Medio siglo de un clásico

Semanas atrás se cumplieron 50 años de la publicación de La historia, la novela de la italiana Elsa Morante (1912-1985) que no tardó en convertirse en un clásico de la literatura del siglo XX.

Era el 20 de junio de 1974 cuando la editorial Einaudi enviaba a las librerías esa novela monumental, de 719 páginas, que la autora había querido publicar estrictamente en edición de bolsillo y con la foto en rojo y negro sobre fondo blanco del cadáver de un niño entre escombros.

Morante, que ya era una escritora consagrada y que había ganado el Premio Strega en 1957 con La isla de Arturo, quiso dedicar simbólicamente su nueva novela a los analfabetos, citando al poeta peruano César Vallejo.

En tres meses se vendieron en Italia hasta seiscientos mil ejemplares, pero el conflicto en torno a la obra, a menudo definida -y con razón- como la novela más bella del siglo, se prolongó durante mucho tiempo en las páginas de opinión de los periódicos, donde se discutía por el contenido, el estilo y el valor político del texto, hasta concentrarse en la portada que fue cambiada por la imagen de un niño que seguía entre escombros, pero esta vez vivo y en blanco y negro.

PESIMISMO

El pesimismo de la obra fue uno de los puntos más debatidos. La polémica no giraba sólo en torno al libro de Morante sino a concepciones opuestas del mundo; la escritora, que amaba definirse como "poetisa", había abrazado una visión profundamente política en una novela de estructura tradicional pero con puntos de vista revolucionarios.

Se vivían los años ‘70, llenos de experimentación artística pero también de rigor programático y La historia contravenía ambos paradigmas. Hablaba de la Segunda Guerra Mundial, con las páginas maravillosas del bombardeo de San Lorenzo en Roma, pero era una novela escrita fundamentalmente desde el punto de vista de una mujer: esa Ida Ramundo sin ideologías pero con el dolor de la vida vivida y visto desde el fondo de la Historia con H mayúscula.

La audaz transformación del primer hijo de Ida, Nino, primero un joven mesonero, luego un partisano y finalmente un contrabandista, encarna esta visión desconsolada de la ideología, muy femenina y, por tanto, inquietante. Fue una historia tristemente humana, el drama de la soledad, el abandono, la supervivencia, la improvisación diaria y el rigor de una maestra que se vio madre dos veces y dos veces sola: la segunda por la violencia inferida por un soldado alemán.

Esa historia ha demostrado ser un clásico que ha superado el paso del tiempo. Lo demuestra la serie dirigida por Francesca Archibugi, que la cadena estatal RAI emitió con gran repercusión en enero de este año.

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