Los niños y la ESI

Señor director:

Soy madre de cinco hijos. Ellos son mi tesoro. Creo que para la mayoría de los padres no hay mayor tesoro que sus hijos. Tres de mis hijos ya son universitarios, pero a los dos menores los hemos tenido que llevar a un sistema de educación a distancia después de que, en una clase de biología, la profesora excediera su rol de docente e interpusiera su propia concepción de la sexualidad en plena clase. Después de esto, sentimos con mi marido la necesidad de proteger sus almas conservando y cuidando su inocencia. Que aprendan el bien, la verdad y la belleza. Por eso buscamos la opción de la educación en casa.

Entiendo que los chicos deban aprender biología, el ciclo de la vida de los seres vivos, las pautas y técnicas del autoconocimiento, y demás materias. Aspectos como el dominio del carácter, la convivencia y comprensión entre sus pares, el respeto y el amor a la Patria. Cultivar el espíritu con lecturas que los eleven y los hagan soñar con cosas grandes. Una buena educación debe entusiasmarlos con un mundo mejor donde el esfuerzo y la dedicación sean reconocidos. Pero lo que está pasando en muchos colegios no es eso. El programa ESI se cuela en la educación de nuestros hijos, en temas muy personales que, me animo a decir, deberían ser privativos de los padres. Con la transversalidad que impone la ley de ESI se está sexualizando la educación. Se inquieta el espíritu de los chicos, violentando su inocencia y pudor. La información que se está dando excede lo que corresponde al ámbito de un aula donde hay niños con distintas necesidades y sensibilidades.

Nosotros, pudimos elegir una opción distinta de educación, pero no todos los padres tienen esa posibilidad. Lo que si podemos hacer todos, es involucrarnos y decir un rotundo “NO” cuando los programas atenten contra nuestras convicciones. Nuestros hijos son nuestra responsabilidad y nadie va a defenderlos de los atropellos mejor que nosotros. Tenemos que animarnos y hacer todo lo que esté a nuestro alcance para impedir que sigan promoviendo programas que lejos de orientar a una sana niñez la corrompen e hipersexualizan. Educar quiere decir “hacer crecer”, “tirar para arriba”. Exijamos una mejor educación. Mejores ámbitos escolares, en lo edilicio y también en el contenido. Nuestros impuestos deben usarse para mejorar las condiciones intelectuales, deportivas, artísticas y no para promocionar programas de dudosa procedencia que nada tienen que ver con nuestras raíces, costumbres y creencias.

PÍA LÓPEZ SANABRIA