Masantonio, un símbolo eterno de Huracán

El baúl de los recuerdos. Aún hoy, el Mortero del Globito es el máximo goleador del equipo de Parque de los Patricios. Un delantero implacable y valiente que marcó una época con sus poderosos remates.

“¡No te entregues, Herminio! ¡No te entregues!”. Lorenzo Fernández, antiguo jugador de la selección uruguaya, imploraba al borde de la cama de un hombre al que el cáncer tomó como víctima. Le suplicaba que se aferrara a la vida. Su ruego no surtió efecto. A los 46 años, falleció Herminio Masantonio, un guapo con el que Fernández había protagonizado un duro enfrentamiento una década antes. Esa muerte enlutó al fútbol argentino y, especialmente, a Huracán, el club del que se convirtió en símbolo eterno.

El 11 de septiembre de 1956 se apagó la vida de Masantonio. Su apellido quedó unido para siempre a Huracán. Aún hoy es el máximo goleador de la historia del Globo. Además de su contundencia ofensiva, se lo recuerda por su valentía y su coraje. Era capaz de pelear él solo contra todo un equipo para proteger a los suyos. Y lo de pelear no era una metáfora: Masa no dudaba en agarrarse a golpes con quien fuera. No le temía a nada. Un guapo en el sentido más tanguero y porteño del término.

Con Fernández, un duro centromedio -el número 5 de los viejos tiempos- del Uruguay campeón del mundo en 1930, se cruzó en el Campeonato Sudamericano del 35, disputado en Lima, la capital de Perú. El 27 de enero se vieron las caras los vecinos rioplatenses en el partido decisivo para definir el título. Ganaron los celestes 3-0, pero el resultado pasó a un segundo plano. Ese épico duelo le legó a la memoria futbolera una feroz pelea entre el jugador oriental y Masantonio.

Dos guapos de la época en acción. Masantonio y Lorenzo Fernández se trenzan a golpes. 

El clásico del Río de La Plata era el gran partido en estas latitudes. Uruguay y Argentina dominaban el Sudamericano -la hoy célebre Copa América- y, como solía pasar en ese entonces, el ganador iba a apodarse del cetro de campeón. Se jugó con el corazón caliente como cada vez que se enfrentaban. Fernández y Masantonio se cruzaron en varias ocasiones y en una de esas escaramuzas, el centromedio celeste le cometió una dura infracción al atacante.

No contento con haberle hecho sentir su fiereza, Fernández se burló del argentino. “¡Levantate, maricón!”, le dijo. Masantonio se puso de pie abrazado a la furia y se trenzó a golpes con su adversario. Los puñetazos volaban por el aire limeño. Por más que el resto de los futbolistas, el árbitro y la policía peruana intentaron separarlos, no hubo caso. El combate terminó con un golpe de Masa que le rompió la nariz a Fernández. Después, el partido siguió su curso.

Fernández tenía 35 años y disputaba su 30º y último partido con la selección uruguaya. A los 24, Masantonio se ponía la camiseta celeste y blanca por tercera vez. Uno era un respetado y temido jugador; el otro recién empezaba a hacerse un nombre en el fútbol. Habían entrado en la cancha como adversarios y la dejaron como enemigos. Sin embargo, en su lecho de muerte, Masa tuvo a su viejo rival suplicándole que no se dejara vencer…

HEREDERO DEL FILTRADOR

Huracán había sido uno de los protagonistas estelares del período amateur del fútbol argentino. Dos entidades regían las competiciones. El Globo, encuadrado en la Asociación Argentina de Football (AAF), fue campeón en 1921, 1922, 1925 y 1928 (este último ya en la unificada Asociación Amateur Argentina de Football) y a esos títulos les sumó la Copa Estímulo de 1920 y la Copa Ibarguren de 1922 y 1925.

Una postal de los viejos buenos tiempos: Huracán campeón amateur de 1928. 

