Memorias del Dr. Lin Zhisui: la muerte de Mao Tse Tung , el gran timonel
“¿Quiénes son tus enemigos? ¿Quiénes son tus amigos? Esa es la pregunta más importante de una revolución”, sostenía Mao Tse-Tung (1893-1976).
La vida de este biotecnólogo (tal su título universitario) puede resumirse en esta búsqueda que implicaba una división del mundo, entre amigos y enemigos, con el inconveniente que, al pasar del tiempo y las intrigas del poder, muchos amigos se convirtieron en enemigos y pocos de estos últimos volvieron a gozar de su amistad, aunque sí de una lealtad forzada e inspirada más en el miedo que en la convicción.
Esta escisión (o “grieta”, como nos gusta llamarla) persistió después de su muerte. Para muchos, Mao fue el Gran Timonel, el arquitecto de una nueva China, el padre de la patria y el líder de la Revolución proletaria. Para otros, fue un tirano, un déspota ilustrado con veleidades literarias y filosóficas, un autócrata sanguinario o un genocida. La elección queda en manos del lector y sus perspectivas políticas, pero cada día que pasa, más se cuestionan sus decisiones, su doctrina y sobre todo sus métodos sanguinarios.
Vale aclarar que desde 1949, cuando terminó la Guerra Civil, Mao recibió una China donde solo el 15% sabía leer y escribir. En 1982, esa tasa había subido al 65%. El PBI per cápita en ese periodo subió más del 100%, hecho que demuestra el progreso del pueblo chino.
Naturalmente surge la pregunta: ¿a qué costo? Algunas fuentes le achacan la muerte directa o indirectamente de 70.000.000 de personas, a causa de guerras civiles, enfrentamientos con su antiguo aliado, Chiang Kai-shek, medidas económicas desacertadas que crearon hambrunas en toda China, por las muertes durante la Larga Marcha en 1934, por los combates contra el invasor japones (desde 1935 a 1945), por la Guerra de Corea, la invasión al Tíbet, y por cuestiones ideológicas durante el gobierno de la República Popular, como el llamado Gran Salto Adelante… La suya fue una larga historia sembrada de violencia. Mao mismo reconoció en 1955 que su campaña para frenar la contra revolución del movimiento Sufan causó 53.000 muertos.
Mientras que llevaba esta intensa campaña político-militar, poco se sabía de su vida personal, hasta que, después de su muerte, su médico, el doctor Li Zhisui, publicó “La vida privada del presidente Mao”.
Li Zhisui (1913-1995) fue su profesional y confidente desde 1954 hasta su muerte en 1976. Cómo medico se había formado en una escuela de medicina norteamericana en Suzhou. En su tarea asistencial lo acompañó a Mao en su viaje al Kremlin en 1957 y por distintos lugares de China que recorría en un cómodo vagón acondicionado especialmente para el jerarca y su comitiva.
Mao era un fumador empedernido, adicto a los hipotónicos, de hábitos poco higiénicos (debían recordarle que era su obligación bañarse) y de un enorme apetito sexual que saciaba con incontables doncellas.
Su primera esposa, He Zizhen, se dice que fue enviada a un “manicomio” en Moscú. En 1939, Mao se casó con una actriz llamada Jiang Qing (1914-1991), quien formó parte del Politburó del Partido Comunista de China, y se convirtió en una de las personas más poderosas del país. Como parte de la Banda de los Cuatro, fue responsable de la Revolución Cultural en los últimos años del gobierno de su esposo, cuyo objetivo era eliminar los restos de elementos capitalistas y tradicionales de la sociedad china en el marco del Gran Salto Adelante.
Este hombre, que durante décadas gobernó con mano de hierro a casi la cuarta parte de la población mundial, desplegó un culto hacia su persona de forma profusa y extravagante, exacerbada por la obsecuencia (y terror) de sus más cercanos colaboradores. Su “Libro Rojo”, una recopilación de citas y discursos, se convirtió en texto obligatorio y el texto más publicado después de la Biblia.
Esta egolatría lo llevó a que fuese obligatorio atender los teléfonos oficiales recitando, en lugar de un “Hola” o “Buenas Tardes”, con citas del Gran Timonel como: “Las masas son los verdaderos héroes” o “El partido comunista es el núcleo dirigente del pueblo”.
Desde comienzos de los 70, la salud del líder declinó. Consciente de su decrepitud, Mao buscaba cualquier terapia de rejuvenecimiento. El Dr. Li señala la hiperactividad reproductiva del jerarca, que exigía jóvenes púberes para saciar su apetito, aunque pudiese contagiar la gonorrea que padecía y que jamás dejó que fuese tratada.
