Un fundación brinda recursos clave en el marco de la crisis habitacional del país
Manos que ayudan para una vivienda digna
Ofrecen una segunda vida a los objetos, materiales y muebles que ya no se usan transformándolos en una solución para familias de escasos ingresos. Los corralones sociales de la entidad ofrecen precios rebajados.
El acceso a la vivienda y el déficit habitacional son dos aspectos que desnudan los grandes problemas de la Argentina, donde uno de cada tres hogares no cuenta con una residencia adecuada.
Según cifras oficiales, el déficit habitacional es de casi 4 millones de viviendas: 1,3 millones de familias necesitan un espacio nuevo y 2,6 millones tienen necesidades de ampliación y/o mejoras en sus domicilios. Muchas de estos hogares pertenecen a la clase media cuyos sueldos no garantizan concretar la adquisición o renovar los hogares.
Esta realidad compleja no es nueva, sino que viene de décadas. Pero también fue el disparador para que hace más de cuatro décadas un grupo de jóvenes de por entonces 25 años decidieran involucrarse y generar un cambio en la comunidad.
“Uno de los chicos que jugaba al futbol conmigo tenía su casa en malas condiciones, no estaba en condiciones de habitabilidad. Entonces, a varios de los que íbamos a jugar se nos despertó la idea de empezar a trabajar en temas de vivienda, pero como medio para lograr el desarrollo humano. Creemos que una vivienda adecuada es un motor para el crecimiento y desarrollo de las personas, porque se mejoran condiciones de salud, de sociabilización, incluso hasta laborales”, explicó a La Prensa Alejandro Besuschio, director ejecutivo de la Fundación Vivienda Digna.
Sobre este último aspecto agregó que “una familia que vive en un asentamiento es muy difícil que pueda declarar un domicilio y, como consecuencia, que consiga un trabajo formal. Entonces, el foco de la Fundación es el desarrollo de las personas y como medio, el mejoramiento, la construcción de las viviendas”.
El esfuerzo comunitario permitió que la idea fuera creciendo y este 2024 se cumplen 45 años de aquella primera ayuda que realizaron. “Al principio, era mucho trabajo voluntario, pero en los últimos 10 años se decidió formar equipos y la estrategia fue la de ir teniendo un poquito más de volumen en las operaciones”, enfatizó el licenciado en organización de empresas que hoy dirige a un staff de 80 colaboradores y 200 voluntarios.
Por otra parte, al proyecto inicial se le sumó en 2004 un nuevo espacio destinado a un corralón donde se acopian distintos objetos en buenas condiciones donados por miles de personas. De esta forma se le da una segunda vida a las cosas que ya no se usan transformándolas en una solución para familias de escasos ingresos económicos proponen una manera sustentable de lograrlo.
“Las personas nos iban conociendo y empezábamos a recibir oportunidades de donación de materiales que generó la idea de crear el corralón. Así se generó un nexo entre personas que tienen algo para dar y familias destinatarias que lo necesitan”, resaltó Besuschio.
En tanto, la entidad cuenta con una base de datos de 80 mil personas que han comprado en algunos de los 4 corralones que la fundación cuenta en Boulogne, La Tablada, José C. Paz y en el barrio porteño de Barracas.
FINANCIACION
Otro punto destacado de la Fundación Vivienda Digna son los microcréditos que dan para que las familias mejoren su casas y que pueden utilizar en la adquisición de materiales u objetos de los corralones.
El programa está inspirado en el modelo creado por el economista y ganador del premio Nobel, Muhammad Yunus. Su revolucionario sistema consiste en otorgar pequeños préstamos a personas de bajos recursos que no pueden cumplir los requisitos para préstamos bancarios tradicionales. Así, para los hogares que cuenten con uno o dos salarios mínimos, que realicen changas o cualquier trabajo informal, el programa es una oportunidad invaluable. Pero últimamente también se le suma personas de clase media que dada las oportunidades que se pueden encontrar deciden visitar alguno de los corralones.
“No se busca ser asistencialistas, sino que las familias participen en la construcción de su barrio durante los fines de semana. Ese es el compromiso. Las familias cuentan con la asistencia técnica de arquitectos voluntarios para que puedan ir mejorando progresivamente su casa”, destacó el director ejecutivo que con la Fundación han estado involucrados en la construcción de más de 3000 soluciones habitacionales, llamándose eso a construcción de vivienda nueva o mejoramientos estructurales.
Luego agregó que “son ese grupo de familias que no tienen la oportunidad de acceder a un crédito, que generalmente no tienen formalidad financiera. Pero también vemos que hoy la vivienda es un tema, no particularmente del segmento con el que trabajamos nosotros, sino que también para el joven profesional que le cuesta mucho acceder a su vivienda porque no hay crédito según sus ingresos”.