Una de las principales figuras del equipo de Parque de los Patricios era Guillermo Stábile. Se trataba de un temible goleador que dejó una impresionante marca de 102 tantos en 119 partidos. Sin experiencia internacional, fue incluido en el plantel de la Selección argentina que dio el presente en el Mundial de 1930, en Uruguay. El Filtrador -así lo apodaban- viajó a Montevideo como suplente y terminó siendo titular y máximo artillero del certamen con ocho conquistas en cuatro presentaciones. Esa contundente actuación le valió una transferencia al Genoa, de Italia.

La partida del Filtrador instaló un problema de difícil solución en Huracán. ¿Cómo se reemplazaba a un goleador letal como Stábile? El interrogante adquiría un peso mayor porque poco después de la salida del delantero se instauró el profesionalismo en la Argentina. En realidad, se blanqueó una realidad que era indisimulable: la mayoría de los jugadores percibían salarios enmascarados como pagos por empleos fuera de las canchas que eran solo nominales. Trabajan de futbolistas y, por fin, en 1931 se les reconoció esa condición.

En los potreros de La Plata era famoso un grandote de 20 años nacido el 5 de agosto de 1910 en Ensenada. De físico enorme, corazón valiente y fuerte remate con las dos piernas, se destacaba en Villa Albino, de su ciudad, después de haberse iniciado en Platense, de la capital bonaerense. A pesar de que el destino le tenía reservado un futuro como goleador, el primer deporte que llamó la atención de Masantonio fue el boxeo. Quizás esa haya sido la razón por la que no dudaba en apelar a la potencia de sus puños para pelear contra las injusticias.

Guillermo Stábile, El Filtrador, fue el antecesor de Masantonio. 

No bien terminó la escuela primaria salió a trabajar para ayudar a sus padres, Rafael y Sabina, a llevar el pan a la mesa de la numerosa familia que incluía otros nueve hijos. Masa empezó en un frigorífico y más tarde acompañó a su progenitor en las labores de albañilería. Ese duro oficio le permitió moldear músculos de acero. Sí, era muy fuerte el muchacho que con el tiempo terminó con la nariz achatada tan características de los púgiles.

Sus buenos desempeños en Villa Albino llegaron a los oídos del Conejo Alejandro Scopelli y de Manuel Nolo Ferreira, dos famosos jugadores de Estudiantes que integraban una delantera que se hizo célebre con el apodo de Los Profesores. Fueron a verlo en acción con la intención de recomendarlo para su club, pero una tormenta inoportuna trastocó sus planes porque el partido no se jugó. Tampoco se hizo realidad la posibilidad de incorporarse a Gimnasia, el otro equipo de la ciudad.

Masantonio tenía que cumplir el servicio militar obligatorio y esa situación propició su acercamiento con Tomás Adolfo Ducó, un miembro del Ejército con lazos muy fuertes con Huracán. Tan fuertes que el estadio del Globo hoy lleva su nombre, porque fue quien, ya como presidente de la institución, impulsó la despedida de las tribunas de madera para erigir la inmensa mole de cemento que se yergue en la esquina de Amancio Alcorta y Luna, en el corazón de Parque de los Patricios.

Tomás Adolfo Ducó descubrió en Masa al goleador que Huracán necesitaba para cubrir el vacío dejado por la partida de Stábile.

Ducó envió un soldado a la casa de Masantonio y lo convenció para unirse a Huracán. En la Capital nadie conocía al atacante que llegaba para ocupar el lugar dejado vacante por El Filtrador, pero muy rápidamente quedó demostrado que no se podría haber encontrado un heredero más calificado: el 31 de mayo de 1931 se puso por primera vez su nueva camiseta y señaló dos de los cuatro goles con los que El Globo superó 4-0 a Quilmes como visitante. Ese día, sin que nadie lo supiera, el club había hallado a uno de sus más jugadores más emblemáticos.

