La oportunidad perdida

El baúl de los recuerdos. Nunca como en 2014, la Selección argentina estuvo tan cerca de reeditar los días gloriosos de 1978 y 1986. Una ajustada derrota con Alemania hizo trizas un sueño inmenso.

La ilusión era enorme. Atronaba el “¡Brasil, decime qué se siente, tener en casa a tu papá! …”. La ocasión se presentaba ideal. Ganar el título del mundo nada más y nada menos que en el estadio Maracaná y derrotando al equipo que había humillado con un estruendoso 7-1 a los dueños de casa. Parecía soñado. Pero no. El destino, la mala puntería, la casi eterna pesadilla que significa Alemania para la Selección argentina… Todo conspiró. El equipo conducido por Alejandro Sabella se quedó con las manos vacías. Lionel Messi, la estrella que esperaba su consagración mundialista, terminó con la mirada clavada en el césped y la gloria fue para el conjunto de Joachim Löw. Sí, fue una oportunidad perdida.

Ya habían transcurrido 113 minutos de un duelo parejo, con dominio alternado y posibilidades de abrir la cuenta dilapidadas por uno y otro bando cuando, de pronto, apareció en escena Mario Götze. El mediocampista había ingresado casi al final del segundo tiempo por un agotado Miroslav Klose. Y lo que no pudo hacer el goleador histórico de los Mundiales lo logró el entonces mediocampista ofensivo del Bayern Munich. Bajó con el pecho un centro de Andre Schürrle y sometió a Sergio Romero con un zurdazo que viajó hasta el fondo del arco y se transformó en una puñalada para las esperanzas argentinas.

La final lo había tenido todo. Buen juego, llegadas a ambos arcos, errores arbitrales, polémicas, suspenso… No le faltó nada. En realidad, a los albicelestes les faltó puntería para abrazarse al título del mundo que se les negaba desde 1986. Esa tarde del 13 de julio de 2014 en Río de Janeiro se antojaba propicia, pero no lo fue.

El equipo de Pachorra Sabella se había instalado en el partido decisivo con un rendimiento irregular. Había debutado con una ajustada victoria sobre Bosnia-Herzegovina y con varios cambios en su estructura se las ingenió para alcanzar la finalísima gracias a un cierre salvador de Javier Mascherano ante un ataque del holandés Arjen Robben y las manos de Chiquito Romero el día que se convirtió en héroe, como se lo había adelantado el propio Jefecito. Soñar no costaba nada. Y Argentina soñaba.

Poco importaba que enfrente estuviera Alemania, el despiadado verdugo de Brasil en las semifinales. Las huestes de Löw habían humillado a los locales con un 7-1 inolvidable. Metían miedo con el implacable Klose, el certero Thomas Müller y el siempre rendidor Toni Kroos.

LA POLÉMICA

Messi era la carta de triunfo del Seleccionado. La Pulga siempre debía dar la cara por el equipo. Aunque su nivel había decrecido llamativamente en las instancias decisivas del torneo, todo un pueblo futbolero se encomendaba a él. Espera verlo triunfante para que, de una vez por todos, ascendiera al Olimpo celeste y blanco y se abrazara allí con Diego Maradona. ¿Cómo no confiar en Messi?

Argentina y Alemania estuvieron a la altura de las circunstancias. A ninguno de los dos equipos les pesó la responsabilidad. Jugaron como debían jugar. Los de Sabella desequilibraban con la habilidad de Messi, las corridas de un muy productivo Ezequiel Lavezzi y los desmarques de Gonzalo Higuaín, amenaza constante para la retaguardia rival.

Los alemanes habían perdido antes de jugar a Sami Khedira, uno de sus pilares en la mitad de la cancha. Löw lo reemplazó por Christoph Kramer, un recién llegado a la selección que duró media hora. Un choque con Ezequiel Garay lo sacó de combate y obligó al técnico a improvisar: decidió el ingreso de Schürrle, un delantero.

Mesut Ozil era el jugador más lúcido del elenco europeo. Él movía los hilos. De vez en cuando lo secundaban ese acorazado con apariencia de indestructible que era Bastian Schweinsteiger y el capitán Philipp Lahm, siempre listo para lanzarse al ataque por la banda derecha.

Argentina empezó a encontrar espacios. Así, Higuaín quedó en una posición propicia pero su remate cruzado no tuvo la recompensa buscada. Y luego llegó la acción que inició un absurdo proceso de mil y una burlas contra el Pipita. Toni Kroos cabeceó imprudentemente hacia su arco y la pelota cayó en poder del delantero quien, tal vez sorprendido por el regalo que se le presentó o vaya a saber preso de qué mal, remató absurdamente desviado cuando estaba cara a cara con el arquero Manuel Neuer.

Un rato después, el atacante del Nápoli acertó a la valla alemana, pero su gol fue anulado por una evidente posición adelantada. Más allá de esa situación, flotaba la idea de que la retaguardia alemana presentaba fisuras que Messi, Lavezzi e Higuaín podrían explotar.

