Murmullos descuidados

El tiempo lo juzgará. Algún día, cuando la historia eche luz sobre los años de la administración Milei tal vez nos hable de un presidente que revolucionó el país de una vez y para siempre. De un estadista que subvirtió la matriz estatal y transformó a la Argentina en una economía regida por las leyes del mercado. Pero por ahora esto es tan sólo una posibilidad.

El presente del Gobierno tiene el foco puesto en mantener el equilibrio fiscal logrado a golpe de motosierra y licuadora, y en bajar la inflación, que en junio se ubicó en el 4,6% mensual, acumulando 79,8% en el primer semestre. Sarcástico, el propio Milei dijo que primero lo criticaban porque no iba a llegar al dígito, y ahora que lo logró cuestionan su sustentabilidad.

Esa, por ahora, es la pelea. Ni siquiera pensar en quitar el cepo cambiario, que representa un auténtico repelente para las inversiones externas. La lógica es sencilla: nadie traerá dólares si después no tendrá la posibilidad de retirarlos. Así que si el levantamiento de las restricciones cambiarias es un objetivo difuso en el horizonte, de la prometida dolarización ni siquiera se habla.

El escenario es claro y el mensaje también. El presidente Milei aprovecha cada oportunidad para explicarlo, aunque a veces resulte soporífero. La última ocasión tuvo lugar el pasado miércoles durante la ceremonia por el 170 aniversario de la Bolsa de Comercio de Buenos Aires. Allí, Milei hizo de las suyas.

Dueño de la errónea premisa que asegura que los inversores bursátiles son doctores en economía y no seres sagaces, con olfato para los negocios y el instinto de conservación del animal salvaje que los impulsa a la reacción inmediata, Milei se dedicó a dar una clase como si estuviera en Harvard o Princeton.

Los cientos de personas que se acercaron a escucharlo -socios de la entidad e invitados especiales- fueron a buscar promesas: que bajará la inflación, que recortará la presión impositiva, que habrá seguridad jurídica, que liberará el mercado cambiario. Encontraron, por el contrario, algo muy distinto.

El jefe de Estado se embarcó en un discurso de una hora en el cual abundaron las citas a teorías económicas, los elogios y diatribas hacia estudiosos de la materia; habló de curvas, de oferta y demanda, de N -1 y ecuaciones raras. Le brillaban los ojos, derramaba ironía en cada lacerante comentario descalificador hacia sus colegas economistas. 

A los 15 minutos comenzó el murmullo. Un ruido apagado pero creciente que empezó a circular por los diversos sectores del salón. A algún empresario sentado en la primera fila se lo vio dormido. La transmisión oficial se encargó de quitarlo rápidamente de la pantalla. Poco después, de la mitad del auditorio hacia atrás el encuentro se volvió un cóctel. Las personas hablaban entre ellas, sonrientes, despreocupadas. Otros, aburridos, miraban el teléfono celular. Simplemente dejaron de escucharlo.

Milei, mientras tanto, citaba al Zorro, considerado nuevo héroe libertario, y seguía con su alocución como si no advirtiera que se había quedado solo. Poco le importaba el asunto. Hablaba para él, fanático del purismo de una doctrina económica que no registra aplicación práctica en ningún lugar del mundo.

El tiempo es veloz. Atrás había quedado ya el desfile militar del Día de la Independencia, su foto montado en un tanque de guerra, los gestos eufóricos. Parado otra vez en el terreno de la economía, ese barro que él tanto conoce y disfruta, dedicó algunos minutos a elogiar las buenas artes del ministro de Economía, Luis Caputo, el otrora Messi de las finanzas, ahora considerado “un gigante” de la macro.

TRANSFORMATOR

Aunque con escaso respaldo parlamentario, el Gobierno se las ingenió para sancionar la Ley Bases, que emparchada y todo refleja el espíritu renovador de las fuerzas libertarias. El segundo paso en pos de profundizar las políticas de cambio fue designar a Federico Sturzenegger al frente del flamante Ministerio de Desregulación y Transformación de la Nación.

Se trata del regreso de Sturzenegger a la función pública tras su frustrado paso como presidente del Banco Central durante la gestión Macri. Federico -bien podría llamarse Arnold- retorna ahora como Transformator, el encargado de acelerar los cambios en una Argentina que lleva la marca del Estado en el orillo.