EL MORTERO DEL GLOBITO

La inseparable ligazón de Masa con Huracán cuenta con varios hitos: para empezar, el gol bautismal del equipo en la etapa profesional del fútbol argentino fue obra justamente del delantero nacido en Ensenada. Y tres fechas más tarde, cuando El Globo festejó su primer triunfo como local fue un 1-0 contra Platense consumado, justamente, con un tanto de Masantonio. Años más tarde, selló el último tanto en la cancha con tribunas de madera y el primero en el estadio de cemento. No podía ser una simple casualidad…

Cuenta la leyenda que Masantonio tenía cierta simpatía por Boca, pero que ese sentimiento se extinguió cuando, por la 11ª jornada del torneo del 31, los hinchas xeneizes se burlaron de sus desesperados intentos por cambiar la historia de un cotejo en Parque de los Patricios que terminó en triunfo de los visitantes por 2-1. Sea como fuere, el goleador se ganaba el corazón de los hinchas de Huracán y Huracán se metía en el de su nuevo artillero.

José Laguna, un prócer quemero. Fue presidente, jugador y técnico del Globo.

El equipo era dirigido técnicamente por José Laguna, un personaje fundamental en la vida del club. Fue uno de sus primeros presidentes y se encargó personalmente de pedirle a Jorge Newbery, un pionero de la aeronavegación argentina, que autorizara a la institución a usar el hoy tradicional distintivo en su camiseta en homenaje a las proezas de ese intrépido hombre en un globo aerostático. Laguna, a quien apodaban El Negro, había sido goleador de Huracán en el ciclo amateur -participó en los títulos de 1920, 1921 y 1922- y como DT fue campeón en 1928. También integró la Selección argentina.

A las órdenes de Laguna, el equipo mostraba un andar muy irregular. Pero Masantonio sobresalía por sus goles. Cuatro tantos a Talleres de Remedios de Escalada, tres a Quilmes y Lanús y Estudiantes, dos Ferro, uno a Atlanta, Independiente, Tigre, Racing, Chacarita, Gimnasia… Festejó 23 de las 63 conquistas de Huracán, que finalizó en la octava posición. Masa lideraba con su poder de definición y el centromedio Máximo Frederici con su personalidad.

La campaña siguiente resultó un calco de la anterior: Huracán ganaba un partido y perdía el siguiente. La derrota más dura se produjo en un 6-0 contra Chacarita. Otra vez Masantonio emergió como el principal argumento ofensivo, ya que consiguió 17 goles. Ese año sus picos de rendimiento se dieron en el 6-1 contra Quilmes, en el que fue el responsable de la mitad de los tantos y en el 2-0 sobre San Lorenzo en Parque de los Patricios. El 31 de julio de 1932 El Globo les ganó a los azulgranas por primera vez como local. El otro tanto fue de José Cordero.

No bien llegó a Parque de los Patricios, Masantonio dio muestras de su inmenso poder de fuego.

El gran impacto del 32 había sido la llegada a River de Bernabé Ferreyra, el gran ídolo del fútbol argentino. El club que en ese momento residía en Recoleta pagó una fortuna: 35 mil pesos para asegurarse los servicios del goleador de Tigre. El Mortero de Rufino -o La Fiera, su otro apelativo- transformó a los de la banda roja en millonarios y contribuyó a incrementar su arraigo popular. Tenía tal influencia de Bernabé que cualquier delantero que se caracterizara por su fuerte remate inmediatamente era comparado con él. Por eso, Masantonio fue bautizado como El Mortero del Globito.

La inusitada violencia de los disparos de Masa era su carta de presentación. En un período en el que Ferreyra y Francisco Varallo -peligroso atacante de Boca- se distinguían por esa cualidad, Masantonio compartía con ellos la admiración de un público que se asombraba por esa condición que se creía decisiva para un goleador. Poco después, Evaristo Barrera -en Racing- y Agustín Cosso -en Vélez- se sumaron para confirmar el biotipo imperante del centrodelantero.

“Con la pelota parada logro mayor dirección. Me ocurre al revés que a Varallo, que le pega más fuerte en movimiento. Cuando la pelota está en movimiento, pateo fuerte con las dos piernas, pero si está parada no tengo shot de izquierda”, contó alguna vez el propio Masantonio, quien además poseía un buen manejo del balón, capacidad e inteligencia para juntarse con sus compañeros y fuerte personalidad. Eso hacía que el periodismo de la época lo definiera parangonándolo con dos figuras muy reconocidas: “Era un centrofoward que a 40 metros del arco es Bernabé y a tres metros, Nolo Ferreira”.

