Páginas de la historia

Leonardo Favio

Hace más de una década atrás, el 5 de noviembre de 2012, moría un grande del arte. Fue un triunfador en todos los caminos que emprendió, como director cinematográfico, como cantante, como actor y también como creador de temas musicales. Se llamaba Fuaf Jorge Jury y llegó a la consagración con el seudónimo de Leonardo Favio.
Dirigió ocho películas y algunos cortos y mediometrajes. La primera la realizó con sólo 27 años en 1967 y determinó su temprana consagración. Se llamó ‘Crónica de un niño solo’. Actuaron en ella Beto Gianola, Tino Pascali, Hugo Arana, María Vaner, su esposa, María Luisa Robledo y el propio director, quien también escribió el guion sobre un libro de su hermano Jorge Zuair Juri. Fue una película fundamental, dura y fuerte, pero simultáneamente tan tierna como poética. Poco tiempo después dirigió ‘Este es el romance de Aniceto y la Francisca’, que la protagonizó Federico Luppi y Elsa Daniel. Y después llegaron ‘El dependiente’, con Graciela Borges y Walter Vidarte. Luego ‘Juan Moreira’, en una tercera versión para el cine, protagonizada por Rodolfo Bebán. Y un episodio en la filmación de ‘Juan Moreira’, que luego les relataré, nos da también la dimensión humana de Leonardo Favio.
Me encontré con él, varias veces en algunos canales de TV y un par de ocasiones en emisoras de radio y siempre resaltaba su sencillez y su delicadeza personal.
Siguiendo con sus películas, llegó ‘Nazareno Cruz y el lobo’, un enorme éxito de taquilla.
Después realizó el milagro de ubicar no sólo como actor sino como protagonista, al boxeador Carlos Monzón en el film ‘Soñar, soñar’. Luego filmó ‘Gatica, el Mono’ y ‘Aniceto’, que llevó a la popularidad al excelente bailarín Hernán Piquín.

SU DIMENSIÓN HUMANA
Ahora voy a relatar una anécdota protagonizada por un actor de su película ‘Juan Moreira’, Eduardo Rudy y nuestro protagonista de hoy, Leonardo Favio.
Rudy tenía 54 años. Llegado el primer día de filmación le manifestó al director: “Mirá, Leonardo, hace semanas que no me siento bien. Te agradezco mucho, pero renuncio a actuar”.
Aclaro que Rudy no tenía trabajo en ese momento. Favio, conociendo su circunstancia económica, pero sin mencionarla le contestó, teniendo ya ‘in mente’ no aceptar su renuncia: “Mirá, Rudy. Hacemos una prueba y si no resulta, te aceptaré que no intervengas en el filme”. Se realizó la prueba y evidentemente, el actor la hizo muy pobremente.
Entonces Favio le mintió –y hay mentiras más nobles que verdades- y le manifestó: “Mirá, Rudy. Te sobra oficio. Lo hiciste muy bien”.
El rol era importante, pero prevaleció la nobleza de Favio, aun en un posible detrimento de la película.
Cuando Leonardo llevaba varias décadas de éxitos como realizador y como actor, decidió lanzarse como cantante y compositor. En este último rubro, quién no recuerda ‘Fuiste mía un verano’ de su autoría con la que debutó en televisión en el programa ‘La botica del Ángel’ con Bergara Leumann. Como cantante también fue un verdadero impacto por su singularidad de expresión y su romanticismo.
Y este ser humano, sujeto fuertemente a una idea política, por la que se jugó, pero también aferrado al respeto a otras convicciones, trae a mi mente este aforismo que quiero dedicarle como homenaje: “La categoría de ídolo, no se logra solamente con el triunfo”.