El análisis del día

Mientras la economía se defiende, la prioridad pasa a ser la política

De la seguidilla de satisfacciones que le han alegrado la vida en las últimas semanas, es posible que Javier Milei destaque una, aparentemente menor: el crédito que empiezan a extenderle -a veces con reticencia, otras con mucha franqueza- distinguidos economistas del medio, algunos de los cuales lo habían cuestionado enérgicamente en los primeros meses de su gestión.
Un caso es el de Marina Dal Poggetto, cuyo enfoque perturbaba tanto al Presidente que uno de sus alfiles técnicos la acusó públicamente de hacer “análisis malintencionados para tapar errores de diagnóstico”. Milei la incluía obviamente en el colectivo de colegas críticos que bautizó “econochantas”.
Esta semana Dal Poggetto admitió en una entrevista que “de corto plazo, el esquema (de Milei) está funcionando” que y “parte de las cosas que se están haciendo había que hacer las”. La analista destacó que la política del presidente consiguió consolidar la política fiscal, reducir la inflación y estabilizar el mercado cambiario: “El Gobierno -dijo- manejó la consolidación fiscal a través de una rápida licuación del gasto público, provocada por la inflación derivada del cambio de precios relativos y la devaluación inicial”.
Casi como argumento de la revisión de pronósticos anteriores, destacó que la política económica fue, en la práctica, “mucho más pragmática” que lo anticipado durante la campaña presidencial (…) y que logró reducir el gasto en casi 5 puntos del PBI; después se puede discutir cómo se distribuyen los costos del ajuste y la sostenibilidad del esquema”.
Sobre este último punto, Dal Poggetto se preguntó “si esto es un cambio de régimen o simplemente un trade muy jugoso” y objetó que “para que sea un cambio real, se necesita continuidad en la política económica, y no estoy segura de que eso sea lo que ocurra”. Trató de compensar así el repliegue de las constataciones con las dudas de una conjetura. Milei seguramente lo tomó como una autocrítica disimulada.

ELOGIOS Y ALERTAS
El reconocimiento de Gabriel Rubinstein fue muy amplio y espontáneo. Lo manifestó entrevistado por Ezequiel Burgo, de Clarín.
Además del prestigio profesional que acredita Rubinstein, su juicio tiene un valor suplementario: él fue el piloto técnico de la gestión de Sergio Massa en el Palacio de Hacienda.
“Milei es, de todos los presidentes, el que más se convenció del equilibrio fiscal -elogia Rubinstein-. Todos los candidatos más o menos decían que había que ir por ahí, punto más o punto menos, incluso con otra composición en el ajuste..., había que bajar el déficit fiscal y Milei hizo el ajuste de una. Ha sido gratamente llamativa su movida. Milei cuanto más ajusta mejor se siente y eso facilita la tarea de Luis Caputo. Eso alinea a toda la tropa y es un mensaje muy potente”.
Rubinstein ve un panorama auspicioso, con salarios creciendo entre 3 y 6 por ciento anual, con la tasa de riesgo país cayendo (“Creo que llegará a 600 puntos básicos rápido pero si las cosas van bien bien llegará a 300 puntos. Y quizá no ahora, pero si Argentina crece y tiene siempre superávit fiscal el riesgo país bajará de 300”). Tampoco ve un piso para la inflación (“La inflación a esta altura de la Convertibilidad era 1 por ciento. No hay ninguna razón para que sea más de 1 por ciento. Tuvimos dos modelos exitosos de baja inflación que fueron la Convertibilidad y a la salida del 1 a 1 cuando quedó en 5 por ciento anual. ¿Por qué no podemos lograr ahora eso si lo hicimos con dos modelos diferentes y con dos visiones distintas, un más liberal y otra más estatista?”).
Para Rubinstein los riesgos de la estrategia económica de Milei no son de orden técnico, sino político. “El esquema económico actual -reflexiona- convive con la fragilidad política del país y no blinda a la economía de dos shocks: el político y el externo (…) El shock es un cambio súbito en el humor y en las expectativas de los mercados donde la gente quiere más dólares y menos pesos. Importa un rábano que la situación fiscal esté en equilibrio”.
Da un ejemplo de política interna: "Si gana Cristina se va todo al demonio. Si pierde Milei en 2025 o al Gobierno se le escape la situación política de las manos, sería un shock para este modelo que no está blindado".
El shock también podría tener motores externos: “Si el real se devalúa fuerte por las políticas de Donald Trump o caen las commodities de repente”.
Rubinstein dijo estas cosas una semana atrás. Este último miércoles el real volvió a devaluarse. La moneda brasilera flota, mientras la Argentina se mantiene relativamente fija, atada a una especie de tablita de pequeñas devaluaciones mensuales prefijadas (crawling peg), que viene siendo de 2 por ciento y el gobierno piensa reducir a 1 por ciento. Cuando el real se devalúa más marcadamente que la moneda argentina (en los últimos tres meses se devaluó algo más del 12 por ciento) las exportaciones argentinas se encarecen comparadas con las de Brasil y tiende a desalentarse la demanda brasilera de productos argentinos. Brasil es nuestro primer cliente, además de ser el socio principal del Mercosur.