La influencia del gran Bernabé Ferreyra, El Mortero de Rufino, inspiró a quienes bautizaron a Masantonio como El Mortero del Globito.

Venció a Jaime Lema, de San Lorenzo, desde 40 metros, desde la misma distancia batió a Ángel Bosio, La Maravilla elástica que cuidaba la valla de River, incrustó un tiro libre de más de 35 metros contra Ferro en el arco de Atilio Patrignani… No había margen para la duda: le pegaba muy fuerte.

El recorrido del Globo por los tramos iniciales del profesionalismo no ofrecía demasiados hechos destacados. En 1933 los resultados volvieron a ser pobres, pero, con Masantonio a la cabeza, hubo algunas buenas noticias. Por ejemplo, Huracán celebró su primera victoria sobre River en esa era: 2-0 con un gol y una notable labor del corpulento centrodelantero en la antigua cancha de Alvear y Tagle.

Sin dudas el hecho más trascendente del año fue el 4-1 contra San Lorenzo con dos anotaciones de Masantonio en un partidazo del elenco vencedor. El cierre de la temporada no arrojó alegrías para El Mortero del Globito, ya que se perdió los últimos siete partidos y faltó a la obtención de la Copa Beccar Varela por parte de Huracán.

El juego aéreo era otro de los fuertes del delantero nacido en Ensenada.

Así y todo, los 16 goles en 27 presentaciones no hacían más que reverdecer los laureles de un despiadado definidor de 23 años que reunía 56 conquistas en tres temporadas. Además, se le agregaban las nueve en diez encuentros correspondientes a las copas nacionales de la época. Sí, era cosa seria Masantonio…

A LOS PUÑETAZOS

Claro que, así como se le ponderaba su efectividad, Masa parecía tener reminiscencias de su pasado como boxeador y de vez en cuando se trenzaba en improvisados combates que terminaban con expulsiones que lo dejaban varias jornadas fuera del equipo. Existen varias situaciones de este tipo que pueden ser citadas para graficar la predisposición del goleador a arreglar a los puñetazos los entreveros futbolísticos.

En 1931 se enfrentó con Anselmo Cerviño, defensor de Platense, en un partido en el que los calamares vencieron 3-1 a Huracán en River. Dos años después, volvió a toparse con un integrante de ese equipo: sostuvo una larga pelea con Gregorio Esperón. En el 34 lo expulsaron después de agredir a un rival en una derrota contra los millonarios. La seguidilla continuó en 1935 con otra expulsión por haberse tomado a golpes con Roberto Basílico, de Atlanta. No se puede obviar en ese año su famoso duelo con el uruguayo Fernández en Lima…

Durante más de una década fue el máximo referente ofensivo del equipo. 

Doce meses más tarde lo echaron por una gresca con Armando Nery, de Estudiantes. En 1937 midió fuerzas con el defensor Víctor Valussi, quien ese tiempo vestía la camiseta de Tigre. En el 40 le tocó el turno a Raymundo Sandoval, también del elenco de Victoria. Y en 1942 fue derribado por un puñetazo del arquero peruano Juan Honores, de Newell´s, quien decidió vengarse del nocaut que Masantonio le había provocado al zaguero leproso Juan Carlos Sobrero.

Las peleas estelares de Masa en el improvisado ring que se armaba en cualquier cancha de fútbol parecían la consecuencia directa del fuerte temperamento del atacante quemero y de su necesidad de salir en defensa de sus compañeros cuando sentía que eran agredidos por parte de los rivales de ocasión. Era bravo Masantonio…

LOS MEJORES AÑOS

Aunque ya había dado pruebas claras de su importancia como miembro del plantel de Huracán, a partir de 1934 apareció la mejor versión del Mortero del Globito. A pesar de que las campañas del equipo todavía estaban lejos de parecerse a las que había cumplido en el amateurismo, su goleador no hacía más que ratificar que ocupaba un lugar importante entre los delanteros de esos días. Goles y más goles acompañaban el paso del atacante.

