Siete días de política
La Justicia se puso en marcha y causó un terremoto político
Jaime y Báez, presos. Cristina y De Vido a indagatoria por lavado. Hasta el presidente quedó salpicado por los Panamá papers. Macri ganó con Carrió, pero gobierna con el peronismo.
Después de una fuerte presión de la opinión pública y de inacabables denuncias periodísticas la justicia federal finalmente se puso en marcha. La política comenzó a pasar por tribunales y no resistió su primer choque con el Código Penal: hay funcionarios y testaferros presos y hasta Cristina Fernández en la cuerda floja.
Así quedó expuesta -una vez más- la matriz de corrupción de los tres gobiernos kirchneristas. Hubo detenciones, una extensa confesión del `valijero' Leonardo Fariña y expectativas de más procesamientos.
Pero el `destape' judicial no quedó limitado al kirchnerismo. Alcanzó también a Mauricio Macri, mencionado en un escándalo internacional por empresas `off shore'. Un fiscal le imputó ocultamiento malicioso de su condición de director de una empresa registrada en Panamá, pecado venial si se compara con la trama en la que quedó enredada su predecesora: lavado de dinero proveniente de la corrupción.
Ello no obstante, la cruzada moralizadora de Macri sufrió un revés en circunstancias complicadas por otros motivos. El ajuste genera malhumor social, alimenta las críticas de los antimacristas y siembra inquietud entre los macristas, ansiosos porque la economía arranque, algo imposible en el corto plazo.
Macri, en realidad, enfrenta dos batallas. Una simbólica, en torno a la corrupción K (allí lleva las de ganar), y otra económica, que está en una instancia desfavorable. La primera no tiene influencia sobre la segunda, que es la que decidirá su suerte el año próximo. ¿Cómo enfrenta el presidente ambos desafíos? El económico, con la única receta posible: ajuste de las variables macro. Tiene costo, pero es inevitable. Las decisiones en este terreno fueron profesionales, lo que abrió la posibilidad de una moderada reactivación en el mediano plazo.
De la batalla política contra los `K' no puede decirse lo mismo. Sobra improvisación y faltan reflejos. El escándalo por los Panamá papers fue una clara demostración. El gobierno estaba avisado de la existencia del problema, pero reaccionó tarde y mal. Primero emitió un comunicado de dos párrafos; después Macri hizo declaraciones a un diario del interior. Al día siguiente Marcos Peña dio la misma explicación en una conferencia de prensa y 24 horas más tarde volvió a salir el presidente a dar las mimas explicaciones. Nada de esto sirvió; tuvo que ir a la Justicia a pedir una declaración de certeza.
Ni un enemigo, podría haberle aconsejado tan deplorable estrategia de comunicación. Cuando estalla un escándalo lo mejor es no esconderse y no mezclar las cosas. El manual indica que debe convocarse a conferencia de prensa, exponer la documentación favorable y responder las preguntas pertinentes. Además no se debe sobreexponer al presidente; Marcos Peña debería haberlo representado, pero se mostró incapaz de hacerlo.
Lo que lleva a la pregunta de con quién gobierna Macri. No con Carrió que lo amonesta en público, que no aporta votos en el Congreso y que además deteriora su autoridad. Parece llegada la hora de que la ponga en su lugar, porque si sigue tolerando desplantes se convertirá en el hazmerreir de los políticos y en la preocupación de quienes temen por la gobernabilidad.
Tampoco gobierna Macri con ayuda de Sergio Massa que no desaprovecha una sola oportunidad de sacar ventaja y es menos confiable que un vendedor de autos usados. Los radicales, en tanto, aportan poco y aplican todas sus energías a conseguir puestos -la mayor parte de las veces puestitos- de poder.
¿Con quién gobierna, entonces? Con los gobernadores peronistas, con el sindicalismo peronista y con el bloque de senadores peronistas. Esa es la realidad. Ganó las elecciones con los radicales y con Carrió, pero gobierna con peronistas que no entienden de campañas electorales, pero entienden de poder. Salvo el equipo económico y el ministro del Interior, Rogelio Frigerio, el resto del gabinete sigue en campaña y todavía no empezó a gobernar. El reclutamiento de peronistas que andan a la deriva porque carecen de un jefe evitó que esa ineptitud tuviera consecuencias graves. Pero la ventaja no durará eternamente. Todavía no se llegó al proverbial `gobierno de los jueces' pero tampoco se sabe exactamente dónde está el poder, situación sobre la que el presidente deberá meditar y ajustar rápidamente también la gestión política.