Los peligros para la salud mental en un mundo cada vez más violento e individualista

Una forma de evaluar la calidad de un producto determinad es la de tomar diferentes muestras y, luego de analizarlas, llegar a una conclusión. Así respecto a alimentos, o a la calidad del suelo, o del agua de un lugar se tomando varias muestras y eso permite establecer la conducta apropiada. En diferentes grupos humanos, en diferentes sociedades, lugares y épocas, el procedimiento es similar. Esta metodología que se usa por ejemplo para sondeos de opinión, permite conocer las tendencias de determinado grupo en un tiempo dado. En los últimos días, ocurrieron en nuestro país y en el mundo una serie de hechos de violencia que nos obligan a replantear una percepción de seguridad y estabilidad que hacen a la estructura de la sociedad y que necesitamos para poder desarrollar nuestra vida con cierto margen de certidumbre. 
En sociedades convulsionadas de manera constante, la época de final de año exacerba esa tendencia y así un policía retirado sale con un arma y mata en una discusión a un vecino, un padre mata de un tiro en la cabeza a su hijo en una disputa durante la celebración de año nuevo, o en la escena internacional en el mismo año nuevo un exmilitar atropella y mata a más de 15 personas y deja decenas de heridos graves. Lo inquietante es que estos hechos no son aislados, sino parecen ser parte de una tendencia global ya instalada y que impacta profundamente en la salud mental tanto a nivel individual como colectivo y moldea nuestra propia percepción de seguridad. 
Al mismo tiempo evolucionamos de manera irrefrenable a ser sociedades crecientemente individualistas, lo que nos expone a desafíos constantes respecto a la capacidad para afrontar el estrés y el trauma derivados de estos eventos disruptivos. En este contexto surgen diversas preguntas: ¿Cuál es el impacto de los hechos de violencia sobre nuestra salud mental y cómo podemos prepararnos para mitigarlos? ¿Cuáles son las características del trauma, tanto directo como indirecto, al vivir en sociedades en las que, aunque eso no nos ocurra directamente somos parte de esa inseguridad y cuáles las consecuencias a largo plazo?
Todos estos episodios, tanto los individuales como los masivos, los locales o los internacionales, hoy están amplificados en la era de la información inmediata y así no solo dejan un saldo de víctimas físicas, sino también psicológicas. La exposición, a su vez, puede ser  directa pero también indirecta, hace muchos años llamábamos a esto trauma virtual y puede desencadenar desde sensaciones de angustia, miedo e inestabilidad crecientes hasta trastornos como el estrés agudo y el trastorno de estrés postraumático (TEPT). Tradicionalmente, decimos que hasta un 20% de las personas expuestas a eventos traumáticos desarrolla TEPT según la Organización Mundial de la Salud (OMS), pero el repetido impacto mediático amplifica el trauma, ya que las imágenes y noticias multiplicadas pueden generar ansiedad y miedo en la población general y una sensación de inseguridad y peligro generalizada e ineludible 
La percepción de que el peligro ya no es algo lejano geográficamente o distante en el tiempo, es decir que "puede pasar en cualquier lugar o en cualquier momento", alimenta un estado de hipervigilancia y estrés crónico en muchas personas. Al mismo tiempo, de manera paradójica, se acrecienta la sensación de inseguridad y la incertidumbre sobre la seguridad en espacios públicos, o aun en lugares como grandes ciudades, donde ya la sociedad o los otros no significan protección, sino potencial peligro. Una reunión familiar, una avenida, o el mundo virtual, pueden ser los lugares donde se corra mayor peligro. Así se instala la idea de que no hay lugar seguro, de alguna manera no hay escape a la incertidumbre y al miedo. 
MIEDO Y AISLAMIENTO SOCIAL
La comunidad, como lugar de peligro y no de protección, se potencia con una tendencia creciente de un mundo donde el individualismo exacerba la sensación de aislamiento ya que las conexiones sociales profundas y significativas son menos usuales. En situaciones de crisis, como las sociales y económicas crónicas, pero exacerbadas por hechos de violencia como los citados, muchas personas carecen de redes de apoyo que puedan ayudarles a procesar el trauma. Son muchos los estudios que muestran cómo la soledad crónica afecta la capacidad de las personas para manejar el estrés e incrementa el riesgo de depresión. Es por eso que, en épocas de elogio del individualismo, muchas personas en lugar de buscar apoyo comunitario, intentan lidiar con sus emociones de manera aislada, lo que puede intensificar los efectos negativos del trauma. Esa elección de la estrategia ligada al aislamiento termina por ser disfuncional al procesamiento del trauma. Por otro lado, una sociedad donde el aspecto comunitario pasa a segundo plano, tampoco atiende de manera adecuada a quienes carecen de las herramientas emocionales adecuadas para hacer frente al malestar. Esto se  suma a la creciente demanda de servicios de salud mental, particularmente incrementada en la pandemia y la postpandemia, sistemas de atención que a menudo están saturados o carecen de recursos suficientes. Es por esto que las sociedades actuales de violencia, miedo e incertidumbre crecientes, requieren intervenciones a todos los niveles, pero en particular a nivel comunitario y político. Asumir el estado real de la salud pública, incluye el de la salud mental y así es fundamental que los gobiernos desarrollen estrategias de comunicación claras y efectivas para reducir la ansiedad pública, al tiempo que garantizan medidas de seguridad tangibles. Gran parte de la violencia que vemos en casos específicos y cotidianos es la emergente de la social, estructural y cultural característicos de estos tiempos. Asumir su aspecto eminentemente traumático implicaría la multiplicación y disponibilidad de programas de asistencia de urgencia especifica como los de "Primeros Auxilios Psicológicos", que han demostrado ser efectivos para brindar apoyo emocional inmediato a las personas afectadas por eventos traumáticos.
Por otro lado, aceptar la realidad especifica a los tiempos actuales lleva a entender el rol de los diferentes tipos de medios de comunicación en el impacto psicológico. El manejo responsable y ético de las noticias por parte de grandes medios, cuidando la modalidad de difusión de cierto tipo de noticias que puedan provocar fuertes respuestas emocionales, debe ser evaluado con sumo cuidado. Al mismo tiempo, en época de redes sociales y medios de comunicación multiplicados al infinito, el rol de los grandes formadores de opinión, adquiere una relevancia fundamental en este aspecto.
FORTALECIMIENTO DE LA RESILIENCIA SOCIAL
Las víctimas de los hechos de violencia representan en la medida que podamos salir del individualismo y empatizar con ellas, una fuerte fuente de alerta sobre nuestra propia salud. Si ese temor e incertidumbre nos permite generar alertas que impliquen la participación comunitaria, las actividades colectivas y el apoyo mutuo, ese puede ser el camino a un fenómeno de fortalecimiento, a incrementar la resiliencia de la comunidad y así puede ayudar a mitigar los efectos negativos de los atentados y fortalecer la salud mental colectiva.
Los atentados recientes son un recordatorio sombrío de los peligros que enfrenta nuestra salud mental en un mundo cada vez más violento e individualista. Sin embargo, también ofrecen una oportunidad para reflexionar sobre la importancia de construir sociedades más conectadas y resilientes. La colaboración entre gobiernos, medios de comunicación, profesionales de la salud mental y la sociedad civil será esencial para enfrentar estos retos y proteger nuestro bienestar emocional en el futuro inmediato.