La llamativa camiseta de la fusión Argentinos - Atlanta, un engendro ideado por la dirigencia del fútbol argentino en 1934.

En el 34, año en el que terminó de unificarse el fútbol local en el contexto profesional, se instrumentó una de las modificaciones más controvertidas de todas las que brotaron de la imaginación de los dirigentes. Con el pretexto de hacer más competitivo el certamen y de aumentar las recaudaciones a través de los equipos más convocantes de Primera División, se armó un insólito torneo de 14 participantes. Eso obligó a quitar de la escena a Tigre y a Quilmes y se forzó las fusiones de Argentinos Juniors y Atlanta, por un lado, y de Lanús y Talleres de Remedios de Escalada, por el otro.

Para completar el cuadro, como cada club iba a disputar 13 partidos, se agregó una rueda -o sea, eran tres en lugar de las dos habituales- y el campeón del año iba a ser el que más puntos sumara a lo largo de 39 fechas. El título quedó en poder de un Boca que disfrutaba de la contundencia de un trío ofensivo formado por el paraguayo Delfín Benítez Cáceres, Pancho Varallo y Roberto Cherro. Huracán, tal como lo ocurría con frecuencia, no satisfizo las expectativas y finalizó décimo entre 14 participantes.

De todos modos, al Globo le quedó el consuelo de haber sido el conjunto que más puntos sacó en la tercera ronda, lo que le permitió mejorar una campaña que pudo haberlo confinado al fondo de la tabla. En cambio, el rendimiento de Masantonio fue muy bueno, dado que sumó 23 goles en 25 encuentros y finalizó en la quinta posición de la tabla de artilleros, detrás de Barrera (Racing), quien totalizó 34 tantos; Cosso (Vélez), sumó 33; Bernabé Ferreyra (River), 30 y Arturo Naón (Gimnasia), 25.

Masantonio y Arsenio Erico, dos letales artilleros de los inicios del profesionalismo.

Lo llamativo fue que Masantonio se perdió nueve partidos y en su lugar actuaron Alberto Naveira y Antonio Lamas. Sin embargo, festejó cuatro conquistas propias en un 7-2 sobre Vélez y otras tantas en la última fecha del certamen, en la que Huracán superó 5-2 a Boca, que ya se había consagrado campeón una jornada antes del cierre de la competición.

Hasta ese momento, Masa solía compartir la ofensiva con Benjamín Martínez o Marcelo Spíndola, Daniel Bálsamo, Francisco Viacaba o Alejandro De los Santos o Matías Barber y Ricardo Gil. Y en 1935 irrumpió en escena un insider izquierdo -un número 10- llamado Emilio Baldonedo, quien, con el tiempo, se convirtió en otra de las figuras fundamentales de la historia de Huracán. Su sociedad con el goleador se armó con rapidez y jugaron en un gran nivel.

El pibe recién promovido de las inferiores dio muestras de su capacidad con siete goles en 11 partidos y dejó en claro que tenía mucho para aportar al caudal ofensivo del equipo. Masantonio, como siempre, fue el más efectivo, con 17 conquistas, pese a que en ese torneo volvió a ausentarse muchas veces y eso le abrió una inesperada puerta a Lamas, quien había llegado el año anterior como insider y se afianzó supliendo a Masa con 11 tantos en 15 presentaciones.

Formó un célebre trío de ataque con Norberto Tucho Méndez y Emilio Baldonedo.

La AFA volvió a meter mano en la organización de los certámenes y en 1936 dividió la competición en dos ruedas que otorgaron títulos: la Copa de Honor y la Copa Campeonato. El ganador de cada una de ellas tenía el derecho de definir al mejor del año en una final, denominada Copa de Oro. En la primera etapa, Huracán peleó decididamente por el liderazgo con San Lorenzo y tuvo en Masantonio y Baldonedo a sus máximos referentes en ataque. Uno, con diez tantos y el otro con siete, más los seis de Bálsamo, hicieron ilusionar a los hinchas.

