El Vaticano informó que no encontró ningún impedimento (nihil obstat) para dar inicio a la causa de beatificación del coronel Argentino del Valle Larraburu, asesinado por le ERP en agosto de 1975 tras un año de cautiverio, durante el gobierno de María Estela Martínez de Perón.
El prefecto del Dicasterio para la Causa de los Santos, el cardenal italiano Marcelo Semerano, así lo informó por carta al delegado episcopal de la Causa de los Santos de la Conferencia Episcopal de Argentina, el obispo castrense monseñor Santiago Olivera, quien había solicitado esa confirmación.
“Examinado el asunto, me complace informar a Vuestra Excelencia que la Santa Sede confirma el nihil obstat. No habría ningún impedimento para dar inicio a la causa de beatificación y canonización del mencionado Siervo de Dios, de acuerdo con las ‘normas que deben observarse en las investigaciones hechas por los obispos en las causas de los santos’, publicadas el 7 de febrero de 1983 por el mismo departamento”, expresó Semerano, según la traducción del latín difundida por el obispado castrense.
El caso de Larrabure, quien era ingeniero químico, es emblemático. Secuestrado el domingo 11 de agosto de 1974 durante el ataque de unos 70 guerrilleros del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) a la Fábrica Militar de Pólvoras y Explosivos de Villa María, Córdoba, de la que era el subdirector, fue retenido más de un año en celdas subterráneas, primero en Córdoba y luego en Rosario. El 19 de agosto de 1975, cuando tenía 43 años, fue asesinado y su cuerpo arrojado a una zanja.
Fue un año de cautiverio en celdas de dimensiones mínimas y sin altura suficiente para ponerse de pie, privado de noticias sobre su familia porque los mensajes eran muy escasos, con torturas físicas y psicológicas.
Las torturas iban desde atarlo al camastro hasta pasajes de corriente eléctrica; desde el hambre (perdió 48 kilos) y las condiciones insalubres de encierro en un lugar húmedo y sin luz que agravaban su asma, hasta el estrangulamiento final, por no entregar la fórmula de los explosivos.
Monseñor Olivera llevó adelante la instrucción preliminar de la causa.
Esa fase incluyó “el acopio de testimonios, pedidos de apertura de la causa, la recopilación de la historia de su vida y su juicio personal de que había material y posibilidades para llevar adelante el proceso”, explica monseñor Olivera en una entrevista con La Prensa.
“Sobre todo vi que había una vida que podía ser presentada como modelo de entrega sin límites por amor a Dios y a los hermanos, y por plasmar el Evangelio en los consejos que daba por carta a la familia desde su cautiverio sobre el amor, el perdón y que no anidara el odio en ellos”, afirma el obispo.
Olivera destaca que antes de elevar su pregunta a la Santa Sede debió consultar, conforme a lo que establece el derecho canónico, a numerosos obispos, por ejemplo, del lugar donde murió, donde fue secuestrado, etc.
Ahora, con el “nihil obstat” del Vaticano, comenzará la fase diocesana del proceso. “El próximo paso es nombrar un tribunal, con un juez, con notarios, con peritos de historia, etc. En junio, calculo yo, comenzaremos con esa instancia diocesana, que consistirá en llamar a testigos, consultar a los peritos en historia, consultar archivos y documentación, para elaborar una ‘positio’”, comenta monseñor Olivera. “Eso incluirá una investigación sobre su vida y sobre cómo vivió las virtudes teologales y cardinales, pero fundamentalmente cómo las vivió en esta última etapa de su vida, en la que no rehúsa a ser fiel, no claudica, ante el doloroso pedido de sus secuestradores para que dé la fórmula de los explosivos a cambio de la libertad”, añade.
“Aspiramos a que la figura de Larrabure nos ayude a pensar en el presente en lo que él pedía a su familia: el amor y el perdón”, continúa. “Su vida es un sereno grito a la paz, a la reconciliación y la justicia”, concluyó.
En la entrevista con La Prensa, monseñor Olivera retoma una idea que manifestó en una carta a toda la comunidad que se difundió el sábado. Es el llamado a tomar conciencia de que “esta es una parte de nuestra historia que nos duele pero que no debe servir para seguir enfrentándonos sino para seguir el ejemplo de Larrabure, quien entre 1974 y 1975, bajo un gobierno democrático en el que se vivían turbulentos tiempos, y a pesar de sufrir todo lo que sufrió, sin que se respetaran sus derechos humanos, él invitaba al perdón. Esperamos que éste sea un servicio más a la patria y a la Iglesia de este siervo de Dios”.
Arturo Larrabure, hijo del coronel asesinado, comentó a La Prensa que están “muy emocionados” por la novedad. “Dios es justo”, dijo, enfático. “A veces la justicia terrenal no llega”, añadió, en alusión al recurso que planteó para que el caso de su padre sea reconocido como un crimen de lesa humanidad y que está en estudio en la Corte Suprema de la Nación. “Pero ante los ojos de Dios esto camina más rápido”, añadió. “Estamos muy contentos y esperanzados”, concluyó.