Los goles llegaron desde el interior

El baúl de los recuerdos. Argentina venció 11-0 a Venezuela en la Copa América de 1975. Eran tiempos de pruebas para el técnico César Menotti, quien armó una Selección con futbolistas de tierra adentro.

El Mundial ´78 era el objetivo de César Luis Menotti. Llevaba pocos meses al frente de la Selección y tenía la difícil misión de reconstruirla después de años de absoluta desidia organizativa. La meta era hacer un buen papel en la Copa del Mundo. No mucho más que eso. El Flaco diseñó un plan de trabajo tan revolucionario como inédito que incluyó, entre otros aspectos, darles posibilidades a los jugadores del interior del país. Con un equipo casi íntegramente formado por santafesinos, Argentina goleó 11-0 a Venezuela por la Copa América de 1975.

Hacía ocho años que los seleccionados del extremo sur del continente no se encontraban en la competición nacida en 1916 con el nombre de Campeonato Sudamericano. La última edición había sido en 1967 y Uruguay se había quedado con el título. A partir de entonces, una combinación de poco interés de las diferentes asociaciones nacionales y nula insistencia de la Confederación Sudamericana de Fútbol conspiró contra el certamen. Sin embargo, después de ese largo paréntesis regresó y lo hizo con nueva identidad: a partir de 1975 recibió la actual denominación de Copa América.

Además del bautismo, el torneo había recibido una modificación en el sistema de disputa. Se dejó atrás el antiguo modelo de todos contra todos y se dividió a los nueve participantes en tres grupos. El ganador de cada zona accedía a las semifinales, en las que esperaba su turno Uruguay, el campeón vigente. También se abandonó el hábito de reunir a las selecciones en una sede única y, por el contrario, toda América alojó al 30º capítulo del viejo Sudamericano.

El festejo del Tolo Gallego, autor de unos de los tantos albicelestes.

LA REFUNDACIÓN

Menotti había tomado las riendas del Seleccionado en septiembre de 1974, apenas unos meses después del final de la opaca participación argentina en el Mundial de Alemania Federal. El entrenador, que había ganado el título del Metropolitano de 1973 con un Huracán que expresaba con llamativa naturalidad el ideal futbolero de ganar, gustar y golear, sabía que tenía en sus manos la responsabilidad de terminar con años de desenfrenada improvisación que habían llevado al conjunto albiceleste de fracaso en fracaso.

El Flaco había conseguido que la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) le otorgara plenos poderes para refundar la Selección. De algún modo, fue el padre de un representativo nacional que era víctima de la peor orfandad en términos de organización y estructura que pudiera concebirse. Por esa razón, el DT tomó medidas fuertes. Y las anunció con palabras firmes: debía convencer a un país futbolero que había perdido la fe en el equipo.

“La idea es jerarquizar a la Selección”, anunció no bien asumió sus nuevas funciones. Su objetivo sonaba ambicioso -debía serlo porque faltaban cuatro años para el Mundial que se iba a disputar en la Argentina- y se basaba en un conjunto de profundas convicciones que para Menotti eran innegociables. “Terminaré con un vicio: el jugador argentino cuando corre no piensa y cuando piensa no corre. A mí no me interesa ganar 1-0 con un gol de tiro libre. Quiero que ganemos porque somos capaces de superar futbolísticamente a nuestro rival”, proclamó en esos días.

César Luis Menotti llevó a cabo un trabajo hasta entonces inédito para refundar a la Selección argentina.

Para hacer realidad esa declaración de principios necesitaba buena materia prima. Es decir: futbolistas. Pero no cualquier futbolista: “Elegiré jugadores hábiles, con inteligencia y buen gusto como único argumento en la búsqueda del gol. Eso en el aspecto deportivo. Y con sentido de solidaridad respecto a los compañeros y noción clara de la responsabilidad en el aspecto humano”. El técnico abría el juego para buscar a los mejores intérpretes. Y lo abría de verdad.

BANCO DE PRUEBAS

La Copa América del ´75 fue el primer compromiso formal de la Selección de Menotti. Si bien unos meses antes el ciclo había tenido un triunfo fundacional en el torneo Esperanzas de Toulón con un plantel de jóvenes que comenzaban a recorrer las canchas vestidos de celeste y blanco, el certamen continental imponía otras obligaciones. El Flaco decidió no dejarse atropellar por las urgencias y optó por afrontar ese desafío con jugadores de muy poca o nula experiencia internacional. Más aun, escogió a un grupo de futbolistas que no pertenecían a los equipos que tradicionalmente proporcionaban hombres al Seleccionado.

De un día para el otro armó lo que quedó en la historia como la Selección del interior. Talleres, Belgrano y Racing de Córdoba, Juventud Antoniana de Salta, Colón de Santa Fe y Atlético Tucumán, entre otros clubes, empezaron a nutrir los planteles albicelestes. “Esa fue una gran oportunidad para todos nosotros. Nadie nos había dado el mismo lugar antes y supimos aprovecharlo”, relató el santiagueño Luis Galván -exdefensor de Talleres y campeón del mundo en 1978- en las páginas del libro Menotti, el último romántico (librofutbol.com, 2018).

Argentina contó con muchas libertadres para construir su goleada. 

Para el regreso al ámbito sudamericano, Menotti redobló la apuesta inicial y reunió a una nutrida delegación de jugadores de equipos de la provincia de Santa Fe (Rosario Central, Newell´s y Unión) y la completó con representantes de Belgrano y Talleres de Córdoba y de los porteños Huracán y Vélez. Una Selección bien de tierra adentro para acumular kilómetros en las canchas de esa porción del sur del continente y transformar ese viaje en valiosa experiencia para el Mundial.

