Siete días de política

Lucha por la caja en el Congreso en medio de un caos político

Una oposición mayoritaria y anárquica intenta manejar el gasto desde el parlamento. Milei paró el aumento a jubilados pero le aprobaron otro para las universidades. Ahora, el presupuesto

Con los mercados bajo un sostenido control, la lucha política de mayor riesgo para el gobierno se trasladó al Congreso, poder en el que oposición multiforme y sin liderazgo unificado intenta con suerte despareja arrebatarle el manejo del gasto público.

En los últimos días la disputa fue equilibrada, pese a lo exiguo de los bloques oficialistas, pero falta la batalla decisiva que se librará a partir de hoy después de que Javier Milei presente el presupuesto 2025 en la Cámara de Diputados.

La pelea es a esta altura golpe por golpe. El gobierno consiguió -acompañado por buena parte de la “casta”- frenar en Diputados la insistencia del peronismo en el aumento del gasto jubilatorio mientras en el Senado conseguía una victoria política con la aprobación del uso de la boleta electoral única que Cristina Kirchner había bloqueado durante dos años.

La oposición, por su parte, le rechazó en la Cámara alta un DNU con un aumento de 100 mil millones del gasto de la SIDE y aprobó contra la voluntad del gobierno un gasto superior a los 700 mil millones para sueldos universitarios. Un análisis en detalle muestra, de todos modos, que ni los triunfos del gobierno fueron tan heroicos, ni sus fracasos, tan catastróficos.

En primer lugar, el rechazo a la insistencia por el aumento jubilatorio tuvo en el centro de la atención a los radicales, pero los votos los aportaron legisladores de Innovación Federal. Siete sobre ocho se abstuvieron, volviendo imposible al kirchnerismo voltear el veto. En la votación anterior se habían unido a los K. Innovación responde a los gobiernos de Salta, Rio Negro y Misiones.

Hacemos Coalición Federal, de Miguel Pichetto, en tanto, voto en “massa” contra Milei. Pichetto había querido jugar inicialmente con el poder, pero sus colegas tienen otros planes.

La situación de los radicales es caótica. Milei en persona recibió a los diputados que terminaron apoyando el veto. El gesto del presidente de negociar con la “casta” probó que la situación era crítica. El hecho fue también interpretado como un retroceso para Santiago Caputo que recomienda especialmente no juntarse con políticos. Como sea, el presidente aceptó negociar y bajó al barro; así logró su objetivo.

De poco le sirvió sin embargo el publicitado acuerdo con la UCR. Con su hermana recibió 24 horas después a los presidentes de bloque del Senado, entre los que se encontraba el del radicalismo, Eduardo Vischi.

Lo que quería el gobierno era demorar aunque fuera por una semana el rechazo al DNU de los fondos para la SIDE. El jueves, antes de la sesión programada para primera hora de la tarde, Vischi sufrió una derrota en su bloque y los radicales terminaron colaborando con el kirchnerismo (otra vez) para la incluir el decreto en el temario de la sesión (ver “Cómo gambetear costos”).

La UCR ha atravesado por múltiples crisis en su historia, pero la actual la encuentra sin líderes, ni ideología, ni identidad propia. El eje de la interna es la adhesión o el rechazo a Javier Milei.

El presidente nacional del radicalismo, Martín Lousteau, quiere aliarse con el kirchnerismo, mientras otros sectores como el de los gobernadores de Chaco y Corrientes, rechazan la idea de enfrentar al gobierno por razones fiscales obvias. Tienen que gestionar, no discursear desde una banca, mientras arman listas para 2025.

Hay un sector intermedio que repudia al kirchnerismo y a Milei simultáneamente, pero carece de conducción. Las tres fracciones comparten, sin embargo, algo en común: ignoran la voluntad de sus votantes que en amplia mayoría apoyaron a Milei en el balotaje de hace menos de un año.

Salvando las correspondientes distancias, algo similar ocurre con el PRO. La mayoría de sus votantes apoyan al gobierno, pero los dirigentes se encuentran con que el gobierno no los incorpora en las condiciones que ellos pretenden. Ese conflicto no puede ser resuelto por Mauricio Macri, lo que expone a los legisladores del partido a quedar expuestos al tironeo entre la casa Rosada y el peronismo. Hay también un sector muy reducido, el larretista, que ya rompió amarras y trata de armar una propuesta con dirigentes del bloque de Pichetto que sobreviven haciendo malabarismo cada cuatro años para renovar sus bancas.

La oposición más fuerte es la peronista, pero condicionada por Cristina Kirchner que eligió la confrontación con el presidente en el terreno que le resulta más adverso: el de la economía. No sólo porque tiene una ignorancia enciclopédica en la materia, sino también porque cuando le tocó manejarla junto con Axel Kicillof hizo un desastre homérico. Equivoca además el blanco de sus ataques. El flanco débil de Milei no es la economía, sino la política: no consigue armar un escenario de certidumbre fiscal para anclar la estabilidad monetaria. Sobre ese flanco debería martillar.