Mirador político

Lo que probó Milei

En seis meses de gobierno Javier Milei no pudo hacer ni lejanamente los cambios económicos prometidos, pero consiguió algo de tal vez mayor importancia: poner en blanco sobre negro las causas económicas y políticas de la debacle de los últimos 80 años. Fue más didáctico que revolucionario. Encontró una manera extravagante de trasmitir su evangelio político, pero sumamente persuasiva.
Con un sencillo plan ortodoxo consiguió dar un frenazo brutal a una inflación que amenazaba con convertirse en hiper. Al margen de la contabilidad creativa que algunos especialistas le reprochan, dejó probado que la inflación argentina es producto de la emisión monetaria delirante para cubrir el déficit fiscal. Demostró que es cierta la hipótesis que el populismo rechazó por décadas y sigue rechazando.
Ante el violento repudio que produjo la reducción del gasto público en todo el círculo rojo (políticos, sindicalistas, empresarios, medios, etcétera) quedó probado también que la inflación y el cáncer que significa para la economía son, además de un problema monetario, un problema político. Menos el ciudadano de a pie, todos los sectores económicos se adaptaron al emisionismo, al capitalismo de amigos y a la protección arancelaria para saquear a los consumidores. Los expertos en mercados regulados no quieren ningún cambio porque su tarea es esquilmar al estado en beneficio propio.
Hasta los regímenes militares desaparecidos hace 40 años eran estatistas. En épocas del “monetarista” José Martínez Hoz (que no privatizó una sola empresa pública) el PBI era 50% privado y 50% estatal.
Los perjudicados del sistema estatista de saqueo fueron, son y serán los ciudadanos que carecen del poder necesario para hacerse de algún privilegio y que se empobrecieron masivamente. Esos ciudadanos que han pagado históricamente la fiesta aportaron otra novedad inesperada. Contra el credo populista los pobres no rechazaron el ajuste liberal, siguen apoyando a Milei y están dispuestos a volver a hacerlo porque creen que la demagogia económica les sale mucho más cara. No es una “iluminación” ideológica: se trata de una prueba más de que nadie se rasca para afuera. Los políticos de tanto aumentarse los sueldos a voluntad hace mucho que no son pobres por lo que resultan inmunes a esa experiencia.
Por esta última razón el Congreso ha sido hasta ahora el obstáculo más formidable con que se topó Milei; por eso se espera hoy con muchas dudas que el Senado le dé la primera ley en seis meses; por eso los operadores económicos, el FMI y los acreedores quieren comprobar si el sistema institucional realmente funciona cuando tiene que hacerlo contra el corporativismo, las “castas”, lo privilegios y el populismo y en favor de la racionalidad económica que hizo progresar al mundo desarrollado. En síntesis, si los representantes del pueblo representan a alguien más que a sí mismos. Eso es lo último que le falta demostrar a Milei.