Sostenía que “La sexualidad era una fuerza cósmica cargada de potencialidad revolucionaria” (Desconozco si Mao sabía las teorías de Wilhelm Reich sobre el organismo como fuente de energía universal).
Varias veces su esposa, Jiang Qing, lo encontró con mujeres en la cama, pero ella temía que Mao la dejara, de allí que toleraba sus infidelidades sin recriminación porque sabía que eso podía precipitar su fin.
Cuando la decadencia física del jerarca le impidió continuar con su frenético ritmo sexual, utilizó principios de medicina china como la ingesta de cuernos de venado para paliar sus alicaídas funciones. Mao siempre fue muy reticente al uso de la medicina occidental.
Su última fotografía en público es del 27 de mayo de 1976, cuando recibió un premio del primer ministro de Pakistán, Zulfikar Ali Bhutto. Días después, sufrió dos ataques cardiacos, uno en marzo y el otro en julio. Desde entonces, quedó recluido en su casa y el gobierno en manos de la Banda de los Cuatro. El 5 de septiembre sufrió el tercero y Mao quedó en observación constante de sus médicos hasta que el 9 de septiembre de 1976, a los 82 años, “pasó a la inmortalidad”. La noticia fue un golpe a la comunidad china que no concebía un futuro sin Mao y, de una manera propia del realismo mágico de los pueblos sometidos, lo creía inmortal.
Por esta razón, Jiang Qing le recriminó a los profesionales que cuidaron a Mao la muerte del líder. Algo malo deberían haber hecho. Muchos de ellos fueron alejados de sus puestos o purgaron periodos en prisión.
El cuerpo de Gran Timonel fue embalsamado (como muchos lideres comunistas, aunque Mao había expresado su rechazo a esta práctica) y expuesto en el Gran Salón del Pueblo. Más de un millón de súbditos desfilaron ante su cadáver.
Mientras esto acontecía, se llevaba adelante una no tan sorda lucha de poder que concluyó con la caída de la Banda de los Cuatro. Todos fueron enjuiciados y condenados. Jiang Qing fue puesta en libertad, pero se suicidó al saber que tenía cáncer de laringe. La lucha por el poder continuó con Hua Guofeng, el sucesor designado por Mao, que abogaba por una dirección centralizada bajo el ala soviética, y Deng Xiaoping, un economista pragmático que proponía desideologizar las practicas productivas y económicas, responsable del explosivo desarrollo de China, un gigante dormido.
Mao tuvo diez hijos. El mayor murió durante la Guerra Civil. De estos diez, solo viven Li Min de más de 80 años, y LiNa, de algo menos. Ambas son parte de la Conferencia Consultiva Política del Pueblo Chino, un órgano asesor del gobierno. Una hija de Li Min, Kong Dongmei, tiene un perfil más alto ya que posee un patrimonio de 620 millones de euros, convertida en una de las 500 personas más ricas de China. Desconocemos que hubiese dicho Mao de esta costumbre tan burguesa de acumular dinero.
Con los años, la figura de líder comunista se afianzó y muchos lo ven como el fundador de la nueva China y un ideólogo de una corriente marxista que se opuso al dogma soviético, proclamando la necesidad de una revolución permanente para quitar todo sesgo capitalista. Hoy, en cambio, lo que China más produce son millonarios.
Mao organizó un país deshecho por las guerras intestinas, la expoliación del imperialismo europeo y la beligerancia japonesa. En 1949, el índice de analfabetismo era del 80% y el promedio de vida de 44 años. Cuando Mao falleció el número de analfabetismo había bajado al 20% y el promedio de vida aumentado a 65 años. En su gobierno China logró una rápida industrialización. La pregunta es si esos logros se hubiesen obtenido de otra forma y sin violencia ....
Tanto detractores como seguidores opinan que Mao era un gran estratega; sus tácticas son usadas por insurgentes adeptos a sus ideas en todas partes del mundo. Por otro lado, autores como Jung Chang, Jon Halliday y el libro del Dr. Lin señalan un lado oscuro, su tendencia a fabular para endiosar su imagen, al punto de que algunos grandes éxitos, como la Batalla de Puente Luding, son totalmente falsas.
Mao fue un líder draconiano y autoritario, un hombre de humor complejo que se esforzó para lograr la prosperidad de su país y logró ganar respeto internacional como un héroe fuerte, voluntarioso y decidido, desvinculado de toda cadena moral. Fue un buscador incansable de fama, poder y placer.
Quizás Mao sea el mejor ejemplo de esa frase que atribuyen a su mentor Stalin: “La muerte de una persona es una desgraciada cometida por un criminal, la de millones de personas es la concepción de un estadista”. Y Mao fue un estadista.