Muchas veces se ha hecho referencia a David Alleno, el cuidador del cementerio de la Recoleta. La página del Gobierno de la ciudad: “El Cementerio de la Recoleta cuenta con más de 4.500 bóvedas de estilos muy variados, entre las que se incluyen templos griegos y hasta pirámides egipcias. A su vez, encierra muchas historias curiosas en sus mausoleos. Una de ellas es la de David Alleno, cuidador del cementerio, quien ahorró toda su vida para poder construir en él su propia tumba”.
En nuestro libro Historias ocultas en la Recoleta con María Rosa Lojo apuntamos: “Como en el cuadro de ‘Las Meninasp que incluye a Velázquez, su pintor, la Recoleta exhibe en su cuadro de difuntos conspicuos a uno de sus cuidadores, David Alleno… al retirarse en la bóveda que compró con sus ahorros, justamente orgulloso de su imprescindible actividad, se hizo representar allí en efigie de mármol, con ropa e instrumentos de labor: escoba y balde, sombrero y pañuelo al cuello”.
Al pie hizo esculpir esta frase: “David Alleno, cuidador de este cementerio 1881-1910”. Esta escultura lo muestra en su juventud y arriba de ella está su busto representando al hombre maduro al momento de la adquisición de la bóveda.
Allí fue a descansar el 31 de octubre de 1915, cuando dejó este mundo, y no por propia voluntad como lo señalan muchos guías o artículos. Queda su efigie que mandó hacer en Génova por el escultor Achille Canessa, lugar al que concurrió personalmente, porque un hermano suyo había ganado un premio en la lotería y con el dinero que le entregó pudo comprar el pasaje. David Alleno ha pasado a la historia, incluso una nota en la famosa revista Caras y Caretas del 10 de abril de 1909 hace referencia a sus colegas en esa labor, donde aparece su fotografía.
Bueno es recordar y rescatar a los otros, cuyos nombres no siempre se conocen, y forman parte de la historia de ese histórico cementerio y que en algunos casos, eran parte de la historia nacional. En dicha revista se decía: “Uno de los tipos más interesantes de Buenos Aires es el cuidador de sepulcros, personaje de silenciosa existencia que hasta hoy no había llamado la atención de nadie, y que habría proseguido mudo y oscuro largo años a no ser que el intendente de propuso limpiarle el comedero. Claro está, en semejante emergencia, el estómago le hizo recordar que tiene boca, y el silencioso guardián de los sepulcros se alistó en el número de los que hacen ruido”. Todo se debió a que el intendente Manuel Güiraldes decidió -según la revista- “entregar el cuidado de los sepulcros al monopolio de una empresa, y desoyó las protestas de los actuales cuidadores, quienes apelaron en última instancia al Concejo Deliberante”.
SERVIDORES PUBLICOS
Veamos quienes eran los cuidadores y cuantos años hacía que prestaban el servicio: Juan Acejo (21 años); Luis Alberino (34 años), cuidador del sepulcro del presidente Manuel Quintana; Carlos Allende (20 años); David Alleno (28 años), había sepultado a numerosas víctimas de la Revolución del 90; Santiago Bruschi (18 años); José Julián Carrera (35 años), cuidador del sepulcro de Domingo F. Sarmiento; Carlos Castelli (21 años); Miguel Díaz (34 años); Nemesio Díaz (25 años); Rafael Lafrora (20 años); Antonio Lavasali (27 años); Paulino Lucero (28 años), ex tambor en la Guerra del Paraguay; Pedro Mendía (39 años), ex revolucionario del 70, ignoramos si en la de López Jordán o en la de 1874; Juan Mobile (19 años); Agustín Montesano (27 años); Andrés Paramidani (25 años); Benedicto Rapa (32 años); Benjamín Ré (21 años) secretario de la Asociación de Cuidadores; Santiago Rebollini (24 años); José Romano (7 años); Ramón Veis (6 años); Juan Vidal (34 años), cuidador del sepulcro del general Mitre; Domingo Yodano (22 años).
En el reclamo uno de ellos declaraba al periodista: “También las necrópolis tienen sus misterios; y por eso quieren suprimirnos, porque, fieles guardianes de las tumbas que están a nuestro cuidado, somos, en determinados momentos, un obstáculo importante. Además, el cargo es remunerativo, pues se nos ofrecen algunas ocasiones ganar alguna comisión sirviendo de intermediarios en la compraventa de sepulturas. Es natural, si se municipalizara el servicio, la gente de oficina nos impediría efectuar este pequeño negocio, aparte de que la empresa monopolizadora tendría el derecho de sustituirnos”.
Pero los patroneso dueños de las bóvedas estaban “perfectamente de acuerdo con los cuidadores, y los unos y los otros, unidos, han levantado una enérgica protesta contra la resolución del intendente. El cuidado de un panteón, es evidentemente, cosa delicada, y no es extraño que los primeros prefieran que estén dedicados a él, las personas de su entera confianza, en quienes puede creerse que lo ejercitan con algún sentimiento piadoso; en lugar de una empresa que tendría en vista única y exclusivamente los resultados pecuniarios, convirtiendo la función de los cuidadores en un mero comercio, como el de ciertas limpiezas que se hacen a domicilio”.
La medida no tuvo éxito y esos trabajadores cuyos nombres hemos consignado, algunos de ellos servidores en los ejércitos de la Patria, continuaron prestando su servicio y ganando honradamente su pan.