UNA MIRADA DIFERENTE

La pobreza es de todos

Los argentinos acaban de descubrir que más de la mitad son pobres y buscan desesperadamente un culpable de la mayor de todas las grietas.

Es muy fácil – o muy difícil – opinar sobre el drama de la pobreza o la indigencia cuando no se las sufre en carne propia, y por eso es ineludible tratar el tema pero también hacerlo con el máximo respeto y equilibrio del que se sea capaz.

La columna prefiere empezar por el final. Si de esta lamentable situación la sociedad llegase a la conclusión de que el problema se soluciona con subsidios, aumento de planes, de sueldos, de jubilaciones, subvención de tarifas, control de precios, confiscación de bienes, más impuestos, redistribución en cualquier formato, obra pública, empleo estatal, tipos de cambios diferenciados y controlados, retenciones y empoderando a las llamadas organizaciones sociales, regalos de jubilaciones sin aportes suficientes,  AUH y  similares, la pobreza seguirá aumentando hasta llegar a ser un crimen. 

La reflexión es procedente cuando de tantos sectores, en especial la prensa audiovisual, clama por una urgente acción del gobierno para resolver el grave problema. Justamente ese reclamo, esa pretensión, esa creencia, de buena o mala fe, ha traído al país a esta situación de virtual desmembramiento. A esta grieta que separa cada vez más a los argentinos. 

Cualesquiera de los caminos indicados ofrecen un alivio rápido al problema, pero al mismo tiempo efímero, y también con un efecto negativo que produce un instante de alivio, para luego empeorar mucho más que la situación inicial.  El gasto del Estado de subsidios en efectivo, en reducción de tarifas de electricidad, transporte, combustible o teléfono, termina siempre del mismo modo: altísima inflación que no admite más dispendios, altísimo endeudamiento en pesos y dólares que siempre se defaultea con algún formato disimulado pero que siempre margina más al país. 

Las causas

Los altos costos impositivos, las rigideces y atropellos sindicales y de la propia justicia,  la existencia o creación de una maraña de leyes que empujan a la evasión y al desestímulo de cualquier inversión local o extranjera, la destrucción de la infraestructura, fundamental en un país con las características geográficas y de producción como las que existen,  el proteccionismo a unas cuantas industrias, contratistas y licitadores prebendarios que ahuyentan toda competencia y encarecen los bienes y servicios, siempre en nombre de las fuentes de trabajo, y la corrupción cada vez más generalizada en toda la Administración del estado hacen que con creciente frecuencia el ciclo de fracaso-falso bienestar inducido-mayor fracaso sea más corto y obligue a ajustes más costosos, con un tendal de víctimas cada vez mayor. 

Colaboran al desastre una política migratoria estúpida y corrupta, que hace que los ciudadanos argentinos terminen subsidiando la salud, la educación, el régimen de vida de una masa de inmigrantes que, salvo alguna mínima excepción, son protagonistas destacados de los subsidios y el trabajo en negro en todas sus formas.

Paréntesis para salir al cruce de una fábula: se suele sostener que esos inmigrantes son muy pocos en proporción. Esas cifras no se basan en nada. Ni siquiera en la matrícula de las escuelas. Las de Capital tienen en muchos casos abrumadoras mayorías de migrantes. Lo mismo que los hospitales y cuanto organismo de reparto de dádivas exista. 

Por eso en el Censo que tuvo un resultado tan deficiente no se preguntó la nacionalidad de los encuestados, para que no quedara registro del número de beneficiarios de la solidaridad obligatoria. Un comentario pleno de ignorancia y desprecio por los datos dice que “esos migrantes aportan al pagar IVA y otros tributos y al realizar otros consumos”. 

Se trata de una burla, sin duda. No pagan otros tributos. Y si eventualmente correspondiera hacerlo los evaden. Y el consumo diario es mayoritariamente en negro, y el IVA del tramo en blanco no alcanza ni para compensar el costo de un mínimo de los servicios y subsidios que reciben. Nada extraño en un país donde los presos votan y cobran sueldo. Y no, no es un gasto del estado menor. 

