Muriel Spark, sin receta fácil

La novelista desplegó su talento inusual en "Muy lejos de kensington". En el libro aparece el personaje paradigmático de la señora Hawkins, una suerte de otro yo de la autora fallecida en 2006. La complejidad de la trama está puesta al servicio de un fascinante ejercicio literario.

En "Muy lejos de Kensington", la novelista inglesa Muriel Spark logra componer un personaje que concentra una vida sin pretensiones, la habilidad para la edición de libros complejos y un saber hacer que le permite aconsejar a sus compañeras y amigas de pensión sobre asuntos cotidianos y difíciles de resolver como chantajes e insomnios. 
 
El libro, publicado por el sello La Bestia Equilátera, continúa con la política de recuperación de las obras inhallables de la narradora, fallecida en 2006, en traducciones nuevas, al igual que la publicación de algunos textos que permanecían inéditos. 
 
VIVIR EN AFRICA
 
Spark nació en Edimburgo (Escocia) en 1918; recién casada, se radicó en Rodesia -actual Zimbabwe- donde tuvo un hijo. De regreso a Gran Bretaña, trabajó para el Foreign Office durante la Segunda Guerra Mundial. Sus ocupaciones en esos años turbios resultaron una cantera de anécdotas. 
 
Publicó, entre otros libros, "Memento mori", "La plenitud de la señora Brodie", "La abadesa de Crewe", "La balada de Peckam Rye", "Los encubridores", "La intromisión" y "The Finishing School", de 2004, que resultó su última novela. 
 
En "Muy lejos...", el personaje central es la señora Hawkins (alter ego de Spark), insomne, editora y especialista en levantar la autoestima de los desesperados que suelen habitar la pensión donde vive, con saberes cotidianos, prácticos y efectivos, sin ceder jamás al lugar común. 
 
La acción está centrada en una suerte de parador de los que florecieron en Londres después de la guerra. La señora Hawkins es gorda, robusta, de musculatura fuerte y viuda que ha sabido recuperarse y poner un norte a su vida con su trabajo. 
 
UNA IMAGINERIA
 
El hallazgo de Spark acaso sea saber que el encanto, la gracia y la suerte de altruismo que practica la protagonista, sería imposible si no se desplegara en esa casa de solitarios que terminan por componer una suerte de familia, cada uno con sus particularidades, descriptas con una imaginería notoria. 
 
Y también las observaciones sobre su trabajo: "Una gran parte del trabajo de un director editorial consiste en rechazar. Quizá un noventa por ciento". 
 
"En aquellos tiempos al menos, no solo era cuestión de rechazar manuscritos, sino también esas ideas que parecen entrar en mi despacho todos los días en forma de hombres y mujeres pensativos que hablaban con juiciosas expresiones faciales de conceptos mutilados".
 
Esos "conceptos mutilados" refieren al dualismo maniqueo que la señora Hawkins detesta: "Esta cháchara la aplicaban al arte, la literatura y la vida, con el resultado de que las privaban de toda alegría e ingenio y de los placeres de la curiosidad". 
 
MUNDO EDITORIAL
 
Spark describe el mundo editorial inglés de los 50, replicado en las distintas taras que detecta entre sus colegas de pensión, asolados por el fantasma de la soledad pero soportando, después de la guerra, con un estoicismo que podría leerse como alegría genuina. 
 
La señora Hawkins es insomne. Paradójicamente, aunque no disfruta de su condición, tampoco la padece: trata de aprovecharla, leyendo, pensando y asistiendo a alguno de los "freaks" que saturan esa pensión. 
 
Es privilegiado el lazo que establece con una polaca, Wanda Podolak, que en algún momento empieza a recibir cartas anónimas bajo formato de chantaje, acusándola de no pagar los impuestos al servicio de Su Majestad. 
 
Aterrorizada e imaginándose amenazada de deportación a su patria, acude a los placebos milagrosos de la señora Hawkins, que la sacará del atolladero dando una lección al lector (como Spark) de economía narrativa, y (como su personaje) de cierto saber nunca intoxicado de la brujería y del miedo humano, demasiado humano.