Con bajar la inflación no alcanza. Con desalojar a la perversa calaña K, tampoco. Si en un país, tanto el oficialismo como la oposición, callan u ocultan crímenes tan perversos como ligados al andar de la clase política, en ese país no hay Justicia. No hay República. Y ese país es el nuestro.
Hace pocos días, la hermana Pelloni dijo en el Vaticano temer que el secuestro de Loan esté vinculado con el tráfico de órganos. Lo mismo había dicho un tiempo atrás el Papa Francisco, en uno de sus escasos aciertos cuando se refiere a su patria.
En estas columnas hemos insistido en que su caso clama al cielo. El Vaticano, que en esta tierra lo representa, también clama por él. Ya es algo. Aquí, en cambio, cae sobre su destino un espeso manto de olvido.
Ni los políticos ni los medios lo recuerdan. Unos, porque su clase está inmersa en el caso. Los otros, porque sus intereses entraman con los de la clase política. Siguen un caso, hasta cierto punto. Luego, para que lo olvidemos, nos tiran arena a los ojos, dando excesivo espacio, por ejemplo, a los cachetazos habidos entre los concubinos de Olivos; de los cuales el ex presidente dice ahora no haber sido quien los propinara, sino su sufrido receptor. Bufonesco. Y penoso.
Los tres poderes del estado correntino están enlodados el caso de Loan. El senador Diego Pellegrini –de la UCR, íntimo del gobernador Valdés – llevó a la tía del niño, Laudelina, a una fiscalía provincial para que mintiera que éste había muerto embestido por una camioneta. ¿Cómo y porqué fue que se montó ese teatro? Nadie lo investiga.
Uno de los detenidos por la justicia es Walter Maciel, tan luego el comisario de la localidad donde Loan desapareció, cuyo obrar negligente impidió que el sumario se esclareciera de inmediato. La justicia local actuó con una negligencia igualmente culpable.
Para que no falte nada, salpica a la Marina que un capitán de navío, Carlos Guido Pérez, resulte más que sospechoso de ser parte del secuestro (el Ministerio de Defensa, tan severo con otros militares ¿habrá tomado alguna medida a su respecto?).
La ministra Bullrich, que supo viajar a Corrientes, nunca más habló de Loan. La ocupan sus conflictos con Macri y sus guiños a Milei. Y no hay político de partido alguno que abra la boca. Lo de Loan no interesa. Pasó. Los organismos de derechos humanos, también callan. Para ellos hay desaparecidos y desaparecidos.
EL ASESINATO DE UN FISCAL
Nisman. Se han cumplido diez años de su asesinato, cometido el día anterior a que acusara ante el Congreso a Cristina Kirchner, entonces presidente, de encubrir el atentando a la AMIA. Que el kirchnerismo guarde silencio, resulta obvio. Pero que la oposición no haya hecho una bandera del esclarecimiento de ese crimen, es de una pasividad cómplice.
Todos vimos por televisión el video que muestra a Berni, entonces Secretario de Seguridad y a Fein, fiscal del caso, chapoteando en la sangre de la víctima de un modo tal que sólo puede calificarse como de intencional estropeo de la escena del crimen.
Pero ni Loan ni Nisman son noticia. Parece serlo más la suspensión de unas P.A.S.O que nunca debieron existir o la marcha de grupos trans junto a los gordos de la CGT por las inoportunas sandeces que Milei dijo en Davos acerca de la homosexualidad.
Lo de Loan y lo de Nisman son crímenes de Estado. Porque sin la menor duda son estamentos estatales, de distinto grado, sus autores y encubridores. Mientras no se los esclarezca, poco tendremos de República.