el aserto de que el valor actual puede compararse al de 2002; la situación actual -insisto- es más grave que la de época en que Duhalde se encaramó al poder.