Mirador político

Milei también se tiene que ajustar

Si como se prevé, el Congreso cierra mañana el extenso trámite de los proyectos de Ley Bases y de reforma tributaria, el presidente Javier Milei ingresará a su segundo semestre de gestión con un panorama distinto al que encontró en diciembre. Ese escenario reclama nuevas metas, nuevas estrategias y ajustes al equipo de gestión.

La primera meta que alcanzó y que lo sostiene políticamente fue la de evitar una corrida contra el peso y un estallido hiperinflacionario. Ahora, los problemas más acuciantes son otros: la caída de la actividad económica y el aumento del desempleo. Pero se equivocaría si relajase las políticas antiinflacionarias para combatir la recesión. La depreciación del peso es un proceso que bajó de velocidad, pero que ante cualquier desequilibrio fiscal puede pisar el acelerador.

Si la estrategia de shock fiscal y monetario lo trajo hasta aquí, debería apegarse a ella. Está en un momento tanto o más crucial que en diciembre. Es por lo tanto correcto el mensaje de que defenderá férreamente las políticas del ministro de Economía.

En la batalla económica pelea solo. No puede esperar nada de un sector empresario que es estructuralmente prebendario después de décadas de proteccionismo y “capitalismo de amigos”. La apuesta de los hombres de negocios es a los políticos tradicionales por razones que quedaron claras en un reciente fallo que consideró “aportes de campaña” y no coimas el dinero con que lubrican la obtención de obras públicas. Son los mismos que se agarran la cabeza y dicen que hoy la “situación es gravísima”.

Tampoco puede esperar nada del Congreso, que no funciona como un contrapeso del Ejecutivo, sino abiertamente como un poder obstruccionista. Es el último garante del “statu quo” y se ha convertido en un factor tóxico para la economía. Diputados y senadores sacan y ponen alegremente artículos en las leyes por presiones sectoriales, los bloques de un mismo partido votan una cosa en una cámara y otra en otra cámara, cortan y añaden como sastres enloquecidos. Todo con la excusa del consenso.

Pero si necesita consenso, Milei debería buscarlo entre los aliados involuntarios que la crisis le otorgó: los gobernadores, que gestionan y comparten con él la responsabilidad de pagar sueldos a fin de mes. La gobernabilidad y el pragmatismo deberían ser de aquí en más los ejes de cualquier alianza circunstancial, no presuntas afinidades ideológicas que carecen de valor.

En la nueva etapa, el Presidente debe también identificar correctamente a sus principales adversarios corporativos: los sindicatos, parte de la Iglesia y de los medios. Se mueven con una lógica distinta a los de la dirigencia partidaria porque no pasan por las urnas. Tampoco tienen amigos o enemigos permanentes, sino intereses permanentes. Eso es algo que el peronismo entendió hace 80 años y que todavía usufructúa.

En suma, lo que tiene por delante no es una batalla cultural, sino una gestión económica complicada que requiere retoques políticos para no perder el terreno ganado en los últimos seis meses.