La hora más triste de Racing

La policía reprime en las tribunas. Vuela de todo a la cancha. Piedras, botellas… El árbitro Teodoro Nitti da por concluido el partido cuatro minutos antes del final. Racing pierde 4-3 en Avellaneda contra su homónimo cordobés. Se trata de mucho más que una derrota. La Academia, orgullosa de su rica histórica, vive su peor momento: su descenso a la B está consumado.

No aprendió de sus errores Racing. El 22 de enero de ese triste 1983 ya había estado al borde la cornisa. Ese día se salvó milagrosamente al vencer 5-3 a Sarmiento con cuatro goles del Ropero Roberto Díaz. Ese triunfo decretó la despedida de los juninenses. Casi once meses después no hubo milagro y los albicelestes no lograron gambetear la pérdida de categoría. Hizo todo mal en ese tiempo y lo pagó muy caro.

Hurgaba los bolsillos para encontrar alguna moneda en tiempos de profundo quebranto económico. El Cilindro de Avellaneda estaba clausurado por deficiencias estructurales. Un plantel diezmado por las recientes ventas de jugadores valiosos como Gabriel Calderón y Julio Olarticoechea-se fueron a principios de año, antes del Nacional- y por refuerzos que estaban lejos de ese nivel.¡Si hasta contrató a Carlos Lozano, un muchacho de 25 años al que alguien vio jugar bien en el torneo interno de GEBA!

Curioso caso el de la Academia en esos días. A mitad de año un equipo de la entidad ganó Proyección ´86, un certamen promocional que catapultó a varios pibes que jugaban muy bien como Jorge Camote Acuña, Gabriel De Andrade (ya había debutado en Primera), Néstor Raffo y el arquero Juan Carlos Zubczuk. A ese conjunto lo dirigía Daniel Silguero, quien tuvo que insistir ante los dirigentes para que les dieran a los juveniles la oportunidad de mostrarse. Insólitamente, el DT Rogelio Domínguez optó por no considerar a los integrantes de ese elenco campeón con la idea de que el descenso se peleaba con jugadores experimentados. Por eso el otrora gran arquero del Real Madrid en los tiempos de Alfredo Di Stéfano como figura estelar del fútbol también prescindió de otros jóvenes que habían rendido aceptablemente en la temporada anterior.

Domínguez dejó su cargo después de una derrota por 3-0 a manos de Estudiantes en la 3ª fecha. El equipo estaba penúltimo. Dos semanas después, el 10 de junio, asumió Juan José Pizzuti, el hacedor del fantástico equipo campeón de todo en 1966 y 1967. Tito sabía que la empresa era muy complicada. Racing se había acostumbrado a no ganar. En su gestión obtuvo diez triunfos en 28 presentaciones. Muy poco para alimentar un promedio famélico. Encima se lesionó Gustavo Costas, uno de los pilares de la defensa y faltó casi todo el torneo. Los refuerzos no funcionaban y había profundos conflictos internos.

Los principales rivales de Racing en la puja por evitar el descenso eran Chicago, Platense y Temperley. Algo más aliviado estaba River. A los albicelestes se les escurrió de entre las manos un triunfo por 2-1 sobre Unión que acabó 2-2 por un gol agónico de Miguel Angel Brindisi. Faltando dos fechas,perdieron con un San Lorenzo de gran campaña; los celestes vencieron 3-2 a Newell´s en Rosario y los de Mataderos sorprendieron imponiéndose 2-1 a los millonarios en el Monumental.

En el penúltimo capítulo del Metro se jugaba a suerte y verdad contra el Racing cordobés. Nervios, tensión, una hinchada que naufragaba entre la ilusión y la ira… Un clima muy adverso. Temprano llegó el primer cachetazo para los de Pizzuti. Atilio Oyola entró en el área y sometió al arquero Miguel Angel Wirzt, que jugaba su segundo partido en el club. Tan inestable era todo que en ese certamen hubo que apelar a cuatro guardavallas: la Pantera Carlos Alberto Rodríguez, Roberto González (llegó de Renato Cesarini a cambio de 15 pelotas), Zubczuk y Wirzt.

Empató Magallanes de cabeza y la esperanza cobró vida cuando José Luis Tesare -uno de los más criticados por sus flojos desempeños- puso en ventaja a Racing con un violento tiro libre. Los dos puntos no garantizaban la salvación, pero permitían llegar al clásico contra Independiente de la última fecha con posibilidades de evitar la catástrofe. Pero todo empezó a complicarse cuando el defensor cordobés Héctor Maldonado estableció la igualdad. Casi inmediatamente el Pato Gasparini hizo gala de su excelente pegada y clavó la pelota en un ángulo para adelantar a los de La Docta en el marcador.

A 15 minutos del epílogo, salió un largo pelotazo del arquero Juan Manuel Ramos. La Araña Amuchástegui le ganó a Tesare y le clavó la cuarta puñalada al corazón del agonizante Racing. Ya con proyectiles cayendo en la cancha, Diego Castelló descontó. El partido estaba 4-3 con cuatro minutos por delante. La lluvia de botellas y piedras determinó el abrupto final. El descenso de la Academia era una realidad. Cruel, el destino le hizo una burla atroz a los albicelestes. Se despidieron de la Primera División perdiendo el clásico con un Independiente que festejó por partida doble: el título ganado y la a hora más triste en la existencia de Racing.