Lo más parecido a una batalla en Santiago
El baúl de los recuerdos. Argentina derrotó a Brasil en un partido de la ronda final de la Copa América de 1991. Fue un valioso paso hacia el título en un partido durísimo y por momentos muy violento.
Un partido entre Argentina y Brasil nunca es uno más. Siempre hay algo especial en juego. Se trata de una cuestión de orgullo futbolero, incluso aunque se trata de un amistoso. Por eso muchos de esos duelos se disputan con una feroz intensidad. Exactamente eso pasó en la Copa de América de 1991, en Chile, donde albicelestes y verdiamarillos se vieron las caras en la fase final. La Selección, a las órdenes de Alfio Basile, ganó 3-2 en un partido frenético y por momentos tan violento que se pareció a una batalla.
Santiago, la capital chilena, es famosa por haber albergado enfrentamientos futbolísticos con clima bélico. Basta recordar la tristemente célebre Batalla de Santiago protagonizada por el seleccionado local e Italia en el Mundial de 1962. Y Argentina y Brasil han hecho de las suyas con choques durísimos como el de la Copa América de 1937 o el de la de 1946 en el que se terminó la carrera de un ilustre defensor como José Salomón, gran figura del Seleccionado de esos tiempos. Pareció el lugar ideal y los protagonistas adecuados para que una simple chispa desate un feroz incendio.
Las llamas surgieron prácticamente desde el instante mismo en el que el árbitro paraguayo les abrió las puertas a los protagonistas para salir a jugar. Las primeras que se desataron fueron de fútbol. El equipo del Coco Basile había exhibido en sus pocos partidos -el ciclo recién empezaba- muestras de una voracidad ofensiva muy marcada. Así, casi en el amanecer del partido, Argentina se fue al frente y se encontró con un tiro de esquina que Leonardo Rodríguez -inesperada revelación en esos días- depositó en la cabeza goleadora de Darío Franco, un rendidor mediocampista que se lució en esa Copa América.
Claudio Caniggia se fue expulsado muy temprano esa noche.
Brasil no tardó en responder. Branco, el mismo Branco que había sido víctima del insólito ataque del bidón pergeñado por Carlos Salvador Bilardo en Italia `90, ejecutó un tiro libre que combinaba exactas dosis de velocidad y precisión para establecer la igualdad. Se antojaba un resultado lógico porque los dos buscaban con ambición el arco contrario. Ambos sabían que ese primer compromiso por la fase final podía ser decisivo para saber quién se quedaba con el título.
UN PARTIDO CLAVE
Se sucedían las infracciones, las protestas al árbitro, los empujones. Si hasta vio la tarjeta roja Claudio Caniggia apenas pasada la media hora de acción. El Pájaro, autor del inolvidable gol en sociedad con Diego Armando Maradona con el que el Seleccionado que conducía el Narigón había sobrevivido al dominio verdiamarillo en el Mundial anterior, era el ancho de espadas en ese mazo de cartas en el que apenas se empezaba a divisar que Gabriel Batistuta era el de bastos y Leo emergía como un inesperado siete de espadas.
Franco, que en ese mazo imaginario podía advertirse como un tres para mostrar en los momentos más oportunos, volvió a ponerse en ventaja. Se fue Rodríguez por el costado izquierdo y lanzó un centro al corazón del área. Allí, el mediocampista de Newell´s hizo gala de su oportunismo y buen juego aéreo y con un cabezazo derrotó a Taffarel. Tres goles en 40 minutos invitaban a pensar en un festival de fútbol ofensivo. En parte era cierto, pero, había tanta ambición por el triunfo como predisposición para el combate.
Avanza Leo Rodríguez, la gran figura del conjunto albiceleste contra Brasil.
Tanto Argentina como Brasil estaban al tanto de que había en disputa mucho más que dos puntos. Sí, en esos tiempos todavía se otorgaba un par de unidades por partido ganado. Las huestes del Coco habían dado muestras de un estilo muy directo, con el arco de enfrente siempre en la mira. Por eso solo sabían de festejos en el certamen (3-0 contra Venezuela, 1-0 frente a Chile, 4-1 versus Paraguay y 3-2 con Perú). El equipo poseía un perfil bastante claro: atacar con rapidez y defenderse con bravura para que el arquero Sergio Goycochea no pasara sofocones.