Estaban los canallas Daniel y Mario Killer, Ramón Bóveda y Mario Alberto Kempes; los leprosos Américo Gallego, José Luis Pavoni, Andrés Rebottaro, Jorge Valdano y Mario Zanabria y los tatengues Hugo Orlando Gatti y Leopoldo Jacinto Luque como embajadores santafesinos. A ellos se les sumaron José Daniel Valencia (Talleres), Rafael Pavón (Belgrano), Osvaldo Ardiles (Huracán) y Julio Asad (Vélez).

A Menotti no le importó demasiado tener que vérselas con una potencia como Brasil que, más allá de que el DT Osvaldo Brandao también decidió darles la oportunidad a muchos jugadores jóvenes, seguía siendo Brasil. El Grupo A se completaba con Venezuela, que encaraba su segunda participación luego de su debut en 1967. La hoy famosa Vinotino casi había desaparecido del mapa futbolístico por una crisis dirigencial que la llevó a ser excluida por la Federación Internacional de Fútbol Asociación (FIFA) de las competiciones oficiales por varios años.

Desde el suelo festeja Daniel Killer, la gran figura albiceleste de ese lluvioso día en Rosario.

CONTUNDENCIA PURA

El debut fue a puro gol. El 3 de agosto, Argentina se impuso 5-1 con facilidad a Venezuela en Caracas. Tres goles de Luque, uno de Kempes y otro de Ardiles hicieron posible el triunfo. Tres días más tarde, los albicelestes cayeron 2-1 a manos de Brasil en Belo Horizonte. El Turco Asad, gran mediocampista central de Vélez y tío del Turquito Omar Asad (figura del Fortín de los 90), puso en ventaja a la Selección con un golazo de tiro libre. Los verdiamarillos revirtieron el resultado adverso con dos tantos de Nelinho, un marcador de punta de una formidable pegada.

Pasaron otras cuatro jornadas y las huestes del Flaco salieron otra vez a las cancha. En la cancha de Central jugaron la revancha contra Venezuela. Con un 11-0 impiadoso, ese partido quedó en la historia como la segunda victoria más holgada del Seleccionado, luego del 12-0 sobre Ecuador en el Campeonato Sudamericano de 1942. Aquel espectacular éxito en Montevideo tuvo como principales protagonistas a dos notables atacantes: el excepcional José Manuel Moreno y el implacable Herminio Masantonio. En cambio, en Rosario todos los aplausos fueron para un defensor, Daniel Killer, autor de tres tantos.

El Caballo, a quien Menotti tenía muy en cuenta por su aptitud para desempeñarse como stopper, se internó varias veces en el área rival y, ayudado por las facilidades brindadas por los defensores venezolanos, tuvo su mejor día con la camiseta celeste y blanca. Les puso la firma al primero, al cuarto y al octavo tanto. Una actuación brillante en un día de lluvia torrencial en Rosario con apenas 15 mil espectadores en las tribunas. Muy pocos testigos directos tuvo ese contundente éxito.

En aquel tiempo, Venezuela vivía un proceso de reconstrucción de su seleccionado.

También se hizo presente en el marcador El Tolo Gallego, quien no solía asomarse demasiado a las cercanías del arco contrario. El Pitón Ardiles aportó el tercer festejo. El primer tiempo se cerró con un cómodo 4-0 que ya se antojaba lapidario. Los segundos 45 minutos expusieron con mayor nitidez la disparidad de fuerzas entre ambos bandos. En el complemento, llegaron dos conquistas de Kempes -todavía no era El Matador, pero iba camino a serlo-, otro par del exquisito Marito Zanabria -no tuvo demasiadas oportunidades en la Selección-, uno más de Killer, uno de Bóveda y otro del Pulpo Luque selló el 11-0 definitivo.

El triunfo quedó instalado en el profuso universo de las estadísticas como uno de los más cómodos en los más de cien años de vida de la Selección. Es cierto que no sirvió para asegurar la permanencia argentina en el certamen, ya que el traspié por 1-0 contra Brasil en Rosario marcó el final del recorrido del elenco nacional en esa Copa América y le extendió a su verdugo el pasaporte a las semifinales.

Más allá de ese detalle no menor, la prueba había sido positiva. Menotti había encontrado un grupo de jugadores que tres años más tarde tuvo un rol estelar en la obtención del primer título del mundo para el fútbol argentino. La Selección del interior estuvo a la altura de las circunstancias y lo demostró con una victoria a puro gol.

LA SÍNTESIS

Argentina 11 – Venezuela 0

Argentina: Hugo Gatti; Andrés Rebottaro, José Luís Pavoni, Daniel Killer, Mario Killer; Osvaldo Ardiles, Américo Gallego, Mario Zanabria; Ramón Bóveda, Leopoldo Luque, Mario Kempes. DT: César Menotti.

Venezuela: Andrés Arizaleta; Omar Ochoa, Delmán Useche, Luis Marquina, Orlando Torres; Alejo González, Luis Mendoza, Richard Páez; Miguel Rivas, Ramón Iriarte, Iván García. DT: Walter Roque.

Incidencias

Primer tiempo: 8m gol de D. Killer (A); 14m gol de Gallego (A); 39m gol de Ardiles (A); 41m gol de D. Killer (A). Segundo tiempo: 8m gol de Kempes (A); 13m gol de Zanabria (A); 14m José Acurzio por I. García (V); 16m gol de D. Killer (A); 19m gol de Zanabria (A); 20m Rubén Darío Torres por Iriarte (V); 31m José Daniel Valencia por Zanabria (A); 35m gol de Bóveda (A); 37m gol de Kempes (A); 40m Julio Daniel Asad por Ardiles (A); 41m gol de Luque (A).

Estadio: Rosario Central. Árbitro: Pedro Reyes, de Perú. Fecha: 10 de agosto de 1975.