‘Lo que se pierde se tiene para siempre’. Dirección: Anahí Berneri. Idea original: Javier Berdichesky, Alejandra Kamiya. Dramaturgia: J. Berdichesky, Andrés Gallina. Vestuario: Roberta Pesci. Escenografía: Lü Carnicer. Iluminación: Iván Gierasinchuk. Asistencia de dirección: CarolinaFernández. Actores: Sofía Gala Castiglione, Marita Ballesteros, Enrique Amido, Camila Marino Alfonsín. En el teatro Dumont4040.
Trasladar una obra literaria al teatro resulta siempre una actividad riesgosa. En muchos casos, suicida, si se toman en cuenta las diferencias enormes entre el mundo de las palabras escritas y el de la representación en vivo. En un caso, cada lector arma su propia historia, pinta con sus colores, se detiene, acelera el ritmo, si se aburre, abandona -ya Borges dijo que si no da placer, un libro debe abandonarse de inmediato-.
Nada de todo esto ocurre con el teatro: si bien un espectador puede retirarse -algunos, pocos, a veces lo hacen-, en cierta forma el teatrista se siente obligado a quedarse con los actores ahí, sosteniendo como puede su atención. Por otro lado, todo se ve en escena, uno puede imaginar, pero el golpazo de tener la acción transcurriendo ante los ojos hace que un espectáculo teatral si no es bueno pueda resultar abrumadoramente aburrido.
En ‘Lo que se pierde se tiene para siempre’, que se ve por estos días en el bello espacio Dumont4040 de Chacarita, los adaptadores Javier Berinchesky y Andrés Gallina se vieron con el gigantesco trabajo de llevar a escena materiales literarios de Alejandra Kamiya, la escritora de padre japonés y madre argentina que es un verdadero boom literario. Sus (muchos) fans aman a Kamiya. Y ella hace méritos con una literatura de títulos largos y cuentos inolvidables plenos de sutilezas y profundidad, muy difíciles de trasladar al vivo.
SEPARADOS
En el caso de ‘Lo que se pierde…’ la idea fue utilizar diálogos, personajes y situaciones de varios relatos de la escritora. El cuento ‘Separados’ funciona como columna vertebral, pero hay mucho más, tanto de ‘Los árboles caídos también son el bosque’ como de ‘El sol mueve la sombra de todas las cosas y les da vida’, ambos libros clave en la producción de Kamiya.
Y el resultado, por varios momentos, es muy logrado. Sobre todo cuando los silencios y las acciones les ganan a la palabra. Pero atención, son muy bellas las palabras que se escuchan también. Hablan con poesía de temas profundos como el paso del tiempo, la vulnerabilidad, las familias quebradas. Incluso hay un terrible trauma en la historia, que conviene descubrir al ver la obra.
A veces sucede que el recurso de un personaje que relata lo que siente y sucede todo el tiempo, como ocurre aquí, se emparenta demasiado con el material escrito y se pierde algo de la realidad escénica. Felizmente, estos ‘bajones’ no logran despertar tedio pero sí es verdad que por momentos, pocos, se resiente el interés.
LAS ACTUACIONES
Sofía Gala Castiglonie se destaca en un rol muy alejado de otros en los que se la suele ver. Acá ella es la que contiene, pone paños fríos y cuida a través de los años de esos padres que se separaron. Es muy grato verla desplazarse con soltura y seguridad por el escenario, visitando tanto a uno como a otro. “No tengo recuerdos de los tres juntos”, dirá en un momento.
Marita Ballesteros, en tanto, se luce como una madre que se hace cada vez más vulnerable pero que a pesar de eso mantiene fuertes sus dichos y maneras. Acompañan con mucho profesionalismo una chispeante Camila Marino Alfonsín y un aguerrido y a la vez frágil Enrique Amido. Se ve la mano de Anahí Berneri, quien acompaña a los intérpretes y crea un mundo armónico con acertados y mínimos recursos de escenografía e iluminación.
El final resulta conmovedor y en cierta forma sorprendente. Vale la pena dejarse llevar por unas palabras suaves, a veces demasiado atadas a la literatura de Kamiya -y que los fans amarán, por supuesto-, pero que sirven como puente para provocar emoción teatral genuina.
Calificación: Muy buena