La batalla de Burdeos

El baúl de los recuerdos. Brasil y Checoslovaquia disputaron en 1938 un violento partido por los cuartos de final. Igualaron 1-1 y dos días más tarde debieron jugar un desempate con varias bajas por lesión.

Tres expulsados, dos jugadores fracturados, varios magullados… Esos datos son fáciles de citar. En cambio, la cantidad de patadas, golpes y escaramuzas a lo largo de las dos violentas horas de juego se perdieron con el correr de los años. De todos modos, la precisión en esos rubros queda relegada a un segundo plano cuando se aclara que todo eso sucedió en La batalla de Burdeos. Con ese nombre quedó en la historia un durísimo partido que protagonizaron Brasil y Checoslovaquia por los cuartos de final del Mundial de 1938, disputado en Francia.

“Que Nejedly no toque la pelota”. Esa fue la escueta indicación que Adhemar Pimenta, técnico de Brasil, les dio a sus jugadores antes del puntapié inicial del duelo con los checos el 12 de junio de 1938 en Burdeos. El entrenador solo sabía que el futbolista del Sparta Praga era una de las principales figuras del conjunto europeo. La otra era Frantisek Planicka, un hombre que, a pesar de medir solo 1,72 metro, era un gigante del arco.

En aquellos tiempos no se disponía de tanta información sobre los rivales que se cruzaban en el camino de una selección. Pimenta se preocupó por averiguar de quiénes debía cuidarse. Y les encomendó a sus jugadores que los frenaran sea como fuere.

Zezé Procopio siguió las instrucciones al pie de la letra y cuando aún no se había cumplido el primer cuarto de hora le dio una brutal patada al atacante. Oldrich Nejedly, a quien le decían Olda, sufrió una fractura de tobillo. Dolorido y con dificultades para moverse, siguió en la cancha porque no estaban permitidos los cambios. Su verdugo, en cambio, debió irse temprano por la expulsión decretada por el árbitro húngaro Pal von Hertzka.

No solo los brasileños pegaban. Los checos no se quedaban atrás. Las acciones se asemejaban más a una cacería humana dentro de un estadio que a un partido por los cuartos de final de una Copa del Mundo. A cada infracción le seguía una ronda de empujones, insultos y amenazas.

En medio de tanta violencia y descontrol hubo una pausa para el fútbol. Leónidas, un extraordinario delantero brasileño eternamente recordado como El diamante negro, se inspiró y puso en ventaja a su equipo. Claro, fue un hecho aislado porque la brutalidad no se tomaba un descanso tan prolongado.

Los ánimos no se calmaron en el segundo tiempo. Von Hertzka concedió un penal para Checoslovaquia, pero, llamativamente, no se debió a una infracción, sino a una mano del exquisito zaguero Domingos da Guía (había actuado en Boca entre 1935 y 1937) en una confusa jugada. La decisión del juez provocó la furia de los sudamericanos.

Al arquero Walter le habían prometido un premio especial si conservaba su valla invicta y estaba fuera de sí. Sus compañeros y los dirigentes que acompañaban a la delegación protestaban. Ajeno a la ira de sus adversarios, Nejedly, más allá de su tobillo hecho añicos, estableció el empate desde los doce pasos.

La igualdad pareció ser una excusa para incrementar todavía más la vehemencia en la que estaban inmersos los protagonistas. Leónidas y su compañero Peracio terminaron lesionados. Una vez concluido el partido, ellos, junto a Nejedly, Josef Kostalek y Planicka debieron ser trasladados a un hospital.

Planicka recibió un golpe que le causó una fractura de clavícula, pero siguió en el arco sufriendo minuto a minuto. Tanto sufrió El Gato de Praga que ése fue su último partido con el seleccionado checo. Ese día terminó la carrera internacional de un gran arquero al que también apodaban El Divino del Este, porque en esos días era, junto con el español Ricardo Zamora (El Divino), uno de los mejores de Europa.

Cerca del cierre de los 90 minutos reglamentarios, el defensor Machado y el delantero Jan Riha se tomaron a golpes de puño. El árbitro los expulsó. El resultado no se modificó hasta el final y se hizo necesario un suplementario de media hora. Quizás por el esfuerzo, ya no consiguieron hacerse más daño. Ni físico, ni futbolístico. El sangriento cotejo terminó 1-1.

No estaba prevista la definición por disparos desde el punto penal. Eso llegó casi cinco décadas más tarde. Entonces, 48 horas después, Brasil y Checoslovaquia volvieron a estar frente a frente. Solo Leónidas y Walter dieron el presente por el lado de los sudamericanos. Los europeos pudieron incluir a cinco de sus titulares.

El desempate finalizó con la victoria brasileña por 2-1. La segunda versión del enfrentamiento no alcanzó el grado de violencia de la primera. Era imposible repetir un partido tan salvaje como La batalla de Burdeos.

LA SÍNTESIS

Brasil 1 - Checoslovaquia 1

Brasil: Walter; Domingos da Guía, Machado; Alfonsinho, Martim, Zezé Procopio; Hércules, Lopes, Leónidas, Peracio, Romeu. DT: Adhemar Pimenta.

Checoslovaquia: Frantisek Planicka; Jaroslav Burgr, Ferdinand Daucik; Jaroslav Boucek, Vlastimil Kopecky, Josef Kostalek; Josef Ludl, Oldrich Nejedly, Ladislav Simunek, Jan Riha, Antonin Puc. DT: Josef Meissner.

Incidencias

Primer tiempo: 14m expulsado Zezé Procopio (B); 30m gol de Leónidas (B). Segundo tiempo: 20m gol de Nejedly (C), de penal; 44m expulsado Riha (C); 44m expulsado Machado (B).

Estadio: Parc Lescure (Burdeos). Árbitro: Pal von Hertzka, de Hungría. Fecha: 12 de junio de 1938.