Los anotados para acceder al sistema de microcréditos se dividen en pequeños grupos de dos o tres familias, elegidos por ellos mismos, donde se comprometen a ser solidarios y cubran la cuota en caso de que alguno no pueda pagar. Además, no se piden nada en garantía a las familias que participen excepto su palabra de que en 6 meses devolverán el préstamo.
La magnitud de la aceptación de la propuesta produjo que en los últimos 30 años se dieran 10 mil créditos en diferentes localidades, tanto de la ciudad de Buenos Aires como el Conurbano.
Hoy, más que nunca, el tejido social se sostiene gracias a esos puntos de encuentro que demuestran que el proyecto de Vivienda Digna está en contra de la indiferencia generando una corriente de sensibilización frente al dolor y las dificultades que enfrentan tantas familias.
OPORTUNIDADES
Las personas que se registran en el programa acceden a los productos a precios solidarios. También cuentan con capacitaciones gratuitas en autoconstrucción, asesoramiento de arquitectos y acompañamiento social.
A Gisele Mahiet parecía que la vida le había dado una gran oportunidad. Su padrino le había dejado un terreno donde podría tener su techo propio, algo que hasta el momento le había sido imposible conseguir mientras sostenía su hogar como madre soltera.
El espacio era precario, no más que un ambiente, una cocina y un baño, pero sintió que venía otra etapa en sus vidas. “Por esa época estaba en una situación en que no conseguía asistencia de ningún lado. Iba a Acción Social de San Isidro a pedir ayuda, no me auxiliaban por el tema de que el terreno queda en zona residencial”, recordó la mujer que hoy, con sus 42 años, sigue luchando por mejorar su hogar.
El primer contacto con la organización social comenzó 17 años atrás cuando tuvo la donación habitacional. “Al principio no tenía absolutamente nada, ni una silla o mesa. Me acuerdo de que cuando llegué al corralón era muy barato, porque encima me hacían un 50% de descuento”, recordó a La Prensa Gisele que al mejorar su casa repercutió también en la calidad de vida de sus dos hijas, Luna y Donatella.
La capacitación que recibió en estos últimos años le permitió a esta madre realizar múltiples tareas que por sus costos le hubieran sido imposible pagar. “Los voluntarios siempre te asesoran. Gracias a ellos tengo el baño más grande y una cocina digna. Puse el piso en el baño, he comprado aberturas para mi casa y puertas después de estar meses sin nada. También hice dos habitaciones que todavía no tienen el techo, por una cuestión económica”, señaló la mujer que hace pocos días se quedó sin trabajo.
Aun así, gracias a sus nociones de electricidad ha venido ayudando a sus vecinos cuando necesitan asistencia, lo que, a futuro, podría generarle un ingreso. “Psicológica y emocionalmente es buenísimo lo que te ofrece en Vivienda Digna. Cuando vos tenés un lugar donde estás tranquila porque a tu hija no se le llueve el techo, hay abrigo y pudiste poner un inodoro como la gente, que son pequeñas cosas que por ahí para la mayoría es algo normal, pero para otros no es tan fácil. Entonces, el hecho de poder tener tu casa en condiciones o tener un sillón o tener una mesa, esas cosas hacen que uno, tanto emocionalmente como psicológicamente, esté mejor parado frente a la vida”, explicó emocionada la beneficiada.
Las oportunidades en los corralones generaron también interés en el jubilado Marcelo Bergalli. “Siempre pasaba por el corralón que la Fundación tiene en La Tablada. Veía que tenían muebles en la calle y un día fuimos con mi esposa para averiguar. En ese momento no había terminado la casa y me faltaban detalles, no gran cosa, pero estaba construyendo y pude encontrar oportunidades a buenos precios”, explicó Marcelo que antes de jubilarse fue joyero y esto le permitió “trabajar bien, tuve posibilidades de comprar mi propiedad, comprar alguna otra, pero con los años no pude mantener todo”.
Actualmente, Marcelo sigue trabajando para contrarrestar su baja jubilación y todas las adquisiciones de la entidad le han venido como una gran oportunidad posibilidad de hacer mejoras a su casa. Así, ya adquirió un juego de sillones, banquetas, cortinas blackout, lámparas y muebles que restauraron luego en su casa.
Ambos beneficiados destacan el trabajo de los voluntarios cuya presencia es invaluable para la gestión del proyecto social.
“No solamente es poder poner linda una casa, sino que brindan contención. Aunque no haya una psicóloga hablándote, el hecho de saber que no estás sola, que hay alguien que te tiende una mano, está espectacular”, señaló emocionada Gisele.
Darle otro valor a eso que ya no se usa es el basamento de las donaciones que se realizan a la entidad. Por eso la difusión de este trabajo social y sustentable es parte del mensaje que Alejandro Besuschio propone difundir. “Es importante que se genere una conciencia también dé lo bueno que es ese material que tomará vida en alguna vivienda de alguien que lo necesita”, concluyó el directivo que actualmente busca expandir los corralones sociales a ciudades como Rosario o Córdoba.