La barbarie y la cárcel

El baúl de los recuerdos. La final de la Copa Intercontinental de 1969 entre Estudiantes y Milan fue violentísima. Tres jugadores pincharratas fueron detenidos. Los italianos se quedaron con el título.

Las patadas volaban a diestra y siniestra. Los empujones y los golpes afloraban con absurda naturalidad. En ese contexto se jugó un partido de fútbol. Mejor dicho: se peleó con la excusa de jugar un partido de fútbol. Pasó el 22 de octubre de 1969, cuando Estudiantes y Milan disputaron una final de la Copa Intercontinental que fue literalmente una riña callejera. Los pincharratas ganaron 2-1, pero el título quedó en manos de los italianos, que habían goleado 3-0 en su tierra. Por si fuera poco, tres jugadores del equipo platense terminaron detenidos por los hechos de violencia que protagonizaron. Un escándalo que les valió la cárcel.

Si bien el duelo en la península itálica había sido duro y hasta había incluido un botellazo en la cabeza del defensor Ramón Aguirre Suárez, las acciones transcurrieron en un marco de cierta normalidad. Milan se impuso con dos tantos del brasileño Angelo Sormani y uno de Néstor Combin, un argentino que fue descubierto en un equipo de barrio por un representante que lo llevó al Lyon, de Francia.

El delantero, oriundo de la ciudad santafesina de Las Rosas, triunfo en ese país y hasta integró el seleccionado galo en el Mundial de 1966. Después de actuar en el Red Star se mudó a Italia, donde defendió los colores de Juventus, Torino y Milan. La presencia de Combin fue uno de los picos de interés en la revancha con Estudiantes. Todos querían saber de ese argentino desconocido en sus pagos.

Combin resultó la víctima favorita de la bravura descontrolada de los pincharratas. Le pegaron sin piedad, sobre todo Aguirre Suárez. Un codazo de ese feroz zaguero central le destrozó el pómulo y el tabique nasal. La sangre tiñó de rojo su camiseta blanca. El atacante del Milan dejó la cancha 20 minutos antes del epílogo del partido. Su rostro desfigurado fue una postal de la barbarie que aún permanece en el recuerdo de los testigos de esa bochornosa noche en la Bombonera.

A esa altura Combin no lo sabía, pero todavía le quedaba un episodio tan desagradable como el trato que recibió de sus colegas: fue detenido por el Gobierno argentino que encabezaba el dictador Juan Carlos Onganía y que lo consideraba desertor porque no había cumplido el servicio militar obligatorio. Pasó 12 horas en la cárcel hasta que el embajador francés en la Argentina tramitó personalmente su liberación.

La suerte -mala suerte, en realidad- de Combin resultó el punto final de una velada indigna de un acontecimiento deportivo. Porque pasó de todo. Y todo fue malo.

LA VIOLENCIA COMO ARGUMENTO

Estudiantes era un equipo muy particular. Diseñado por Osvaldo Zubeldía, sabía explotar hasta el más difuso límite del reglamento, era muy fuerte en el aspecto físico, ordenado tácticamente y contaba, además, con jugadores muy pícaros y algunos de gran talento como la Bruja Juan Ramón Verón.

Los platenses salieron a la cancha convencidos de que debían luchar para ganar. Pese a que tenían que remontar un 0-3, parecieron más determinados a luchar que a jugar. Y no ahorraron golpes para sus adversarios. Más bien todo lo contrario.

Pese a que Zubeldía dejó en claro que él no les pidió a sus jugadores que salieran a pegar como lo hicieron y que hasta les suplicó que se calmaran, su triunfal ciclo en La Plata quedó marcado por lo sucedido en La Boca.

Desde el pitazo inicial del chileno Domingo Massaro, las huestes de Zubeldía procuraron imponer su rigor físico. Si bien asumieron la iniciativa del partido, sus principales marcas no quedaban en las cercanías del arco rival, sino en el cuerpo de los hombres del Milan, quienes habían optado por cederle la pelota a los locales para cuidar la ventaja alcanzada en Italia.

Eduardo Luján Manera intentó salir jugando por el costado derecho. Gianni Rivera -un gran jugador al que en su país conocían como el Bambino de Oro-, interceptó un mal pase y tiró una pared con Combin. Picó y recibió la pelota en absoluta soledad, gambeteó al arquero Alberto Poletti y definió ante la valla desguarnecida.

