El pasado 9 de julio fue un día muy especial, un día para meditar sobre el sentido de la independencia, que hoy parece más lejana.
No es fácil decir feliz día de la patria cuando el país se debate en una de sus peores crisis políticas y económicas, una crisis que solo agrega escepticismo e incertidumbre.
Es momento de meditación y no de celebración, algo hemos hecho muy mal para llegar a esta situación. Y hablo en plural porque todos debemos aceptar nuestra porción de culpa, nuestro pecado de pensamiento, palabra,obra y omisión ...nuestra impericia, imprudencia o negligencia...
Curiosamente, nos debimos enfrentar entre hermanos, pues hermanos eran los españoles y los criollos por una cortedad de miras asesinas del peor monarca de la historia española, el infeliz de Fernando VII que optó por la represión antes de escuchar o tratar de dar cabida al reclamo de sus colonias. No era muy difícil saber que iba a pasar ,aún estaba fresca la impronta norteamericana.
Muchos intelectuales españoles como Jovellanos hablaban de una mancomunidad (commonwealth) como la que abrazaron las colonias inglesas... En vez de escuchar mejores opciones Fernando arrojo a España a una guerra fratricida y así fue como las colonias hispanas terminaron con muertes, diezmadas y empobrecidas a punto tal de verse obligadas a contraer empréstitos que crearon cadenas de endeudamiento, alejando así el verdadero concepto de independencia.
VERDADERA DIMENSION
Un último recuerdo para ver la verdadera dimensión de este día, cantado en nuestro actos infantiles, introyectados cómo momentos impolutos de una historia común que creaba una falsa sensación de unidad y armonía... De los diputados presentes en esta declaración en Tucumán, la mayor parte de los integrantes del congreso eran abogados o prelados (y muchos tenían los dos títulos). Había un solo militar que asistió en su calidad de abogado.
Casi todos ellos sufrieron prisión, debieron esconderse para no caer presos o tomar el camino del exilio, cuando no sufrir una muerte ignominiosa como la de Francisco Laprida, aquel a quien Jorge Luis Borges le dedicará el Poema Conjetural, aquel donde "zumban las balas en la tarde triste" y dónde nos recuerda que no nos une el amor, sino el espanto.
Hoy el espíritu de Fernando VII aún nos embarga en divisiones, enfrentamientos y dilemas por los que ya hemos pasado pero, por lo visto, nada hemos aprendido.