La delgada línea entre genialidad y locura
No ha existido una mente extraordinaria sin un toque de locura
Aristóteles
La exposición de los 100 años de Van Gogh en el Rijksmuseum de Amsterdam, en Holanda, en la que se exponían 120 cuadros considerados los mejores de su producción, concluyó el día que se cumplían los 100 años de su muerte acaecida el 29 de julio de 1890. La exposición había comenzado el 30 de marzo de 1990, en conmemoración de la fecha de su nacimiento en 1853. Al momento de provocarse su muerte tenía solo 37 años que alcanzaron para dejar un impacto eterno en las artes, pero también en la medicina, en particular las neurociencias. Algo más de un año antes había sido hospitalizado, en diciembre de 1888, ya que había tomado una navaja y se cortó completamente la oreja izquierda solo para después llevársela como obsequió a una trabajadora de un burdel.
Al pasar delante de sus cuadros, siguiendo la interminable fila de esa exposición, uno no podía dejar de ver de una manera única la comparación no solo de estilos sino de estados mentales y conociendo, de alguna manera, su historia tantas veces retomada por la neurología y la psiquiatría, intentar descifrar a qué corresponderían algunos cambios que se veían en los trazos del pincel que se disgregaban, haciendo imaginar si eso no era parte de la expresión de la propia fractura de su aparato psíquico.
Las hipótesis médicas en retrospectiva han ido desde una porfiria aguda, hasta bipolaridad, epilepsia temporal, psicosis de diversos tipos (esquizofrenia en particular), síndrome de Ménière (hipótesis relativa casualmente a ciertos cuadros), sífilis (cuaternaria), saturnismo (intoxicación por plomo), etcétera. Lo cierto es que cualquiera fuese el cuadro originario no mejoraba con su toxicofilia, en particular el consumo muy habitual en esos tiempos de ajenjo o absinte, una bebida alcohólica de uso extenso en los artistas de la época, que llega a tener un 74 % de alcohol y con efectos alucinatorios aparentemente en función de los agregados a la destilación original.
De una manera u otra la triste, y maravillosa a la vez, historia de la vida de Van Gogh, es uno de los hitos en el planteo entre genialidad y locura y la atracción que esto genera. La idea del artista, del genio, llamado a veces “maldito” por cargar con una maldición que sería el complemento de la genialidad, se ha visto en figuras en toda la historia, en las artes, las ciencias, el pensamiento, y la política.
Hay algo que queda claro en el estudio de estos personajes en los cuales vemos una falta, una fractura, en algún área que nos fascina y esto pasa desde artistas a políticos, a intelectuales hasta a delincuentes famosos. La normalidad no atrae de la misma manera que aquel comportamiento que sale de la norma. El “genio loco”, también ha pasado en la historia que sea un personaje que usa esa fachada para estafar sabiendo la fascinación y la baja de defensas que genera ese tipo de comportamientos. Los seudo genios extravagantes han estado inclusive en la historia contemporánea de nuestro país y sus promesas que nos convertirían en potencia como el proyecto Huemul de Richter.
La idea de interpretar a ese “genio/loco” lleva a perder en general el foco de lo que se trata y así la diversidad de opiniones. ¿Van Gogh pintó así ese cuadro en función de un síndrome de Ménière o de un episodio de epilepsia temporal o quizás un brote maniaco u otras interpretaciones nosológicas? Parte de la enorme fascinación es quedar atrapados en intentar entender algo que no entendemos, la típica pregunta en crímenes: ¿Qué tiene en la cabeza? Esas cavilaciones han llevado en algunos casos a creer que ese “falla” era el origen de esa genialidad y de allí a intentar comprenderlas: ¿Beethoven compuso eso en función de su sordera o de su personalidad tan particular? También la idea de la alteración de la norma y de allí a que la misma es la que genera la genialidad, la creatividad ha llevado a errores trágicos en algunos casos como el consumo de drogas justificando la búsqueda de la “obra superior” o de la creatividad. A la inversa, siguiendo el mismo planteo, si hubiera habido medicación para la supuesta condición de Newton o Van Gogh o tantos otros hubieran sido medicados, ¿nos habrían dejado su legado? La trampa del constructo locura/genialidad nos confronta con la falacia. La cita de Aristóteles representa, sin embargo, ese dilema sobre lo cual siempre se ha polemizado, sobre los aspectos más profundos de la mente. ¿Genialidad o locura?
Así, de la misma manera que el líder mesiánico es aquel que no se lo comprende, porque en su comprensión (¿e inteligencia?) superior logra ver y entender lo que el hombre del llano no logra entender, la búsqueda de instalar el paradigma de una mente superior vuelve a castigarnos o, quizás, nunca dejó de estar como atractivo. Esta atracción por lo que está del otro lado del límite, quizás explique muchas cosas. Alguien buscaba hurgar en esa fantasía, usando la cita: “la diferencia entre un genio y un loco es el éxito”. En realidad, ahondaba más la fantasía ya que a sabiendas o no la cita no provenía de un pensador sino de un dibujante de manga Japones, Masashi Kishimoto que efectivamente piensa que:
“La diferencia entre insania y genialidad es medida solo por el éxito o el fracaso”
Masashi Kishimoto
La historia de la humanidad va en contra de ese postulado, ya que es el argumento de alguna de sus peores páginas. La cuestión es la idea de la delgada línea entre genialidad y locura y la fantasía de que quizás lo que no se encuentre en la norma deba o pueda ser encontrado cruzando esa línea. Esa es la fantasía que subyace en el inicio de una adicción a un fármaco o a una droga: que algo del otro lado, que provenga de lo no incorporado, de la sombra, quizás guarde el secreto del éxito.
La solución mágica, milagrosa, es atractiva y una forma de ella es la que puede provenir aceptando que venga desde la locura. La realidad, sin embargo, y allí el aprender de la historia es tan indispensable, demuestra exactamente lo contrario.
En un antiguo grabado tibetano, el camino del cielo era representado como tortuoso y lleno de obstáculos, ilustraba la acción constante y cotidiana, pero la imagen complementaria era la más inquietante, la del infierno, que era un corto camino directo.
Quizás la fantasía de la locura sea eso, liberarnos de la responsabilidad de la existencia y que otro en su mesianismo, locura o genialidad superior, nos libere de la carga de nuestra propia existencia.
Pero sabemos el precio que pagamos esa fantasía.
La diferencia entre estupidez y genialidad es que la genialidad tiene sus límites
Albert Einstein