Transformator deberá velar por la ejecución de los 10 puntos básicos firmados por el presidente Milei y algunos gobernadores en el Pacto de Mayo. Estos son: la inviolabilidad de la propiedad privada; el equilibrio fiscal; congelar el gasto público en 25 puntos PBI; impulsar la reforma tributaria; rediscutir la coparticipación; impulsar la explotación recursos naturales; lanzar las reformas laboral y previsional; y estimular la apertura al comercio internacional.

La agenda no es poca cosa. Por ahora el enorme respaldo popular que conserva el Gobierno le permite soñar con profundos cambios en la matriz social y económica. La pregunta es hasta dónde cala el mensaje libertario. O, lo que es igual, si no se trata sólo de un fenómeno pasajero fruto del hartazgo de la sociedad para con las ideas tradicionales.

En todo caso, si la estrategia es sumar legisladores en las próximas elecciones, deberá hilvanar palpables éxitos económicos y también dejar de hablarse a sí mismo en cada discurso. El Gobierno ya está lanzado al 2025, consideran los analistas políticos, aunque recién lleva siete meses de gestión.

RAPIDO Y FURIOSO

Es verdad que casi nadie creía que en apenas medio año el Gobierno avanzaría en el recorte del gasto público hasta alcanzar el superávit fiscal, ni que bajaría la inflación hasta un dígito. A diferencia de la administración de Alberto Fernández, ahora existe la certeza de que algo está en marcha. Bueno o malo, lo sabremos.

El equipo económico se movió con una rapidez inusitada, sin contemplaciones. Detrás de los tempranos logros quedan los escombros. La actividad productiva está paralizada y ya hay señales claras del aumento del desempleo.

La economía no volverá a crecer en breve y, cuando lo haga, será una recuperación paulatina. Más parecida a una J inclinada que a una V o una U.

Todavía estamos caminando por el desierto. Hay que pagar el precio del reordenamiento y la moneda es la recesión. En uno de sus últimos informes, la Cámara Argentina de Comercio y Servicios (CAC) señaló que en junio la venta ilegal callejera aumentó 1,8% interanual.

Además, la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME) marcó la caída de casi el 30% en las ventas minoristas durante el sexto mes del año.

El Plan Milei pasa factura. Según un documento elaborado por la Universidad Católica Argentina (UCA) el ingreso de los ocupados cayó 18,3% en el primer trimestre de 2024 con respecto al primer trimestre de 2023, mientras que el de los asalariados retrocedió un 19,7%. 

“En el segmento de los ocupados, el estrato más pobre perdió 24,4% en el período; el medio, 23,1%, y el alto, 12,2%. Entre los asalariados, la dinámica es similar: el estrato más bajo vio un retroceso en sus ingresos de 24,9%; mientras que el medio, 22,6% y el alto, 15,1%”, recalca el informe.

Tanto los ingresos de los ocupados como el de los asalariados perdieron, en promedio, alrededor de un 20% real en el primer trimestre del año frente al tercero de 2023. 

En este contexto, el análisis comparado de las tasas de indigencia y de pobreza estimadas con base en los datos provenientes del informe de distribución del ingreso y de las bases de datos de la Encuesta Permanente de Hogares del Indec, dan cuenta del aumento significativo de ambos índices: de 8,9% a 19,8% y de 38,8% a 54,6%, respectivamente.

“Esto implica la existencia al 1° trimestre del año de más de 23 millones de pobres, entre los cuales habría más de 8,4 millones de indigentes”, enfatiza el paper.

Para muchos de estos hogares “las únicas fuentes de compensación durante el período –aunque parciales e insuficientes- fueron las transferencias sociales a los segmentos inferiores de la estructura social de la asignación universal por hijo, la tarjeta alimentar y otras asistencias). Sin embargo, ellas sólo representan hoy el 50% de la Canasta Básica Alimentaria (CBA) y el 25% de la Canasta Básica Total (CBT)”.

El gran desafío del gobierno es encontrar armonía entre el recorte del gasto público y el impacto social de la acción, a sabiendas de que el apoyo popular es inestable, volátil, perecedero. No se puede podar el rosal con una motosierra.