MOTOSIERRA Y POLARIZACION
Pero el foco principal del análisis de Rubinstein sobre los riesgos de shock está en la política. Por ello no es casual que Milei últimamente se involucre personalmente en mayor medida que antes en decisiones de orden político, desde el disciplinamiento interno de su fuerza y de su gobierno (pase de factura a la vicepresidenta, cese de Mondino en la Cancillería, respaldo a la construcción partidaria que lidera su hermana Karina; toma de distancia en relación con El Vaticano, para obstruir la posible visita del Papa a la Argentina, etc.).
La motosierra que funcionó en primera instancia en relación con el presupuesto estatal, se aplica ahora a las ramificaciones indeseadas de la fuerza política libertaria y diseñar escenarios presuntamente favorables. Y así como el objetivo principal de la primera etapa fue ganar la batalla contra la inflación, ahora el blanco es consolidar la presencia institucional y política a través de la elección de medio término de 2025.
En esa coreografía, Milei quiere estimular la polarización con la fuerza que encarna Cristina Kirchner, y de ser posible, con ella misma como candidata principal. Está convencido de que ese ordenamiento lo beneficia en varios sentidos: el rechazo que según las encuestas despierta la señora de Kirchner beneficia a quienes la enfrenten; de paso, la presencia de ella al frente del Justicialismo bloquea los procesos de renovación con los que el peronismo suele cambiar periódicamente su piel y revitalizarse. La condición de polo alternativo al kirchnerismo refuerza, según la estrategia de Milei, la fuerza centrípeto que empuja hacia el oficialismo libertario a la mayor parte de los segmentos electorales que se encuadraban en Juntos por el Cambio, en primer lugar, el PRO, que ya inició ese movimiento a través de Patricia Bullrich.
Desde el macrismo se interpretan estos despliegues tácticos como maniobras de colusión del oficialismo con el kirchnerismo. Adjudican a ese designio el desinterés libertario por aprobar el proyecto de “Ficha Limpia”, pensado para impedir que la señora de Kirchner (en términos algebraicos “los corruptos condenados por la Justicia”) pueda ser candidata a cargos electivos. En rigor, se trata de un ejercicio probablemente destinado al fracaaso, pues aunque fuese aprobado por la Cámara de Diputados, seguramenete rebotaría en el Senado.
Pero, más allá de ese cálculo, la jugada de Milei parece más ambiciosa que lo que imaginan sus críticos liberales: está peleando por una hegemonía inequívoca, tarea que requiere satelizar a quienes, como aliados, compiten con su dirección.
La señora de Kirchner se beneficia por ahora con esta concepción del Gobierno, que la lleva al escenario como contrafigura. La dialéctica de la realidad la ubica como protagonista circunstancial del desafío.
La señora preside el Partido Justicialista, mientras los peronistas históricos debaten cómo hacer para recuperar su movimiento, que consideran ocupado por sectores que responden a otra matriz ideológica. El último miércoles hubo un ensayo en ese sentido en la Capital, al que aportaron representantes de 19 provincias, convocados por ex gobernadores, diputados, dirigentes sindicales, intendentes y hasta un expresidente. Invocan la justicia social y apoyan la economía de mercado (“pero no la sociedad de mercado”).
Piensan competir en las legislativas, “aliados a otras fuerzas populares” pero reivindicando su estirpe peronista, lejos de libertarios y kirchneristas. Como otros sectores que defienden su propia identidad, tendrán que resistir la lógica de la polarización. De los laberintos se sale por arriba.