La vejez no es sinónimo de deterioro cognitivo
El cerebro es muy diferente a un músculo, pero sus funciones también dependen de que se mantenga activo y mejoran con el ejercicio. Tanto es así que en el caso de la enfermedad de Alzheimer (que en la Argentina afecta a unas 300.000 personas y en el mundo a 44 millones), hacer ejercicio y emprender actividades distintas puede hacer que los síntomas se desaceleren o incluso no aparezcan, aun cuando en el sistema nervioso se haya desatado el proceso de la enfermedad.
La principal causa de deterioro cognitivo en personas relativamente jóvenes no es el Alzheimer sino el daño vascular, es decir: la obstrucción progresiva –o rotura– de las pequeñas arterias que irrigan el cerebro, conocida anteriormente como arteriosclerosis. Pero a partir de los 65 años, la prevalencia del Alzheimer se duplica en cada década de vida, hasta superar a las demencias vasculares: “Una de cada ocho personas de más de 65 años tiene Alzheimer; a los 75, dos de cada ocho; y a los 85, cuatro de cada ocho”, señaló el doctor Fernando Cáceres, médico neurólogo argentino, especialista en neuro rehabilitación y director del Instituto de Neurociencias Restaurativas (INERE).
A diferencia de las demencias vasculares, cuyas causas se conocen y son prevenibles, se sabe que en el Alzheimer el daño cerebral se relaciona con la proliferación de dos proteínas –las llamadas tau y amiloide–, pero no se sabe qué desencadena ese proceso ni cómo evitarlo.
Hoy existen suficientes evidencias de que ciertos hábitos de estilo de vida son muy eficaces tanto para prevenir el deterioro cognitivo relacionado con Alzheimer, problemas vasculares y otras afecciones neurológicas relacionadas con la edad, como para retrasar la progresión de la enfermedad cuando ya existe algún daño.
En eso se basan los nuevos abordajes en salud cognitiva y neuro rehabilitación: “Los criterios para preservar la reserva cognitiva frente al Alzheimer son los mismos que para otras formas de deterioro cognitivo relacionado con la edad, y para las personas adultas de todas las edades”, explicó la doctora María Laura Saladino, médica neuróloga directora del instituto de Neuro Rehabilitación Ambulatoria (INERE Martínez).
Un estudio de seguimiento de más de 15 años realizado en los EE. UU. con casi 700 mujeres de más de 75 años reveló en 2002 que las más activas, emprendedoras, estudiosas y proclives a socializar y desarrollar habilidades expresivas eran las menos propensas a sufrir deterioros cognitivos. Este famoso “Estudio de las Monjas” de Minnesota mostró que muchas de las que no habían sufrido en vida deterioro cognitivo presentaban los típicos marcadores fisiológicos de la enfermedad de Alzheimer.
¿Por qué? Según sabemos hoy, explica Cáceres, “hay actividades cognitivas capaces de estimular la creación de nuevos circuitos de conexión entre las neuronas e incluso producir neurogénesis –generación de nuevas neuronas– a cualquier edad”.
“Esto, sumado al hábito sostenido de la actividad física que favorece la angiogénesis cerebral, es la base para preservar nuestra reserva cognitiva con la edad y para la neuro rehabilitación cuando ya hay un deterioro neurológico”, destacó Saladino.
Para estimular esa neuroplasticidad adaptativa natural, tanto ante el Alzheimer como tras un ACV, explica Cáceres, “se trata de utilizar las áreas cerebrales sanas para estimular en ellas nuevas funciones que reemplacen a las dañadas”.
Viajar, conocer otras culturas, iniciar nuevas amistades, aprender a tocar un instrumento, a bailar u otro hobby relativamente complejo puede ser la llave de la calidad de vida en la edad adulta: “El cerebro es un órgano social que requiere estimulación e interacción con otros; tiene que afrontar desafíos diferentes porque así se crean nuevos circuitos neuronales”, sostiene Cáceres.
“Esa reserva cognitiva capaz de preservarnos del daño en la edad adulta no se estimula con actividades rutinarias a las que estamos acostumbrados, sino con actividades nuevas, que nos representen desafíos”, señaló Saladino.
“Decenas de estudios muestran que la actividad física aeróbica sostenida como hábito en el tiempo estimula la angiogénesis y además produce cambios en los circuitos cerebrales y neurogénesis, y aún en personas con Alzheimer se enlentece la progresión del daño cognitivo con la actividad física”, sostiene Cáceres.
El especialista destacó, en síntesis: “El envejecimiento no es sinónimo de deterioro cognitivo, y hoy no existe el concepto de demencia senil. A las personas mayores que piensan que ya no están en edad de estudiar hay que decirles que todo lo que hoy conocemos sobre cómo preservar la reserva cognitiva y prevenir el Alzheimer y otros trastornos muestra que, justamente, es una edad en la que ponerse a estudiar algo nuevo les puede dar grandes beneficios”.