El rincón del historiador

Las consecuencias de las divisiones en la UCR

Las divisiones y fraccionamientos sufridos a través de su historia por el radicalismo tuvieron por general consecuencias negativas para la política y la vida institucional argentina.
Hace cien años el radicalismo en el gobierno sufrió una escisión que, desde mi punto de vista fue el desgarramiento más importante de su historia (aunque no el único grave ya que como se conoce sufrió otros a través del siglo XX y comienzos del actual).
Gobernaba Marcelo de Alvear que había sucedido a Hipólito Yrigoyen cuyo mandato había concluido en 1922. El cisma fue surgimiento de lo que se autodenominó UCR Antipersonalista o más concretamente el antipersonalismo, planteado como un regreso a su esencia impersonal originaria del partido, aunque fue claramente una expresión anti yrigoyenista y según dice Félix Luna allí precisamente radicó su drama. Desde sus primeros pasos se orientó a conseguir la anulación de la hegemonía e influencia política de Yrigoyen, el gran líder que había conducido a la UCR desde la virtual intrascendencia política hasta su apoteótico y casi inesperado triunfo en 1916.
Esa actitud negativa caracterizada con el prefijo "anti" la condujo a acercarse y parecerse cada vez más a los sectores sociales y políticos que habían combatido al radicalismo y a todo lo que representaba y por lo que había luchado. Si bien al comienzo, la nueva fuerza buscó recostarse en el presidente Alvear, a quien buscó influenciar para obtener su desembozado favor (algo muy común a lo largo de la historia argentina fue construir opciones partidarias desde el poder). Sin embargo el presidente se negó sistemáticamente aunque simpatizara con sus propósitos y en dicho sector militaran muchos de sus más grandes amigos.
Volviendo a la esencia del llamado antipersonalisno, encerraba una contradicción en sí misma. Vale decir, un partido que reivindicaba la mejor tradición política radical con eje en la democracia representativa como única fuente de legitimidad en el ejercicio del poder, impugnaba la legitimidad del sufragio popular porque la mayoría se inclinaba por un líder y su política a los que consideraban nocivos para la consolidación del sistema republicano, de modo que terminaban pareciéndose más a las viejas oligarquías que despreciaban el pronunciamiento electoral limpio a las que el radicalismo desplazó del poder.

ANTIPERSONALISMO
El llamado antipersonalismo reconocía su origen en un pronunciamiento de 1909, es decir antes de la llegada al poder del radicalismo, cuando un grupo de dirigentes entre los que estaban quienes serían protagonistas más tarde de la Década Infame: Leopoldo Melo, Roberto Ortiz, Vicente Gallo, que firmaron un manifiesto cuestionando la estrategia abstencionista de Yrigoyen. Estaban claramente equivocados, ya que al año siguiente esa estrategia rindió sus frutos cuando el nuevo presidente Roque Sáenz Peña buscó a Yrigoyen para impulsar la reforma electoral que lleva el nombre de aquél y que en 1912 significó un cambio copernicano para el sistema político argentino y que justificó plenamente la estrategia intransigente yrigoyenista para conseguir la democracia representativa.

