La difícil tarea de consensuar con las empresas
La vida de las empresas está fuertemente condicionada por el medio en que se desarrollan, por lo tanto la acción estatal es importantísima porque influye sobre ambos. Es por ello que sus directivos y los funcionarios del gobierno tienen responsabilidades directamente relacionadas.
En una economía libre el empresario es quien debe buscar sus fines, ámbito de acción, rendimiento y límites. Se debe orientar a través del mecanismo de los precios, del mercado, de la competencia y de los encuadres generales de orden legal que fija la administración estatal.
No existe una autoridad superior, como en los países comunistas o socialistas, donde la empresa es planeada por el gobierno y construida conforme a programas y finalidades determinadas. Por el contrario, es de la interacción de las empresas entre sí, moviéndose en el ambiente dentro del cual se desenvuelven, que surgen de manera espontánea, cambian y evolucionan constantemente.
Las empresas son un medio fundamental para el progreso del país. Las exigencias que deben enfrentar, contrariamente a lo que se cree, son extenuantes: están expuestos a la competencia, actúan en un contexto que no perdona errores, cuentan sólo con ellos mismos, no tienen en quien descargar la enorme responsabilidad.
Eso explica porqué muchos de ellos solicitan a los gobiernos ayuda y seguridad reclamando su intervención en la economía. Aparecen así planes para eliminar la competencia, fijación de precios, la planificación de la economía, con lo cual provocan, por ignorar sus principios básicos, un perjuicio enorme al país.
Esta actitud, la cual sufrimos en nuestro país desde hace décadas, destruye o disminuye las libertades básicas y la dignidad personal. Los planes de los funcionarios, aunque pretenden ser racionales, casi nunca concuerdan con la realidad.
INTERVENCIONISMO
El intervencionismo, el dirigismo y el estatismo, con planes de desarrollo globales ejecutados y controlados por funcionarios, no sólo no han dado resultado, sino que han creado una enorme burocracia.
Lo venimos sobrellevando desde 1945, cuando Perón embarcó al país en un aluvión de controles, de planes quinquenales, de nacionalismo y estatismo. Se agotaron las reservas con las que contaba Argentina al fin de la Segunda Guerra Mundial, se destruyó la infraestructura y se endeudó al país.
El Gobierno actual puede cometer errores, pero es imposible negar que vaya por el buen camino. Para cualquiera que estudie nuestra historia la aplicación de una economía capitalista representa la mejor vía para salir de la nefasta inercia cultural y resolver los problemas económicos y sociales.
Los diversos socialismos no han tenido en cuenta que la abolición de los múltiples poderes espontáneos de la sociedad civil crean una enorme concentración del poder del Estado y el aplastante crecimiento de una burocracia que, inevitablemente, desarrolla desaprensión y corrupción, ambas extremadamente difíciles de atacar.
La experiencia histórica es inapelable: seducen con sus cantos de sirena, llevan en la práctica a lo mismo: al gigantismo estatal y burocrático, a la politización de todos los aspectos de la vida social, aun los más nimios como la quiebra del mercado de precios, y por ende del mercado del voto, así como a una brusca disminución de la libertad.
Hoy el Gobierno tiene la tarea de elevar las reservas, lograr la estabilidad monetaria y plena ocupación, reequipar al país, estabilizar los precios y aumentar los salarios reales. Por todos los medios posibles hay que acompañar esta experiencia, marcando los errores pero sin desestabilizar.
Es necesario evitar volver al sistema rígido del gobierno anterior, basado en la planificación expansionista e inflacionaria de la economía, inspirada y llevada adelante no sólo por los gobiernos kirchneristas, cimentado en el déficit presupuestario y en la emisión espuria de moneda.
Se está actuando en la emergencia que dejaron los dos Fernández. Las empresas están desistiendo de ser meros burócratas sometidos al poder político. Se intenta poner orden económico sobre la base de sacrificios que impone la economía libre, abandonando la intervención estatal, la cual ha producido la emigración de capitales, la especulación y la inflación.
Se pretende la expansión y diversificación de los mercados, los cuales son la matriz y el espacio social característico de la acción electiva y por ende de la libertad. ¡No es poco!
BIENESTAR
El bienestar de los argentinos se debe conseguir asegurando el mayor ámbito de apertura económica y el respeto a las libertades individuales, la energía y el impulso de quienes desean trabajar harán el resto. La comprensión y la coincidencia entre las autoridades gubernamentales y empresarios sobre la necesidad del cambio de sistema tendría que ser tarea fundamental si se desea alcanzar un mejor nivel de vida dentro de un ambiente adecuado de libertad.
Y si es posible, también agregar a los sindicatos, los cuales no deberían, como lo hacen en la actualidad, invadir el ámbito político. Con ello reducen el espacio social de los partidos creando las condiciones para el corporativismo.
Es imprescindible unir a quienes desean el progreso del país en una tares conjunta y en una acción perseverante, positiva, y a largo plazo, para que las ideas de la libertad rindan sus frutos. Habría que restarle espacio a quienes pretenden volver atrás, políticos que practican la demagogia de lo popular, la masificación del pensamiento con latiguillos emocionales, induciendo al olvido de la responsabilidad personal, la ética del trabajo y la autonomía productiva de las personas.
No tendría que olvidarse la importancia que tienen las ideas, emociones y sentimientos de los individuos, instrumentados por grupos. Las ideas liberales, como bien lo demuestra la historia europea, se pueden difundir en condiciones económicas y sociales diferentes a las que le dieron origen. ¡No hay que bajar los brazos!