Milei, un cruzado contra la inflación
Los problemas que tenemos en el país no se solucionan sólo con un cambio de gobierno, sobre todo en el ámbito de la economía se necesita una gran transformación. Le pedimos mediante el voto al presidente Milei, el más difícil: terminar con la inflación.
Nos prometió hacerlo y a ello está dedicando su mayor esfuerzo. Es el peso que está quitando a los argentinos, quienes están realizando un enorme sacrificio para que ello suceda lo antes posible. La receta es única: cambiar el sistema perverso que tuvimos por otro que garantice el camino hacia la libertad económica. No hacerlo nos llevaría a la autodestrucción.
El Gobierno tiene una gran contra: poca representación en el Congreso. Allí un sector de la oposición intenta retardar el esfuerzo nacional, y otro insiste en que los problemas deben solucionarse de la noche a la mañana, sin comprender que un cambio radical como el que propuso el Gobierno no hace posible soluciones inmediatas.
Los controles, trabas e interferencias que impusieron las anteriores administraciones kirchneristas aún impiden que rápidamente se pongan en funcionamiento las soluciones. Primero hay que desmantelar el sistema. Pero es cierto, también la importancia del factor tiempo para el Gobierno, la solución y el camino a seguir están en relación con el más corto y que menor tiempo requiera. De ello dependerá que Milei pueda aspirar al apoyo de la gente y a una reelección.
Conviene adelantar en el tiempo el periodo mínimo para hacer sentir a la gente los beneficios y resultados de las medidas que se van adoptando, de lo contrario la presión y las necesidades económicas no solo le restará apoyo, sino que crearán un clima peligrosamente perturbador. El Gobierno no debe perder un minuto, ya dio el diagnóstico de la situación del país y explicó el remedio. Los argentinos lo entendieron, salvo quienes supeditan el país, su presente y futuro, al mezquino interés de su círculo de amigos o aquellos movidos por intereses personales.
EL CONGRESO
En el Congreso se ve de cuerpo entero la expresión más acabada de la demagogia. A la mayoría no le importan las cuestiones de fondo. Los diputados y senadores kirchneristas y otros de diferentes fuerzas políticas agravan la situación sin el menor escrúpulo, ambicionan mantener al país en el atraso y la corrupción.
La oposición dialoguista debería ayudar en vez de colaborar con quienes quieren poner palos en la rueda embarcándose en oscuras alianzas con el objetivo de desmoronar o entorpecer las medidas del Gobierno. Si este fracasa, al actuar de esa manera también serán responsables como cómplices o espectadores tolerantes por no ayudar a mejorar la vida de los argentinos.
La oposición debería cumplir con sus funciones de contrapeso y equilibrio pero en un momento tan difícil, no dificultar la labor que se está haciendo. En el Congreso se debería ayudar a la conducción del país mediante el esclarecimiento de la opinión pública.
Condición sine qua non en esta etapa es saber esperar el esfuerzo que está haciendo el gobierno por cambiar el sistema no se cumple en una sola etapa. Deben tratar conjuntamente de salvar al país tratando de hacer lo mejor por salir adelante: será posible si en esa institución vuelve el respeto, sin que nada escape a su análisis pero llevado a cabo con nivel y responsabilidad, alejando la demagogia electoralista o proselitista.
Ninguno de sus miembros debería dejar en el tintero si quieren hacer caso al mandato principal de la gente, batallar contra la inflación, lo siguiente: siempre es causada por el crecimiento espurio de la cantidad de moneda. Votar más gasto público u oponerse a disminuirlo, es insensato.
Por otra parte, no basta con que la oposición sea responsable y útil al país, es necesario que el presidente y su equipo sepan escuchar. Si bien a la gente le gusta ver que se gobierna con convicción y energía, es imperioso que aprendan a aguzar el oído.
No se les pide que cedan posiciones pero sí que analicen, estudien, comparen y respondan a las propuestas y críticas de la oposición, corrigiendo si es necesario, sin que el agravio o la descalificación sean moneda corriente.
Oposición y Gobierno deben permitir a la sociedad juzgar y valorar las razones de una parte y los argumentos de la otra. El jefe de gabinete, Guillermo Francos, es un ejemplo a seguir. Si se elige el insulto es porque el oponente no puede alcanzar un nivel más alto.
La marcha de la economía dependerá exclusivamente de la política que siga el Gobierno. No podrán resolverse los problemas con medidas parciales sino con medidas profundas, estructurales, sin vacilaciones, de forma drástica.
Ir hacia delante sin perder tiempo y sin hacer caso a quienes pretenden soluciones improvisadas o fantasiosas, ir decididamente hacia la economía de mercado. La política antiinflacionaria debe estar acompañada, no solo con medidas de contención, sino con una autentica política de expansión o seguiremos enfrentando un fuerte proceso recesivo acompañado de desocupación.
El país necesita y exige acrecentar sustancialmente su capacidad exportadora e impulsar la producción interna de los recursos básicos que existen. Dar a nuestra industria una base firme, no endeble como la de hoy, basada en el comercio exterior y supeditada a las divisas que el campo pueda producir.
El campo ha sido la principal víctima de la demagogia política, del intervencionismo estatal. La economía argentina sigue descansando en gran parte sobre lo que produce el sector agropecuario. El esfuerzo más grande ha recaído durante décadas sobre este sector, ello deberá ser corregido por una mejor orientación: la diversificación de los mercados y la celosa defensa de los valores de exportación.
Se debe asegurar la libertad de comercio, única forma de producir la expansión de todas nuestras actividades económicas. Hay que convencer mediante medidas adecuadas a inversores y capitalistas.
DEBATE
Estamos desde hace siete meses ante una difícil encrucijada, es evidente que debemos rectificar el rumbo; sin embargo se discute todavía, a pesar de tantos fracasos, en función de liberalismo o socialismo.
A principios del siglo XX se evolucionó y progresó enormemente en base de ideas liberales. Más tarde el impulso fue decayendo y suplantado por formas de corte nacionalista, estatizante, intervencionista y dirigista, derrotadas en la praxis en todo el mundo, rompiendo la coherencia entre el pensamiento político y económico que existe en el sistema liberal.
Debemos ayudar a que se cambie el rumbo perverso que nos empobreció, pero sin olvidarlo para no regresar al mismo y poder superarlo.
La partida que quiere ganar el Gobierno no es para unos o para otros, sino para todos los argentinos. Es así porque el rumbo que ha tomado va en esa dirección: el que cada uno pueda realizar su propio destino con muchas menos dificultades. Su acción se va acercando a sus verdaderas funciones: proteger por igual la vida, la propiedad y la libertad de los argentinos para que puedan poner a prueba sus ideas en un mercado de libre competencia.
No está discutiendo caprichos o deseos sino problemas nacionales que hacen a la vida, al desarrollo y al vigor de la Argentina. ¡No deberíamos desechar esta gran oportunidad!
* Miembro de Número de la Academia Argentina de la Historia. Miembro del Instituto de Economía de la Academia de Ciencias Morales y Políticas. Premio a la Libertad 2013 (Fundación Atlas). Autora de El Crepúsculo Argentino (Ed. Lumiere, 2006).