Memoria de Fray Luis Beltrán
Por Fernando Del Corro
La industria en la Argentina no es algo de aparición tardía sino una forma esencial de desarrollo económico y social que ya tuviera sus inicios en época colonial como la fabricación de carretas en la actual Provincia de Tucumán desde inicios del Siglo XVIII o cuando el por entonces economista y más tarde general independentista Manuel José Joaquín del Sagrado Corazón de Jesús Belgrano, en un discurso pronunciado el 28 de enero de 1806, siendo titular del Consulado, planteara la necesidad de construir buques en astilleros locales para asegurar una política de comercio exterior que garantizara las exportaciones de productos nacionales.
El problema central fue la cultura trasladada a América por los colonialistas españoles a partir de su propia concepción económica labrada por el rey Carlos I quién al poco tiempo de asumir como monarca en 1516 prohibió la industria en España y sus colonias, ya muy desarrollada en algunas regiones, en particular en el País Vasco, seguido por Catalunya e incipientemente en Castilla. Fue por eso que la burguesía textil castellana se reveló y dio lugar a una guerra civil concluida el 23 de abril de 1521 cuando el ejército de Carlos I terminó con la insurrección en la batalla de Villalar, una zona hoy denominada Villalar de los Comuneros en homenaje a aquellos industriales.
El único colonizador que se atrevió a desafiarlo fue Hernán Cortés, creador en México de la industria de la seda. España, que recién en la segunda mitad del Siglo XVIII, con Carlos III, comenzara a abrirse a otras visiones, era la reina del atraso en tanto ya otros estados europeos, en particular el entonces Reino Unido de Gran Bretaña y los Países Bajos, y los pujantes Estados Unidos de América, hacía poco independizados, se desarrollaban aceleradamente.
Belgrano fue uno de esos patriotas indiscutibles de la historia argentina, para no pocos el más importante y no sólo por haber creado la bandera nacional o haber combatido por la Independencia. Otros marcan su preferencia por José Francisco de San Martín, bautizado como “El Padre de la Patria” por sus exitosas campañas militares. Y en ese marco, como en el de Belgrano, la historia oficial ocultó las verdaderas ideas de ambos y de tantos otros, al servicio de los intereses de un sector económico muy similar al que se había enriquecido en España postergando y endeudando el país y la mayor parte de la población.
Al hacerse cargo del gobierno de Mendoza, en 1814, San Martín impulsó un desarrollo industrial trascendente centrado en la producción armamentística, adelantándose al director supremo José Ignacio Álvarez Thomas, el convocante al Congreso de Tucumán de 1816, quién fuera el primer mandatario nacional que sancionase una norma proteccionista que favoreció a la industria textil prohibiendo ciertas importaciones.
Ya en la Provincia de Mendoza como gobernador, San Martín se apoyó en los conocimientos de matemáticas, mecánica y química de fray Luis Bertrand, castellanizado como Beltrán. Inicialmente se puso en marcha una fábrica de pólvora que terminó produciendo armas, herrajes y municiones, incorporando luego el sector textil para la elaboración de uniformes.
Fray Luis Beltrán, que había nacido el 7 de septiembre de 1784, exactamente 235 años atrás y recomendado por Bernardo O’Higgins resultó designado por el general San Martín como jefe del Parque de Artillería del Ejército de los Andes, la gran fábrica que hizo posible la victoriosa campaña de liberación del yugo colonial de Chile y Perú.
Ese fraile industrialista, que luego abandonara los hábitos para concentrarse en la lucha independentista, tuvo claro que los minerales existentes en el territorio nacional debían ser industrializados a diferencia de lo acontecido en tiempos posteriores cuando pasaron a ser exportados en bruto. Así fue que en esa fábrica mendocina llegaron a trabajar 700 operarios que también fabricaron aparejos para trepar laderas escarpadas, equipos para transportar cañones a lomo de mula y puentes colgantes para humanos y animales. Algo para reflexionar en estos tiempos de industricidio.
Por eso, en ese homenaje a aquel fraile franciscano nacido en San Juan, igualmente reconocido y enterrado como por la orden a pesar de haber dejado los hábitos, se estableció en la Argentina el “Día del Trabajador Metalúrgico”. Fue un verdadero científico de su época que a los 16 años comenzara sus estudios en Chile se dedicó a cosas tan diversas como el bordado, la carpintería, el dibujo, la física, la herrería, la medicina, la pirotecnia, la química y hasta la relojería, para concluir como valeroso guerrero de las campañas libertadoras.
Apodado el “Arquímedes de la Patria”, el “Artesano del cruce” y el “Vulcano con sotana”, vuelto a Buenos Aires por problemas con Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar, colaboró en la guerra contra el Imperio del Brasil y falleció poco después el 8 de diciembre de 1827 cuando sólo contaba con 43 años durante los cuales fue decisivo para la independencia de buena parte de América del Sur, algo no muy reconocido por la historia oficial, cosa que sí hacen en su honor en esta fecha los trabajadores metalúrgicos, algo particularmente importante en la Argentina contemporánea que necesita una gran transformación que la encamine a un decisivo desarrollo.
* Historiador y periodista.