El Globo no mantuvo el nivel en la Copa Campeonato, ya que quedó instalado en la mitad de la tabla. Fue una de las labores menos destacadas de su goleador, que solo anotó una vez, por lo que el peso recayó en Baldonedo, quien se lució con diez tantos, escoltado por Lamas, otra vez muy productivo, con siete festejos.

River era el mejor equipo de esos tiempos. Con los goles de Bernabé Ferreyra, secundado por dos jóvenes fenómenos como José Manuel Moreno y Adolfo Pedernera, se llevó la Copa Campeonato y la Copa de Oro del 36 y el título del 37. Sin embargo, en la última de esas campañas dos de las derrotas que sufrió se las propinó Huracán. La primera fue por 2-1 y uno de los tantos los marcó Baldonedo; y la segunda resultó una exhibición futbolística del Globo, que, como visitante, goleó 5-2 con dos anotaciones de Masantonio, dos de Baldonedo y una de Viacaba.

Si bien era implacable en la definición, también poseía una interesante capacidad técnica.

La dupla Masantonio-Baldonedo se llevó todos los aplausos del público quemero: fue la responsable de 52 de los 85 gritos de gol del equipo durante ese año. Masa se despachó con 28 y su calificado socio, con 24. El Mortero del Globito atravesaba una brillante etapa, pues en el 38 otra vez sacudió 23 veces las redes de los arcos contarios, en el 39 y en el 40 lo hizo en 28 ocasiones en cada una de ellas.

Paradójicamente, esa bestial efectividad jamás le permitió a Masantonio ser el máximo anotador de un certamen, pues en esa faceta reinaba el paraguayo Arsenio Erico, un fuera de serie que jugaba en Independiente. De hecho, nunca tuvo el privilegio de terminar un año como líder de la tabla de artilleros de un certamen profesional.

La curiosidad estadística se hace todavía mayor si se considera que en la década del 30 nadie anotó más que Masa: festejó 226 goles (214 por certámenes de liga y 12 por copas nacionales) y lo escoltaron excelentes definidores como Bernabé (222) y Erico (221). En cambio, La Fiera terminó en la cima de la tabla de goleadores en 1932 (con 43) y el paraguayo lo hizo en 1937 (48), 1938 (43) y 1939 (40).

La formación de Huracán que cumplió una excelente actuación en 1939.

En 1939, gracias a Masantonio y a un equipo que funcionó casi a la perfección, Huracán compartió el segundo puesto con River, con 50 puntos. El Globo y los millonarios terminaron a ocho unidades de un imparable Independiente que se nutría de una inolvidable delantera cuyos exponentes más destacados eran Vicente de la Mata, Erico y Antonio Sastre. En 1941 se disputó un partido de desempate para determinar la segunda posición, que al final fue compartida tras igualar 3-3 en un encuentro en el que Masa logró dos goles.

Bruno Barrionuevo; Juan Bongiovanni, Carlos Marinelli, Jorge Alberti; Manuel Giúdice, Jorge Titonell; Ramón Guerra o Delfín Unzué, Baldonedo; Rubén Perdomo, Masantonio y Plácido Rodríguez eran los titulares del equipo comandado por un prócer del club: El Filtrador Stábile. Esa formación les ganó a los cinco grandes en la primera ronda: 2-1 a River, 3-2 a Independiente, 3-2 a San Lorenzo, 3-1 a Boca y 3-0 a Racing.

Al año siguiente, la tercera posición compartida con River pareció una confirmación de que Masantonio y Huracán estaban en un excelente momento. Masa fue el autor de 28 tantos y Baldonedo de otros 20. Su asociación para la definición se conservaba en plenitud: el resto de sus compañeros se repartieron las 31 conquistas restantes del equipo.

En 1942, Huracán fue uno de los pocos equipos que derrotó a la famosa Máquina de River.