NEGOCIACIONES
Ya en el gobierno, Yrigoyen debió abandonar históricas solidaridades y generar nuevas para consolidar el cambio democrático en la Argentina y asegurar como lo hizo una sucesión partidaria eficaz. Lo consiguió ampliamente ya que Alvear, su candidato, obtuvo para el radicalismo una mayoría más consistente y caudalosa en votos que los que aquél había obtenido seis años antes. Pero también allí estaba el germen de la discordia.
Muchos y muy importantes dirigentes rumiaban su rencor con Yrigoyen por no haber sido los señalados para la ansiada sucesión. Casi todos o todos, terminaron de una u otra manera alimentando el antipersonalismo desde su envidia y frustración personal. Ya se escribió en estas crónicas que Yrigoyen había elegido al mejor de sus posibles sucesores y los números de la gestión y realizaciones de la presidencia Alvear así lo acreditan.
Luna ha dicho en una memorable sesión de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas que Yrigoyen sabía que la división, la disidencia sería inevitable y que la persona de Alvear por su hidalguía y caballerosidad - ampliamente probada antes y confirmada después- aseguraba fair play, es decir, no repetiría la habitual conducta política argentina de presidentes que al chocar con su predecesor edificaban su propia estructura política en detrimento de aquél.
Por su parte Miguel Angel Ciuro Caldani, en ocasión del centenario de la presidencia de Yrigoyen, en un panel realizado en la Universidad Nacional de Rosario junto al autor de esta crónica, sostuvo que Yrigoyen sabía de la "grieta" que acechaba la integridad de la fuerza política que había hecho realidad la democracia y que su predilección por Alvear significaba la voluntad de Yrigoyen de restañar la unidad interna con un candidato que no crispara al partido ni atizara las diferencias que se sabían claras.
Sin embargo los roces comenzaron bien pronto ya que la integración del primer gabinete de ministros de Alvear no satisfizo plenamente las expectativas tanto del expresidente como de sus partidarios. Luego, varios senadores radicales no afectos a Yrigoyen en sintonía con conservadores opositores cometieron el dislate de modificar el reglamento del cuerpo para eliminar la potestad del presidente del Senado Elpidio González, hombre de suma confianza del caudillo para que designara a los miembros de las comisiones.

LA DIFINICION
Para 1924 las cosas se definen más claramente, ya que la circunstancial confluencia del Senado para modificar el reglamento encuentra una continuidad en la Cámara baja donde los radicales no yrigoyenistas votan favorablemente con conservadores y socialistas la incorporación de diputados electos en un comicio en que la UCR se abstuvo por falta de garantías.
Yrigoyen afecto a un lenguaje barroco y alambicado encuentra la palabra letal para señalar a sus opositores y la deja por escrito: Contubernio.
Todo se precipita en pocos meses. Una asamblea partidaria en el Teatro Coliseo reúne a las personalidades radicales de gran trayectoria que fueron enemistándose con Yrigoyen y a grupos internos opositores. En la Capital se realizan elecciones internas reñidas que dividen al radicalismo porteño a la mitad entre yrigoyenistas y antipersonalistas. De las veinte circunscripciones cada facción gana diez. La división ya no es interna sino que deriva en la formación de un nuevo partido, la llamada Unión Cívica Radical Antipersonalista, impulsada decididamente por el ministro del Interior Vicente C. Gallo, un histórico opositor interno a Yrigoyen en el distrito metropolitano.
En 1925 se clarifica el escenario ya que Alvear deja clara su postura prescindente: "¡A mí no me vengan a joder, arréglense solos y ganen si son más!". Gallo renuncia al rechazar el presidente su estrategia de desarmar al yrigoyenismo interviniendo su bastión en la provincia de Buenos Aires. Para 1926 ambos partidos la UCR y los antipersonalistas concurren separadamente con dos listas y queda claro que los yrigoyenistas son mayoría pero que la confluencia de votos antipersonalistas y conservadores puede encerrar el número mágico que bloquee definitivamente la influencia de Yrigoyen. Así se llega al final del mandato de Alvear, sin un candidato oficial impulsado por la Casa Rosada pese a las presiones ejercidas por sus más cercanos amigos. Y la candidatura de Yrigoyen decidida pocas semanas antes del comicio de marzo de 1928 como única garantía de triunfo del radicalismo ante la consolidación de ese frente de las derechas que eligió a la fórmula integrada por dos radicales Melo y Gallo.
Así y todo, la UCR con la candidatura de Yrigoyen obtiene el doble de votos que aquellos. Cunde la desazón entre las fuerzas opositoras, si electoralmente Yrigoyen es imbatible habrá que pensar en otra forma de desplazarlo del poder.
Y allí radica lo que a mi juicio fue la tragedia argentina y de aquel radicalismo que eligió el aditamento antipersonalista para acabar abjurando de todo aquello que era la razón de ser del radicalismo en sus orígenes: el respeto irrestricto a la soberanía popular. Primero el golpe de Estado para desplazar por la fuerza un gobierno legal y finalmente legitimar el fraude electoral para evitar que la demagogia suplantara a la democracia. Fue la Caja de Pandora. Por muchas décadas los demonios y espíritus del autoritarismo, el odio y el enfrentamiento se enseñorearon de la Argentina.