La historia como campo de batalla de la política contemporánea

Si de acuerdo con Cicerón en ‘De Oratore’, historia magistra vitae, la historia es maestra de la vida, podríamos decir que en los últimos tiempos la historia se convirtió en el campo de batalla de la política contemporánea. Si bien a través del tiempo se vieron casos y ejemplos en que grupos políticos elegían el campo de la historia para combatir a sus enemigos actuales identificándose con aquellos prohombres que forjaron la grandeza del pasado de una Nación, pocas veces como en los últimos tiempos eso se ha visto con el absoluto y total descaro con que ahora el uso de la narrativa de la historia como un lugar preponderante en la faz agonal de la política como un medio de construcción de masa crítica con fines facciosos partidistas contemporáneos.

El pasado histórico se ha vuelto una parte indispensable en lo que Hannah Arendt definía como “la fabricación y la centralización de la mentira”. Reescribir la historia se hizo fundamental para cualquier proyecto populista de poder. En la Argentina lo vemos a diario desde hace dos décadas. A su tiempo el kirchnerismo procuró por todos los medios a su alcance construir un relato histórico que le procurase una épica a su proyecto político.

En menor medida el macrismo en su turno intentó tibiamente una suerte de batalla cultural que resultó infructuosa por un lado por falta de convicción y fundamentalmente por el agravamiento de la crisis sus consecuencias conyunturales.

BATALLA CULTURAL

Desde que asumió su cargo de presidente Javier Milei ha mostrado un superlativo interés en plantear el marco de lo que él mismo y su entorno denominan "batalla cultural" un lugar fundamental al relato histórico. Para la sociedad argentina, decíamos, no es novedad. La historia está en el centro de la discusión política hace más de dos décadas y muchas veces -más de lo deseable- como un objeto de apoderamiento desde el poder.

La captura de la historia y por ende de la definición del lugar que en ella le corresponde a cada uno de los actores políticos y protagonistas del pasado se ha convertido en un objetivo estratégico: allá los réprobos, acá los elegidos. Al "relato" kirchnerista de los últimos años que mandó al rincón de los traidores o malos argentinos a muchos de nuestros patriotas y prohombres ahora se pretende enalzar en contraposición un relato presuntamente libertario, asentado en una verdad escasamente comprobable empíricamente: la Argentina se descarriló cuando abandonó "las ideas de la libertad".

Pero, ¿se descarriló verdaderamente el país? ¿se abandonaron las ideas de la libertad? ¿cuándo y por quienes? O bien, a las ideas de la libertad clasica decimonónica se incorporaron conceptos que procuraron enriquecerla apuntando a fortalecer la igualdad, entendiéndola como igualdad de oportunidades, buscando una mayor justicia distributiva (San Agustín) que a medida que el mundo contemporáneo post guerras mundiales (1918 y 1945) requirió actualizaciones filosóficos y jurídicas que brindaran un marco a esas sociedades complejas que surgieron como novedad superando la mirada del siglo XIX.

VIOLENCIA VERBAL

La desmesura en la expresión de las ideas propias que un presidente, un político, un dirigente tiene el derecho de expresar y difundir, impugnando las del adversario presumiendo que lo hace por intereses abyectos y las más oscuras ambiciones, no se compadece con una mirada liberal, abierta al diálogo de ideas sin rebajar el nivel del debate a un chiquero inmundo donde el lenguaje soez abre peligrosamente la puerta a la violencia verbal simbólica en un país con demasiada violencia en su historia.

Se trata de un estilo populista moderno que podría llegar a emparentarse con una forma de post fascismo, planteando una modalidad deforme de la democracia, con rasgos autoritarios, antiliberales y una lógica política propia. Una formación con un concepto mítico de la verdad. Federico Finchelstein en su ensayo ‘Breve historia de la mentira fascista’ dice con acierto: “Los populismos como el fascismo sustituyen la verdad histórica por falsas ideas sobre un pasado glorioso que líder carismático promete revivir”.

Estos primeros cien días de gobierno de Javier Milei estarían confirmando esa peligrosa tendencia de construir una narrativa histórica casi como dogma y discurso único, y sobre todo ajena a los principios auténticamente liberales que afirma sostener.

 

* Presidente del Instituto Nacional Yrigoyeneano.