Esa temporada El Mortero del Globito le hizo tres goles a Sebastián Gualco, arquero de San Lorenzo, en otra demostración de lo bien que le iba cada vez que estaba cara a cara con el clásico rival. Era un hábito festejar contra los azulgranas: es el máximo anotador de Huracán en esos cruces con diez tantos. En partidos de liga sometió una vez a Lema en 1932 y dos en 1933, una a Gualco en 1938, dos en 1939 y tres en 1940. Además, en un duelo correspondiente a la Copa Beccar Varela de 1932 venció a Ernesto Montemurro.

Los últimos tiempos de Masantonio en Huracán coincidieron con el surgimiento de un jugador que hizo historia en el fútbol argentino: en 1941 se afirmó Norberto Tucho Méndez, quien junto con el goleador quemero y con Baldonedo formó un trío estelar. Con ellos, El Globo completó una excelente faena en 1942, con un meritorio tercer puesto. Acabó con nueve puntos menos que el campeón, el soberbio River en el que su famosa delantera, La Máquina, brindaba funciones de gala en cada partido.

El equipo que siguió bajo las órdenes de Stábile -al mismo tiempo era el DT de la Selección argentina- se dio el lujo de vencer a los millonarios en la final de la Copa Escobar de 1942, que fue el único título que consiguió Masa en el club, a pesar de que no jugó el partido decisivo. El 1 de diciembre se impuso 2-0 con tantos del Colorado Giúdice (más tarde técnico bicampeón de la Copa Libertadores con Independiente y del Nacional 68 con Vélez) y de Alberti, un referente en la retaguardia quemera.

Como era habitual con las grandes figuras de la época, Masantonio apareció en la tapa de la revista El Gráfico.

Cuando Masantonio tenía 33 años, los dirigentes de Huracán consideraron que era momento de hacer un cambio y decidieron prescindir de su venerado delantero. Por eso, después de disputar tres partidos en 1943, el atacante llevó sus goles a Uruguay, donde defendió los colores de Defensor. Fue una estancia corta, pues solo actuó en 11 cotejos y marcó tres tantos, pero uno de ellos fue clave para que el equipo evitara el descenso.

Claro que su alejamiento de Parque de los Patricios no podía durar para siempre. Por eso, doce meses más tarde regresó a la Argentina y jugó en Banfield, como escala previa a su vuelta a Huracán. En el conjunto albiverde fue un ave de paso: nueve presentaciones y dos goles. En 1945 expuso con claridad que el paso del tiempo no había menguado su dimensión de artillero: se despidió con cinco conquistas en 12 partidos. Un promedio altísimo. Un promedio de gran delantero.

En sus últimas presentaciones compartió la ofensiva con los pibes que encarnaban el futuro: Tucho Méndez, Juan Carlos Salvini, el cordobés Llamil Simes y un paraguayo que había llegado para ocupar el lugar del histórico goleador: Atilio Mellone. El 11 de noviembre del 45 fue su última vez en una derrota por 3-1 a manos de River. El 28 de octubre había aportado el cuarto tanto en el 4-1 sobre Lanús en el sur del conurbano.

Una calle con su nombre y apellido y un monumento son el testimonio de lo que Masantonio representó para Huracán y para Parque de los Patricios.

Masantonio pasaba a ser parte del pasado, mejor dicho, de la historia de Huracán. Se fue con 263 goles en 363 partidos. Se llevó su valentía, su bravura y su condición de líder dentro y fuera de la cancha. También portó hasta el último día la guapeza que hizo que un antiguo rival como Lorenzo Fernández le pidiera que no se rindiera. En realidad, no se rindió Masa, se hizo eterno…

Más goles que partidos

Pocos jugadores pueden jactarse de tener un promedio de gol superior a un tanto por partido. Y muchos menos son los que están en condiciones de atesorar esa marca en el ámbito internacional. Herminio Masantonio tiene su lugar ganado en ese selecto grupo con la camiseta de la Selección: cerró su ciclo con la camiseta albiceleste con 21 conquistas en 19 encuentros. Ese dato estadístico no hace más que agigantar la figura de unos de los delanteros más efectivos que hayan pasado por las canchas argentinas.