Volviendo al centro del asunto, hay una regla económica que dice que toda oferta genera su propia demanda. O sea que si hay mayor tasa de crecimiento poblacional por cualquier motivo, esa demanda generará empleos, producción y oferta suficiente para más que autosostenerse. Falso. Eso es sólo válido en mercados laborales donde la negociación salarial es libre y sin imposiciones, exigencias, juicios y paros permanentes. Y tampoco tienen valor si los puestos de trabajo son directa o indirectamente estatales. Caso la mentira de la obra pública nacional, lo que no requiere explicación alguna a esta altura. 

Pero en un país donde existe la AUH, donde se dan planes alegremente por cada hijo, lo que ha transformado en un negocio la procreación, y donde la educación decae en cada generación, ese principio no es válido, y se viene demostrando hace 100 años en Argentina, sin que nadie se quiera dar cuenta de esa situación.

Por eso se reclama y luego se satisfacen esos requerimientos, se juzga a los gobiernos por lo que subsidian y regalan o no, hasta que llega el momento en que se acaban los falsos recursos de la emisión-inflación, los impuestos, la deuda, el default, y la producción legítima no crece ni alcanza para mantener una población que no participa del mercado laboral por culpas propias y ajenas. 

En ese momento, se consigue o se inventa algún chivo expiatorio o algún héroe que haga el ajuste, que nunca es peronista porque en eso el movimiento es muy hábil y tiene siempre algún inocente a mano que haga la tarea sucia, y vuelta a empezar pero dos kilómetros más atrás en la maratón. 

Supongamos que este Gobierno o cualquier otro decidiera hoy aumentar los sueldos, el gasto y los subsidios del modo en que están pidiendo los sensibles de las comunicaciones. ¿Cuánto tiempo tardaría en volver a estallar el caos y la pobreza? ¿Qué posibilidad habría de crecer, algo que ha quedado como la única alternativa de mejora frente al mecanismo histórico que se describe aquí y que ha llevado a este estado de cosas?

¿De dónde saldría la inversión, la toma de riesgo, la creatividad, la vocación de hacer? Cuánto tiempo se tardaría en volver a tener una inflación del 20 o 25% mensual?  Quién financiaría ese festival de bondad? ¿A cuánto llegaría el desempleo? Por cuánto tiempo más se seguiría controlando el dólar, confiscándolo a sus legítimos propietarios y matando el esfuerzo privado de un sector que es siempre el mismo? ¿Cuánto se puede ordeñar a la misma vaca? 

Caprichos de medición

Por esos caprichos de medición, sólo se mide adecuadamente la economía en blanco, no la economía que se ha ido sistemáticamente empujando a negrear. No sería extraño que un gran sector de la economía informal fuera menos pobre que un trabajador en regla, un jubilado o un médico o un maestro. Si se pudiese desagregar la cifra de pobres, se encontraría que muchos empleados del Estado, y no sólo los de Aerolíneas Argentinas, no están entre los pobres ni los indigentes.  Eso no cambia el drama. Pero merecería sopesarse.

Esta columna ha criticado que el ajuste del gobierno de Milei esté golpeando mucho más al trabajador que a esa entelequia llamada casta que a esta altura nadie sabe quién es, de qué lado o al lado de quien está. En especial la idea de seguir sin salir del cepo y al mismo tiempo salir del control de cambios, que es el único camino posible de crecimiento, porque ni la producción tradicional tendrá estímulo alguno si se le confisca más de la mitad de sus ingresos, se les cobra sus insumos mucho más caro relativamente que lo que vale su producción. 

Tampoco habría demasiado interés en invertir en un país que decide en una cumbre de iluminados cuánto vale un dólar, y qué parte de ese dinero es de sus legítimos dueños o es del estado. Ni sabe si le permitirán retirar sus dividendos ni a qué tipo de cambio lo obligarán a comprar o vender la divisa. Salvo los ladrones, claro. Cosa a la que está acostumbrada la sociedad, que ve cómo se encumbran los delincuentes que contratan con el estado y aplauden sincronizadamente a los funcionarios. 

Es cierto que a esa crítica el Gobierno puede sostener que liberar el tipo de cambio y dejar todo librado al mercado de un día para el otro puede ser catastrófico, por el efecto acumulado de todo el proceso que se explica más arriba. Porque la pobreza es endémica en Argentina.  Y en la actualidad, en especial después de la irresponsabilidad que culminó en 2023 se ha transformado, como el dengue, en una epidemia. 