En el fondo Oscar Ruggeri, el patrón de la defensa. Se complementaba muy bien con Sergio Vázquez y por los laterales subían y bajaban Fabián Basualdo y Carlos Enrique. Leonardo Astrada se encargaba de recuperar cada pelota que pasaba por la mitad de la cancha. Sus socios para esa tarea eran Diego Simeone y Franco, quienes se desdoblaban con naturalidad en la marca en el ataque. El Negro hasta había marcado un gol contra Paraguay con una definición en el área grande. Y eso que no pisaba mucho ese sector de la cancha. Ese día, El Cholo también había aportado un tanto.
Arriba, la sociedad Caniggia – Batistuta había dado pruebas de una convivencia muy saludable. El Pájaro desarticulaba todas las defensas con su velocidad y Bati se mostraba implacable: había marcado cuatro goles (dos a Venezuela, uno a Chile y uno Paraguay). Los abastecía con acierto Leo Rodríguez, quien en pleno certamen le sacó el puesto a Diego Latorre.
Un gol de Gabriel Batistuta, un delantero que se consagró en esa Copa América.
Para Brasil el clásico también resultaba decisivo. Su técnico, Paulo Roberto Falcao -notable mediocampista del gran elenco de España `82- no había conseguido que su equipo levantara vuelo. Si bien había derrotado a Bolivia y a Ecuador, apenas había empatado con Uruguay y había perdido con Colombia, el líder de esa zona. Superó la fase de grupos apenas porque tenía mayor cantidad de goles a favor que los celestes. Curiosamente, sus referentes estaban del medio hacia atrás: el arquero Taffarel, los zagueros Ricardo Rocha y Marcio Santos, el lateral Branco y el mediocampista defensivo Mauro Silva.
EXAMEN APROBADO
Si esos eran los puntales de un seleccionado que siempre se distinguió por su creatividad y apetito triunfal, estaba claro que Falcao no había logrado que Brasil fuera un equipo demasiado lujoso. Todo lo contrario. Por eso las críticas arreciaban. El duelo con Argentina adquiría un peso enorme. Quizás esa fue la razón por la que los verdiamarillos habían salido con “el cuchillo entre los dientes”, como seguramente lo habría propuesto sin dudar El Cholo Simeone, uno de sus rivales de esa noche.
No bien volvieron del descanso, Batistuta estiro la diferencia en el marcador. Otra vez se escapó Leo -la figura- y le tendió la mano a Bati para hacer realidad el tercer tanto. Joao Paulo descontó al pescar un rebote en el área y el 3-2, con más de media hora de partido por delante, presagiaba más emociones. Pero no fue así. Todo lo contrario. Se multiplicaron las infracciones y las protestas. Se fueron expulsados El Loco Enrique y Marcio Bittencourt. Sobre el final también vio la roja Careca III, quien entró, arremetió contra El Cabezón Ruggeri y apenas duró 120 segundos en el terreno de juego.
Alfio Basile le dio vida a un equipo con personalidad de campeón y muy buen fútbol. Por eso se llevó el título.
Siempre se dice que para ser campeón, un equipo debe dar una prueba de fuego. Para la Argentina del Coco, sin dudas ese examen fue el cotejo contra Brasil. Ese 17 de julio de 1991 aprobó con honores: obtuvo un triunfo clave contra un rival directo en la lucha por el título, impuso su juego ambicioso y letal, resistió las escaramuzas de su adversario y, sobre todo, salió con vida de un encuentro que fue más parecido a una batalla que a un simple partido de fútbol.
LA SÍNTESIS
Argentina 3 – Brasil 2
Argentina: Sergio Goycochea; Fabián Basualdo, Sergio Vázquez, Oscar Ruggeri, Carlos Enrique; Diego Simeone, Leonardo Astrada, Darío Franco; Leonardo Rodríguez; Claudio Caniggia, Gabriel Batistuta. DT: Alfio Basile.
Brasil: Claudio Taffarel; Mazinho, Ricardo Rocha, Marcio Santos, Branco; Luis Henrique, Mauro Silva, Marcio Bittencourt; Neto; Joao Paulo, Silvio. DT: Falcao.
Incidencias
Primer tiempo: 1m gol de Franco (A); 5m gol de Branco (B); 31m expulsado Caniggia (A); 40m gol de Franco (A). Segundo tiempo: Renato Gaúcho por Silvio (B); 1m gol de Batistuta (A); 9m gol de Joao Paulo (B); 16m expulsado Enrique (A); 16m expulsado Marcio Bittencourt (B); 33m Careca III por Joao Paulo (B); 35m expulsado Careca III (B); 37m Blas Giunta por L. Rodríguez (A).
Estadio: Nacional (Santiago, Chile). Árbitro: Carlos Maciel, de Paraguay. Fecha: 17 de julio de 1991.