En mayo de 1968 estalló en París un movimiento encabezado, principalmente por jóvenes universitarios, docentes, graduados y estudiantes, acompañados de multitud de obreros. El mismo filósofo Jean-Paul Sartre expresó, años más tarde, que lo repentino de la acción lo tomó por sorpresa. Aquellos muchachos habían decidido desafiar, con su desenfado, al poder establecido que consideraban caduco e incapaz. El grupo, que resistió varios días entre barricadas y alcanzó notoriedad mundial, llenó las paredes de la ciudad con leyendas nunca antes pensadas. Entre ellas, una que se hizo famosa: Se “La imaginación al poder”.
Aquellos jóvenes habían puesto en pocas palabras el que, tal vez, es el conocimiento más importante guardado desde milenios. Que no hay poder mayor que la fantasía humana. Es la imaginación la que crea la realidad.
Tal lo expresara el sabio Carl Gustav Jung (1875/1961) cuando afirmó que, finalmente, “nada ocurre en el mundo exterior que, previamente, no se encuentre configurado en el psiquismo del protagonista”. Es decir, que a cada uno sólo puede sucederle lo que -consciente o inconscientemente- ha incubado. Por ejemplo: las enfermedades psicosomáticas y los actos fallidos. De estos últimos mucho nos ilustró Sigmund Freud, a través de quien se originó la Psicología de lo Inconsciente.
El mejor aliado de cada persona, sobre todo en estos tiempos de tanta inestabilidad, improvisación y angustia, es el poder creativo y de encuentro de soluciones que tiene el pensamiento positivo. Así como la acumulación de esquemas mentales negativos o desarmonizantes conlleva la aparición de sentimientos de angustia y ansiedad, conductas depresivas y situaciones de impotencia; la mente puesta en positivo abre caminos (especialmente los insospechados y nunca recorridos por otros), establece una adecuada disciplina para la organización de las acciones cotidianas, permite la constitución de una verdadera trama afectiva donde la persona siempre se encuentra espiritualmente acompañada y asegura una vida físicamente sana.
Particularmente se trata de aprender a sentir, pensar y actuar en la misma dirección. Allí está la clave que hace invulnerable al individuo ante las situaciones agresivas, adversas o negativas provenientes del mundo exterior.
Tal vez uno de los más importantes secretos para lograr el éxito es dar libertad a la imaginación; es decir, dejar fluir las fantasías. Darse, cada día, tiempo para soñar conscientemente, imaginando -sin temor, ni vacilaciones- la obtención de lo deseado.
Para que un cambio en la ruta de la vida personal sea posible, hay que sentirlo desde las entrañas mismas del alma. Con sólo razonarlo no alcanza. Hay que enfocarlo apasionadamente. Pero una vez logrado esto, el camino para la concreción de lo imaginado pasa por la intervención del pensamiento racional reflexivo. Este entramado es el que ha permitido que la Humanidad saliera de las cavernas para encontrarse hoy explorando el Sistema Solar y, pronto, otras áreas del Cosmos.
Aquellos jóvenes habían puesto en pocas palabras el que, tal vez, es el conocimiento más importante guardado desde milenios. Que no hay poder mayor que la fantasía humana. Es la imaginación la que crea la realidad.
Tal lo expresara el sabio Carl Gustav Jung (1875/1961) cuando afirmó que, finalmente, “nada ocurre en el mundo exterior que, previamente, no se encuentre configurado en el psiquismo del protagonista”. Es decir, que a cada uno sólo puede sucederle lo que -consciente o inconscientemente- ha incubado. Por ejemplo: las enfermedades psicosomáticas y los actos fallidos. De estos últimos mucho nos ilustró Sigmund Freud, a través de quien se originó la Psicología de lo Inconsciente.
El mejor aliado de cada persona, sobre todo en estos tiempos de tanta inestabilidad, improvisación y angustia, es el poder creativo y de encuentro de soluciones que tiene el pensamiento positivo. Así como la acumulación de esquemas mentales negativos o desarmonizantes conlleva la aparición de sentimientos de angustia y ansiedad, conductas depresivas y situaciones de impotencia; la mente puesta en positivo abre caminos (especialmente los insospechados y nunca recorridos por otros), establece una adecuada disciplina para la organización de las acciones cotidianas, permite la constitución de una verdadera trama afectiva donde la persona siempre se encuentra espiritualmente acompañada y asegura una vida físicamente sana.
Particularmente se trata de aprender a sentir, pensar y actuar en la misma dirección. Allí está la clave que hace invulnerable al individuo ante las situaciones agresivas, adversas o negativas provenientes del mundo exterior.
Tal vez uno de los más importantes secretos para lograr el éxito es dar libertad a la imaginación; es decir, dejar fluir las fantasías. Darse, cada día, tiempo para soñar conscientemente, imaginando -sin temor, ni vacilaciones- la obtención de lo deseado.
Para que un cambio en la ruta de la vida personal sea posible, hay que sentirlo desde las entrañas mismas del alma. Con sólo razonarlo no alcanza. Hay que enfocarlo apasionadamente. Pero una vez logrado esto, el camino para la concreción de lo imaginado pasa por la intervención del pensamiento racional reflexivo. Este entramado es el que ha permitido que la Humanidad saliera de las cavernas para encontrarse hoy explorando el Sistema Solar y, pronto, otras áreas del Cosmos.