También es cierto que muchas acciones de dirigentes destacados de LLA no parecen mostrar demasiado empatía con los sufrientes. También la columna sostuvo reiteradamente que esos mecanismos faranduleros, poco técnicos y de poca calidad política no colaboraban a trasmitir una preocupación profunda por la gente que padece el ajuste. Algunos hechos recientes, desde nuevas pulseadas internas entre los favoritos presidenciales, el estilo de panelismo agudo que parece atacar al presidente, hasta una carnestolenda y otro faux pas en la visita a Córdoba, con sus incendios que, provocados o no, deberían ser tratados con la seriedad y respeto de una tragedia nacional. 

Ciertamente los demás partidos, encabezados por el peronismo, versión K o cualquier otra, no son los adecuados para criticar la solución a los problemas terminales que ellos crearon y reforzaron sistemáticamente. La famosa doctrina de Perón, que muchos defienden sin medir sus efectos profundos, es el mayor surtidor de pobreza que se pueda concebir, en nombre de la reivindicación del trabajador, como todas las reivindicaciones al trabajador de la historia.

Ya estamos aislados 

No parece entenderse muy bien las causas de la pobreza. Cuando en este espacio se sostiene que la posición del presidente sobre el Plan del Futuro (el nuevo intento de la ONU y sus mandantes de transformarse en una dictadura universal) es la adecuada, se escuchan varias respuestas que deben ser más analizadas. Una de ellas sostiene que así el país “se aísla del mundo”. Como si no se hubiera aislado ya con sus defaults sistemáticos, las barrabasadas fuera de las prácticas internacionales de Kicillof en cada una de sus intervenciones, su famosa corrupción y pedido de coimas sistemáticos, las mentiras de sus datos pergeñada por el INDEC para no pagar el interés de ciertos bonos, los juicios en su contra en NY y el CIADI, la inflación delirante, y su inseguridad jurídica rampante. Eso aísla del mundo.

¿Acaso China, que firma cualquier cosa y no la cumple, sí pertenece al mundo porque aprobó el Pacto? ¿Acaso Brasil, que incumplió todas las reglas ambientales con su deforestación alevosa y que superó largamente a Argentina en su exportación de materias primas, sí está integrado al mundo?  

Otra línea de pensamiento, periodística por supuesto, cree que el Pacto de la ONU se trata de una serie de reglas a seguir para poder exportar a los países centrales. Como si Europa o Estados Unidos fueran a comprar algo más en el país, en vez de “correr el arco” inventando nuevas reglas e interpretaciones para justificar la exclusión argentina. Inocente visión. 

No comprenden que Europa le compra gas (fósil) a precio de oro a Rusia, sin importarle las normas que pretende imponer a este país y pronto, ante la decisión rusa de no venderle, pasará a reemplazar el gas ¡por carbón! Todo mientras gasta fortunas en tratar de derrotar a Putin.  Justamente con su disociación del acuerdo Milei está tratando que el país pueda crecer, única manera de combatir la pobreza. 

Hacen mal también los que culpan a “las recetas de la escuela austríaca” de la pobreza. Suponiendo que el mandatario haya seguido a pleno sus principios, esa escuela o tendencia no da recetas. Más bien, como toda ciencia social, observa el comportamiento de las sociedades y estudia y describe, en base a la evidencia empírica, los resultados positivos o negativos de ciertas políticas. No inventó el mercado. Al mercado lo inventaron las sociedades. O la sociedad mundial. 

Habrá que recordar que el leitmotiv del presidente es eliminar el déficit para bajar la inflación, razón principal de la pobreza. (Ambas tienen efectos que no se ven instantáneamente pero que una vez que ocurren son complicados de retrotraer) Cuenta para ello con la sistemática e inclaudicable oposición del peronismo, del radicalismo, del sindicalismo, del piqueterismo y de otros parásitos que pueblan el gasto nacional. Que colaboraron y colaboran eficientemente con el desempleo y la pobreza. 

Y la pobreza a estos niveles, por culpa de quien fuera, es un problema de todos. En eso no puede haber discrepancias.