La importancia de su obra en celeste y blanco adquiere un significado aún mayor si se tiene en cuenta que integró el Seleccionado nacional durante siete años. Su gesta goleadora no fue flor de un día o producto de una simple buena racha. Desde 1935 hasta 1942 integró el ataque en una época en la que dejaban su marca figuras como Francisco Varallo y Jaime Sarlanga (Boca), Alberto Zozaya y Ángel Laferrara (Estudiantes), Bernabé Ferreyra y Adolfo Pedernera (River), Arturo Naón (Gimnasia), Agustín Cosso (Vélez) y Juan Marvezzi (Tigre).

Masa anotó 21 goles en 19 partidos en la Selección argentina.

A diferencia de lo que fue su cosecha de títulos en Huracán, su paso por la Selección estuvo acompañada por el éxito. Ganó el Campeonato Sudamericano -hoy llamado Copa América- en 1937 y 1941 y también festejó en las ediciones de la Copa Roca -una tradicional competición contra Brasil- en 1939 y 1940. Pero eso no es todo: terminó al tope de la tabla de goleadores en los Sudamericanos del 35 y el 42.

Masantonio dio el presente en la mayor goleada obtenida por la Selección. El 22 de enero de 1942 les puso la firma a cuatro de los tantos en el triunfo por 12-0 sobre Ecuador. Ese día se lució junto con José Manuel Moreno, autor de cinco conquistas. El Chueco Enrique García, Pedernera y Ángel Perucca completaron la docena de gritos albicelestes.

Le tomó apenas 23 segundos batir la valla uruguaya en 1937.

También atesora un récord difícil de igualar: le pertenece el registro del gol más rápido de Argentina. El 11 de noviembre de 1937 doblegó al arquero Juan Besuzzo a los 23 segundos de un partido que finalizó con una victoria por 5-1. En ese encuentro, correspondiente a la por entonces habitual Copa Lipton, Masa consiguió otros dos tantos.

La gesta de Masantonio en el 12-0 sobre Ecuador coincidió con su producción más efectiva en el Seleccionado. En dos ocasiones celebró tripletes: el 20 de enero del 35 en un 4-1 sobre Perú y en el citado 5-1 sobre Uruguay el día del gol más rápido. Además, le metió dos tantos a Brasil (el 15 de enero de 1939 y el 5 de marzo de 1940) y a Paraguay (el 25 de febrero de 1940 y el 11 de enero de 1941).

La alineación argentina en el histórico 12-0 sobre Ecuador en 1942.

El debut del Mortero del Globito en el representativo nacional se produjo el 6 de enero de 1935 en un éxito por 4-1 sobre Chile, por el Sudamericano Extra disputado en Lima. Sus compañeros en esa ocasión fueron Fernando Bello (Independiente); Carlos Wilson (Talleres de Remedios de Escalada), José Scarcella (Racing); Rodolfo De Jonge (Independiente), José María Minella (Gimnasia); Antonio De Mare (Racing); Miguel Ángel Lauri (Estudiantes), Antonio Sastre (Independiente), La Bordadora Vicente Zito (Racing) y Arturo Arrieta (San Lorenzo). Masantonio cerró la cuenta en esa victoria argentina.

El 7 de febrero del 42 vistió por última vez los colores del conjunto nacional. Integró la formación que perdió 1-0 con Uruguay por la Copa América desarrollada en Montevideo. Sebastián Gualco (Ferro); Gregorio Esperón (Platense), José Salomón (Racing), Jorge Alberti (Huracán); Eusebio Videla (Tigre), José Ramos (River); Pedernera, José Manuel Moreno (ambos de River); Juan Milonga Heredia (Rosario Central), Masantonio y El Chueco García estuvieron desde el arranque.

La derrota en la despedida fue apenas la quinta que sufrió El Mortero del Globito en siete años con la Selección. Ganó 13 de los 19 partidos que jugó y empató solo una vez. Si fuera cierto que los números gobiernan al mundo, los de Masantonio no hacen más que reflejar la importancia de un delantero como hubo pocos.