Los escenarios cambiantes y la actuación de Milei
Mañana, 25 de mayo, no se suscribirán en Córdoba los prometidos pactos, que ya no serán “de Mayo”, sino probablemente “de Junio”, en caso de que esten listos los acuerdos para el Día de la Bandera, en cuyo caso el escenario se trasladaría a Rosario.
Javier Milei quiere llegar al acto solemne solo después de que estén plenamente aprobados la Ley de Bases y el acuerdo fiscal. La aprobación llegará, aunque ni en las condiciones ni en los tiempos que había previsto el Poder Ejecutivo. El ministro de Interior, Guillermo Francos, admitió que “el dictamen está sufriendo algunas modificaciones, incluso algunas mejoras”.
El nutrido bloque de Unión por la Patria, el más numeroso de la Cámara alta, se ha amarrado a un rechazo férreo a la ley de Bases en general, pero funciona potencialmente como un comodín de respaldo a muchas objeciones en particular, que provienen de la oposición cooperativa: el bloque federal que coordina Miguel Pichetto, el radicalismo, la Coalición Cívica y algunos senadores que se mueven con autonomía.
Entre las “mejoras” aludidas por Francos hay que contabilizar el achicamiento de empresas a privatizar y de organismos del Estado a reestructurar, el número y calidad de atribuciones delegadas al Ejecutivo, los criterios de actualización de jubilaciones, varios puntos referidos al blanqueo que procura lanzar el Gobierno y al régimen de incentivo para grandes inversiones así como los pisos del impuesto a las Ganancias además de garantizar el financiamiento de la educación pública y restablecer el fondo de incentivo docente, que Milei eliminó.
EL AJUSTE: COSTOS Y NECESIDADES
En muchos de esos puntos no hay acuerdo pleno entre los opositores amables, pero para imponerlos alcanzaría con un fragmento de ese conglomerado si puede contar con el apoyo de un número significativo de senadores de Unión por la Patria. Detrás del telón, la señora de Kirchner no desalienta en absoluto esas eventuales colaboraciones.
Aunque sus colaboradores, en primer lugar el ministro de Interior, invierten horas negociando con los senadores para con seguir que la ley se trate y se apruebe cuanto antes, el Presidente se jacta de estar esencialmente desinteresado de la suerte de ese proyecto, asegura tener en carpeta “tres mil reformas más” y promete vetar “cualquier proyecto que manden desde el Congreso que quiera romper la caja y hacer volar este país por los aires.”
Milei exagera (es su estilo y no se muestra dispuesto a cambiarlo), pero no es necesariamente veraz: él no negocia directamente, pero lo hace por interpósitas personas; no sólo el ministro Francos, sino los otros dos lados del triángulo presidencial: su hermana Karina y su asesor estrella, Santiago Caputo.
La Casa Rosada no ignora que, más allá del descenso relativo de la inflación, esta sigue siendo muy alta y, además, el precio que paga por mantener la ilusión de una inflación sustancialmente domada se paga en buena medida con recesión, hiperrecesión como advierte Alfonso Prat Gay (o “depresión”, como empiezan a sugerir algunos).
La UIA alertó por “una caída de 17,2 por ciento en la producción industrial” en el mes de marzo. La cifra hace juego con otros números de la economía: la construcción cayó un 42 por ciento (Gerardo Martínez, el secretario general del gremio de los albañiles habla de una pérdida de 100.000 empleos en ese rubro); los salarios cayeron un 17 por ciento desde diciembre y las jubilaciones, un 28 por ciento en promedio; en ese contexto, el consumo se hundió y la recaudación impositiva cayó un 13 por ciento en abril.
Señala Prat Gay:”La caída en las ventas deprime la recaudación de impuestos, lo que exige más recortes en el gasto para alcanzar las metas fiscales. Entramos en un círculo vicioso”.
LA FAMOSA VE CORTA
La aprobación de la ley no es indiferente para un Gobierno que empieza a tocar algunos límites.
La famosa ve corta (el rebote económico hacia una rápida reactivación) no está visible y necesita estimularse con inversiones y, como señaló esta semana Federico Poli, quien colaborara con Roberto Lavagna desde la secretaría de Pymes del ministerio de Economía, “nadie va a hundir más de 1.000 millones de dólares para que de un día para el otro le cambien las reglas de juego y se modifiquen brutalmente las condiciones de rentabilidad de la inversión. Simplemente, ningún privado, nacional o extranjero, lo va a hacer”.
Poli hace ese señalamiento para defender el discutido punto del régimen de incentivo para grandes inversiones incluido en la ley de Bases y -apunta- “debe ser acompañado con convicción por el Congreso como política de Estado” porque “es un instrumento necesario para posibilitar disparar un proceso inversor de una envergadura tal que puede cambiar el perfil productivo de la Argentina”.
Coincide, sí, con sectores del interior y de los sectores de la producción nacional, en que pueden modificarse algunos aspectos del proyecto que aprobó Diputados: ”Se pueden realizar algunos cambios, al texto, en el margen para considerar algunas cuestiones. Por ejemplo, restringir el ingreso de los bienes de capital usados o diseñar algún mecanismo para poner en pie de igualdad a nuestra producción de bienes de capital. Tal vez, discutir si en materia de disponibilidad de divisas es posible aplicar, como el régimen minero, la obligación de liquidar el 30%. Pero no hay que agregar ni quitar más cosas que le hagan perder contundencia como atractor de inversiones”.
UNA ACTUACION
Hay figuras ajenas al oficialismo que trabajan y argumentan en favor del proyecto que el Gobierno envió a las cámaras. La displicencia que, en cambio, afecta Milei es quizás una táctica para mantener públicamente distancia con el mundo de las negociaciones, acuerdos y desacuerdos de la política, para no mezclarse con “la casta”.
El prefiere moverse en otros planos: el escenario internacional, donde disfruta por el momento de una situación de estrellato, retratado en la tapa de la revista Time o convertido en trending topic de las redes a raíz de sus desafíos verbales a domicilio al presidente del gobierno español y su esposa; y, en terreno local, el escenario del Luna Park, donde el último miércoles cantó como un rockero veterano y dio clase de economía ante un público cautivo que lo ovacionó y acompañó sus ironías y chicanas.
El arte de Milei, sin embargo, más que el que expone en esos tablados, es el que practica para ganar tiempo y mantener vivo el vínculo de esperanza en sus votantes mientras despliega sus durísimas medidas de ajuste, admite heterodoxias de sus equipos, incoherentes con su rígida prédica, para adaptarse a las restricciones de la realidad y otea las lejanas playas de la elección de 2025 cuando espera, a través del partido que empieza a articular su hermana Karina, consolidar el liderazgo que le otorgó precariamente el balotaje de noviembre del último año y mejorar de una manera decisiva sus fuerzas parlamentarias. Hay que ganar mucho tiempo.
En las últimas semanas varios analistas coincidieron en afirmar que Milei prefiere los roles de showman o profeta al de gobernante. Es probable que, con las fuerzas con que cuenta por el momento, actuar como profeta y moverse como estrella de un espectáculo sean sus formas de gobernar para preservar un papel preferencial en la opinión pública, principal base de su poder.