Los milaneses se fundieron en un apretado abrazo que el Flaco Poletti interrumpió con una agresión no castigada por el árbitro. Se trataba de la primera muestra de la sinrazón que invadía a los albirrojos.

Poco después, Aguirre Suárez le cometió una violenta infracción a Pierino Prati, quien quedó tendido sobre el raleado césped. Poletti, fuera de sí, no tuvo mejor idea que correr 30 metros para darle un insólito puntapié en la espalda. El delantero italiano fue sustituido por Giorgio Rognoni y el arquero siguió en la cancha como si nada hubiese ocurrido.

La búsqueda futbolística de Estudiantes tuvo recompensa en el cierre del primer tiempo. Carlos Salvador Bilardo probó puntería, el balón rebotó en Saul Malatrasi y le quedó a Marcos Conigliaro, quien estableció el 1-1 con un cabezazo.

Apenas unos minutos más tarde, un córner de Raúl Madero –el médico que acompañó al Narigón en el cuerpo técnico del Seleccionado argentino campeón del mundo en México ´86- ejecutó un córner que tras un despeje le quedó a Aguirre Suárez, quien puso en ventaja a Estudiantes con un derechazo que dejó sin reacción al arquero Fabio Cudicini.

Los segundos 45 minutos fueron una parodia del fútbol. La verdad, constituyeron un escandaloso compendio de patadas, golpes, insultos y empujones. La violencia casi delincuencial de Estudiantes dejó a Rivera con una herida cortante en la cabeza producto de un codazo de Manera, a Combin con las secuelas ya comentadas y a otros cuatro italianos lesionados.

Harto de tanta agresividad, el árbitro decidió expulsar a Aguirre Suárez y a Manera. Terminó el partido con el triunfo por 2-1 de Estudiantes que no bastó para impedir la consagración de Milan.

Los rojinegros vestidos de blanco esa noche se juntaron en la mitad de la cancha para celebrar su conquista. De pronto apareció Poletti y le dio una patada voladora a Giovanni Lodetti, un mediocampista ofensivo que no llegó a trascender en la selección azzurra por la presencia de Rivera y de Sandro Mazzola, figura del Inter.

Por la aplicación de un edicto del presidente Onganía que intentaba penar la inconducta de los jugadores en los espectáculos deportivos fueron arrestados Aguirre Suárez, Poletti y Manera. Pasaron 29 días en la cárcel de Devoto, adonde Bilardo iba a visitarlos regularmente y por ese entonces le dio vida a la expresión “la gloria o Devoto”.

Los tres futbolistas también recibieron duras sanciones deportivas: 30 partidos de suspensión para Aguirre Suárez,  20 para Manera e inhabilitación de por vida para Poletti. Todos fueron indultados tiempo después. Pero para siempre quedó flotando el recuerdo de esa noche plena de barbarie en la que la final se terminó de jugar en la cárcel.

LA SÍNTESIS

Estudiantes 2 - Milan 1

Estudiantes: Alberto Poletti; Eduardo Manera, Ramón Aguirre Suárez, Néstor Togneri, Oscar Malbernat; Carlos Salvador Bilardo, Raúl Madero, Daniel Romeo; Marcos Conigliaro, Juan Alberto Taverna, Juan Ramón Verón. DT: Osvaldo Zubeldía.

Milan: Fabio Cudicini; Angelo Anquilleti, Roberto Rosato, Saul Malatrasi, Karl-Heinz Schnellinger; Gianni Rivera, Romano Fogli, Giovanni Lodetti; Angelo Sormani, Néstor Combin, Pierino Prati. DT: Nereo Rocco.

Incidencias

Primer tiempo: 30m gol de Rivera (M); 38m Giorgio Rognoni por Prati (M); 43m gol de Conigliaro (E); 45m gol de Aguirre Suárez (E). Segundo tiempo: 8m Luigi Maldera por Malatrasi (M); 8m Juan Echecopar por Bilardo (E); 22m expulsado Aguirre Suárez (E); 24m Combin (M) deja la cancha por lesión; 37m expulsado Manera (E).

Cancha: Boca (local Estudiantes). Árbitro: Domingo Massaro, de Chile. Fecha: 22 de octubre de 1969.