Siete días de política

La economía sometida al trabajo de zapa constante de la política

Un desorden político generalizado amenaza la precaria calma de los mercados. El peronismo ataca en el Congreso el equilibrio fiscal porque Milei no quiere organizar un oficialismo mínimo

Esta en marcha un fenómeno excepcional para la política nativa. Mientras la economía se ordena a partir de un fuerte ajuste fiscal (el dólar blue cae y tiende a converger con el oficial), la política se anarquiza. Generalmente ocurre al revés: si un presidente logra estabilizar el caos macroeconómico habitual, la dirigencia se reagrupa tras él de manera natural.

Hoy esa norma se incumple: la dupla Javiel Milei-Luis Caputo logró frenar la inflación a pesar de haber heredado un desastre histórico y comienzan a aparecer signos de reactivación. Pero pese a los datos positivos y las expectativas de mejora, los bloques oficialistas pierden legisladores en ambas Cámaras y algunos que conservan les convendría perderlos (ver “Los mercados están en otra”).

A lo que hay que sumar los cortocircuitos con aliados como el PRO o un sector de la UCR. Dos viernes atrás Milei había accedido a recibir por pedido de Mauricio Macri a los bloques de LLA y el PRO. Después del encuentro se esperaba una acción en conjunto para mejorar la gobernabilidad. De eso está pendiente el “establishment” que recibe no pocos palos del presidente -como la UIA la semana pasada-, pero que le teme más a una vuelta de Cristina Kirchner.

El pesimismo del círculo rojo se verá confirmado en los próximos días porque al gobierno lo esperan importantes derrotas en el Congreso. El kirchnerismo y los “dialoguistas” del Senado rechazarán el DNU con fondos para la SIDE y aprobarán el aumento de presupuesto para las universidades por más de 700 mil millones de pesos sin el correspondiente financiamiento. Este último, otro cañonazo contra el equilibrio de las cuentas públicas. En Diputados, en tanto, los “dialoguistas” quieren rechazar el veto al aumento a los jubilados, también sin financiamiento, para lo que están armando una mayoría de dos tercios.

Las desavenencias obedecen, en buena medida, a que el presidente se resiste a sumar “aparato político”. El consejo es atribuido a Santiago Caputo que cree dos cosas: que cualquier acuerdo con “políticos” constituye un error porque la sociedad los detesta y que el gobierno ya tiene en el bolsillo los votos del macrismo. Por esa, entre otras causas, desoyó las protestas de los aliados y los reclamos de consenso para tomar medidas polémicas.

Esta es la causa por la que Macri, entre otros, describe a Santiago Caputo como una suerte de Rasputín. Lo ve como el principal obstáculo entre el PRO y los cargos en el Congreso y en el Ejecutivo. Otro tanto sucede con veteranos legisladores que ofrecieron sus habilidades de baqueanos parlamentarios sin suerte.

La contracara de Caputo es Guillermo Francos encargado de tender un puente con los aliados. En su rol componedor, que atrae a los empresarios, es efectivo. Lo demostró en su primer informe como jefe de Gabinete en Diputados. El peronismo y la izquierda no pudieron con él y con la excusa de la “represión” en la calle abandonaron el recinto en clara derrota política. Francos los durmió, como se dice en la jerga.

En la oposición “hard core” las cosas no son muy distintas. Hay un espacio que apuesta a presentar una alternativa “progre” integrada por radicales tipo Martín Lousteau y figuras sueltas como Carrió, Monzó, Stolbizer, etcétera. Esos votan en contra sin matices. Apuestan a un camino del medio que hoy no aparece en ninguna cartografía.

El otro enclave opositor es el del peronismo, liderado por Cristina Kirchner, que durante la semana tuvo otra de sus inefables apariciones en las redes en la que apuntó contra el plan económico del gobierno y contra el peronismo. Antes de derivar en un cruce de desafíos infantiles por las redes con Javier Milei, su primer posteo demostró dos cosas: la intención de convertirse en la líder de la oposición polarizando con el presidente y, en segundo lugar, la de reasumir la conducción del PJ que se le está alejando por fracasos reiterados.

En síntesis, Cristina Kirchner intentó enseñarle economía a un economista profesional, convencer a la opinión pública de que todo está mal y que el presidente se dice libertario, pero que es más dirigista que ella. El planteo sería risible si la ex presidenta no representase a entre un 20 y un 30% del electorado. Pretendió darle clases de libertad económica a un libertario y lo acusó de manejar la economía desde el estado, dogma central del peronismo. Ignoró el principio de contradicción con el mismo aplomo con que llevó el país a la ruina.

En conclusión: la reaparición de rancios fantasmas del pasado y la inesperada resiliencia del plan Caputo (Luis) le permiten a Milei desentenderse de los políticos. Pero no por mucho tiempo, si no quiere recibir golpes como los que en la semana que se inicia le darán en el Congreso.