La dama de la lámpara

Por Vicente A. Costa * 

En el subsuelo de hospital Saint Thomas de Londres, existe un lugar  maravilloso y soñado para cualquier profesional dedicado a la salud, el museo de Florence Nightingale, mujer respetada en todo el mundo, por su papel pionero en el desarrollo de la profesión y el modelo conceptual de enfermería.

La colección del museo incluye material sobre los orígenes de la Nightingale Training School, la primera escuela de formación de enfermeras profesionales del mundo, que se inauguró el 9 de julio de 1860 por Miss Nigtingale, con 10 estudiantes.

Nació un 12 de mayo de 1820 en Florencia, fecha en que cada año se celebra el día internacional de la enfermera, en honor a ella.

Desde muy joven se destacó en matemáticas, y culminó sus estudios y aplicó sus conocimientos de estadística a la epidemiología y a la estadística sanitaria.

Creía que para mantener una atención sanitaria adecuada era necesario disponer de un entorno saludable (aire puro, agua pura, alcantarillado eficaz, limpieza y luz), componentes que siguen teniendo vigencia al día de la fecha.

Tuvo contacto con mentes brillantes de la época, como Charles Dickens, y Jhon Stuar Mills.

Pero su fe y profesionalismo, seria puesto a prueba en la guerra de Crimea, donde acude con 38 de sus enfermeras a pedido de Sidney Herbert, Ministro de Guerra británico.

Durante dos años, el hospital militar de Scutari en Crimea, fue su casa y su templo; se había generado una revolución.

En la organización de los servicios hospitalarios, en dos semanas logró montar una cocina para preparar la comida de 800 hombres; una lavandería en donde se desinfectaba la ropa de los pacientes, además dotó a los heridos y enfermos de 10 mil camisas compradas con los donativos que conseguía y de su propio dinero. “La dama de la lámpara”, fue la denominación que le dieron a Florence los hospitalizados, debido a que por las noches recorría las salas, iluminando, consolando, atendiendo, confortando.

Sus conocimientos matemáticos se volvieron evidentes, cuando usó los datos que había recolectado para calcular la tasa de mortalidad en el hospital. Estos cálculos demostraron que una mejora en los métodos sanitarios empleados, produciría una disminución en el número de muertes. Para febrero de 1855 la tasa de mortalidad había caído de 60% al 42.7%

Los heridos seguían siendo los mismos, pero ya no morían como consecuencia de las infecciones que contraían en el nosocomio. 

La presentación de datos en tablas era un recurso bien conocido y utilizado en su época, pero ¿cómo se le ocurrió la idea del diagrama que fue denominado “área polar”? Con él daría un vuelco a la estadística aplicada, algo que también le reconocerían los sabios de su época (fue la primera mujer admitida en la Royal Statistical Society británica y miembro honorario de la American Statistical Association).

Demostró, de forma gráfica y con claridad, (una autentica infografía del siglo XIX), cómo la falta de higiene, mataba más soldados que las heridas o las balas. Para ello creo una forma de gráfico circular con los impactantes datos gráficos sobre la causa de las muertes en la Guerra de Crimea.

Gracias a su gráfico, y la facilidad para entender su contenido, se creó una gran sensibilidad hacia la higiene en el ámbito médico y fruto de su fama inspiró la creación de la Cruz Roja.

El juramento Nightingale , efectuado por los enfermeros al graduarse, fue creado en su honor en 1893.

Paradojas del destino, en el año 2020, se celebraría el bicentenario de su nacimiento, la Organización Mundial de la Salud lo declaró como el "Año de la enfermera y la partera", justo con el comienzo de la epidemia de coronavirus.

Hoy día, existen muchas damas de la lámpara, en sanatorios, hospitales, clínicas, terapias.

Ellas han tenido que adaptarse, aprender a acompañar ante una enfermedad, que deja a los pacientes en la más extrema soledad, el no poder sonreír por las máscaras, el no poder tocar por el riesgo.

Ella tiene que vencer el miedo cotidiano, soportar la fatiga, el stress, ante una amenaza invisible, mortal; tienen familia y trabajan bajo un clima de presión, que exige cada vez más y más.

No podemos ser indiferentes, más cuando desde el poder político, lo único a lo que se acude es al agravio, al miedo, al enojo, cuando debiera haber solidaridad, reconocimiento y más importante aún, agradecimiento.

Se habla del sistema de salud, del colapso sanitario, pero se habla poco de las personas, que ponen el cuerpo para llevar adelante el sistema de salud, muchas veces con sueldos magros y sin ningún incentivo.

Hoy la enfermería, en momentos tan difíciles, necesita el justo reconocimiento de la sociedad, por su esfuerzo, por su abnegación, por su compromiso.

Como médico, mi más sentido homenaje a los enfermeros y enfermeras, verdaderos ángeles misericordiosos en esta tierra, cuyo deber es cuidar y cuidarnos.

A todos ellos, ¡Gracias!

*Médico clínico