Los hombres de Löw replicaron con un peligroso cabezazo Benedikt Höwedes que se estrelló en el poste izquierdo de Romero luego de un córner ejecutado por Kroos.

Cuando volvieron del descanso, Messi se topó con un guiño del destino para vestir el traje de héroe. Sin embargo, su disparo cruzado salió desviado. La pelota que, en condiciones normales, habría partido del botín izquierdo del rosarino hacia la red de Neuer, esta vez salió muy cerca un poste.

Y entonces fue el turno de la jugada de la polémica. Higuaín persiguió un largo pelotazo en dirección al área alemana. El arquero salió embravecido a buscar la pelota. La rechazó, pero, al mismo tiempo, embistió al delantero. Uso excesivo de la fuerza suele ser la explicación para esa maniobra que en condiciones normales se sanciona como penal. Así aparecía en todos los reglamentos, menos en el que usó el árbitro italiano Nicola Rizzoli, quien eligió desestimar ese argumento y transformarlo, insólitamente, en falta del atacante sobre el guardavalla.

ERA POR ABAJO…

En ese instante el partido cambió. La sensación de pesadumbre comenzó a cernirse sobre el equipo de Sabella. A esa altura ya no estaba el Pocho Lavezzi, de muy buena labor, reemplazado por un Sergio Agüero lejos de su mejor nivel. Alemania apenas se había aproximado con un centro de Lahm desde la derecha que Kroos hizo salir muy cerca del poste izquierdo de Romero.

La igualdad se mantuvo al término de una hora y media de acción y no hubo otra alternativa que disputar 30 minutos de alargue. La intensidad disminuyó. El cansancio decidió jugar su partido. Se había ido Klose y en su lugar apareció Götze. Lo propio había acontecido con Higuaín, quien, con la mira descalibrada, le cedió su lugar a Rodrigo Palacio.

Chiquito Romero, el arquero al que le faltaba continuidad en todos los equipos por los que pasaba pero que estaba rindiendo muy bien en la Copa del Mundo, redujo a la nada un tiro a quemarropa de Schürrle.

Casi inmediatamente, Argentina coqueteó con la victoria, pero no logró seducirla. Marcos Rojo le abrió el camino a la gloria a Palacios con un pase a la medialuna del área. ¡Era por abajo! El reproche quedó inmortalizado cuando el atacante, que no pudo dominar bien la pelota, la tocó por encima de la cabeza de Neuer y despilfarró una de esas jugadas que muy de vez en cuando aparecen en la vida de un jugador.

Los últimos 15 minutos mostraron a una Alemania mejor plantada. Los de Sabella parecían haber dejado escapar su último aliento en la llegada no capitalizada por Palacio. Pero, dicen, la esperanza es lo último que se pierde…

Y la esperanza se redujo a la nada cuando llegó ese centro desde la izquierda de Schürrle que Götze paró con el pecho y definió de zurda ante Romero. Chiquito no pudo. La pelota llegó al fondo de su arco. El festejo alemán contrastaba con la desazón argentina. La valla albiceleste había caído después de 485 minutos, un récord mundialista para el hoy guardavalla de Boca.

Ya no había tiempo. Bueno, solo había tiempo para lágrimas. Probó Messi con un cabezazo que se fue apenas por arriba del travesaño. La Pulga tuvo la última posibilidad. Un tiro libre para ese pie izquierdo capaz de tantas hazañas. Sin embargo, como le pasaba en esa época en los momentos más inoportunos, su remate se perdió en el cielo de Río de Janeiro. Y entonces brotaron las lágrimas de decepción. Mientras Alemania festejaba su cuarto título del mundo, Argentina sufría. Se le había escapado una oportunidad única. 

LA SÍNTESIS

Alemania 1 - Argentina 0

Alemania: Manuel Neuer; Philipp Lahm, Jerome Boateng, Mats Hummels, Benedikt Höwedes; Christoph Kramer, Bastian Schweinsteiger, Toni Kroos, Mesut Ozil; Thomas Müller, Miroslav Klose. DT: Joachim Löw.

Argentina: Sergio Romero; Pablo Zabaleta, Ezequiel Garay, Martín Demichelis, Marcos Rojo; Enzo Pérez, Lucas Biglia, Javier Mascherano, Ezequiel Lavezzi; Lionel Messi, Gonzalo Higuaín. DT: Alejandro Sabella.

Incidencias

Primer tiempo: 31m Andre Schürrle por Kramer (ALE). Segundo tiempo: Sergio Agüero por Lavezzi (ARG); 33m Rodrigo Palacio por Higuaín (ARG); 41m Fernando Gago       por E. Pérez (ARG); 43m Mario Götze por Klose (ALE). Segundo tiempo suplementario: 8m gol de Götze (ALE); 15m Per Mertesacker por Ozil (ALE).

Estadio: Maracaná (Río de Janeiro). Árbitro: Nicola Rizzoli, de Italia.  Fecha: 13 de julio de 2014.