Opinión
La Iglesia después de Francisco
¿Seguirá dividida, buscará una figura de transición o una alternativa superadora?.
Por Embajada Abierta
La muerte de Jorge Bergoglio, el papa Francisco, primer pontífice latinoamericano de la historia, pone a la Iglesia Católica ante la disyuntiva de continuar, frenar o retrotraer sus reformas doctrinarias e institucionales, una tarea que por la propia lógica del poder eclesial dependerá también de quién resulte su sucesor.
Los 133 cardenales que se reúnan en mayo para elegir al sucesor de Francisco I discutirán en el secreto del Cónclave papal no sólo un nombre y apellido, sino el rumbo de la Iglesia Católica en lo que siga del siglo, que el pontífice argentino orientó durante 12 años a las periferias geográficas, sociales y existenciales.
Sin embargo, como reza la propia Biblia citando al apóstol y evangelista Mateo, será una persona de carne y hueso sobre la que recaerá la conducción de la Iglesia -de los 1.400 millones de católicos y del Estado vaticano- y quien recibirá el dificilísimo reto de armonizar las corrientes aperturistas y tradicionalistas hoy en tensión.
En los últimos tiempos, Francisco había hecho un gran esfuerzo por potenciar al máximo la “sinodalidad” de la Iglesia, la apertura de un debate entre iguales que llevara a decisiones consensuadas en una institución con características de monarquía absolutista con la que él mismo fue asociado críticamente.
LIDERAZGO RELIGIOSO
En ese sentido, Bergoglio imprimió a la Iglesia Católica un cambio histórico en términos de liderazgo religioso: humanizó al extremo el rol del Papa, no sólo en su contacto personal y parroquiano con la grey, o en la sencillez que se dio para vestir y vivir en Santa Marta, como un obispo más, el de Roma.
También Francisco, en su condición de Santo Padre, de Su Santidad, se permitió públicamente dudar, preguntar y someterse a marchas y contramarchas verbales a las que la cultura de infalibilidad de la Iglesia no estaba desacostumbrada. Y, desde ese liderazgo humano y humanista, la inclusión de todos en una “Iglesia de todos”.
Eso no excluyó que Francisco dejara encíclicas de las más valiosas de la historia de la Iglesia moderna, Fratelli Tutti (2020, ”Nadie se salva solo”) y “Laudato Si” (2015), esta última un notable ensayo teológico sobre el cuidado del planeta.
UN NUEVO INICIO
La novedad real de Francisco es que no se situó como papa post: ni postmoderno, ni post antiguo régimen, ni post Vaticano II. Sino que fue pre: buscó una nueva siembra, un nuevo inicio, y abrió un proceso, porque sabía que esto no es cuestión de cuatro días. Lo que empezó hace 1.700 años con la Iglesia en Occidente ha concluido, y comienza un tiempo nuevo. Con novedades muy desafiantes”, resumió antes del Cónclave el cardenal español Luis Argüello.
El mundo se preguntará durante las próximas semanas, entonces, hacia dónde marchará la Iglesia. Si seguirá dividida, si elegirá como Papa a un representante de alguna de las dos alas que la dominan (Francisco designó 110 de los 133 cardenales electores pero incluyó a los más conservadores), si se inclinará por una figura de transición o, bien, si encontrará una alternativa superadora.
Todo ello en un mundo que luce mucho peor que cuando Bergoglio llegó al Vaticano para participar del Cónclave en el que salió como Francisco: un mundo cargado de conflictos, con un orden multilateral en descomposición, genocidios, nacionalismos racistas y xenófobos, y una desigualdad social y económica cuyas consecuencias de exclusión lo desvelaron desde que era cura en Buenos Aires.
LA HERENCIA DE BASE
En confesiones que permitió que se publicaran sólo después de su muerte, Bergoglio reveló que adoptó el nombre de Francisco cuando un cardenal, el brasileño Claudio Hummes, le susurró apenas elegido nuevo pontífice: “No se olvide de los pobres”. Se impuso aquél 13 de marzo de 2013 un mandato que respetó y con el que construyó una herencia que su sucesor y la jerarquía católica mundial deberá desandar, confirmar o llevar más lejos, pero que no podrá ignorar.
Según el vaticanista Marco Politi, autor de un libro sobre la herencia de Francisco que saldrá oportunamente en mayo, su pontificado “abrió brechas y trazó nuevos caminos” para la Iglesia, y enumera la inclusión de las personas homosexuales (“todos son hijos de Dios”) y la de las mujeres en altos cargos vaticanos y con derecho de voto en los Sínodos por primera vez en 1.700 años.
Esa lista de reformas y cambios se engrosa con la lucha contra los abusos clericales y la corrupción (cardenales destituidos y juicios con castigo, como Angelo Becciu), el sacramento de la comunión abierto a los divorciados vueltos a casar, el posible acceso de las mujeres al diaconado y la bendición de parejas homosexuales, todas pequeñas revoluciones que provocaron fracturas que expondrá el Cónclave con resistencias anunciadas de cardenales de EE.UU., Europa del Este y África.
Politi recordó al cardenal italiano Carlo Maria Martini (1927-2012), para quien la Iglesia Católica “lleva 200 años de atraso”, y concluyó que Francisco trató de salvar esa brecha sacudiendo la institución, pero sin tener éxito en su proyecto reformador pese a su compromiso personal y eclesiástico con marginados, víctimas de guerras y migrantes perseguidos.
Ahora, según el vaticanista, se necesitará una figura carismática, un Papa pastoral, capaz de dar un nuevo impulso con reglas jurídicas modernas y una visión global. El riesgo es que las luchas entre facciones continúen en el próximo cónclave”, advirtió el vaticanista, pero algo queda claro al cabo de 12 años: Francisco llevó a la Iglesia a un punto de no retorno y ya no volverá a ser lo que era antes.
NOVUM PONTIFICEM
El próximo Papa se hará cargo de una Iglesia Católica cuyos miembros disminuyen en Europa, América del Norte y América Latina, pero aumentan en Asia y África. No es casualidad que dos de los principales candidatos para suceder a Francisco sean los aperturistas filipino Luis Tagle y ghanés Peter Turkson, y que compartan cartel de apuestas con el propio secretario de Estado, el italiano Pietro Parolin.
Francisco nombró al 80% de los cardenales electores (108, contra 5 por Juan Pablo II y 22 de Benedicto XVI) y para elegir nuevo pontífice se necesita un mínimo de 66%. Considerados por continente, pertenecen 51 a Europa (son 53 pero dos anunciaron que no podrán asistir por razones de salud), 23 a Asia, 20 a América del Norte, 18 a Sudamérica, otros 18 a África y 3 a Oceanía.
En la previa del Cónclave, y durante, las “quinielas papales” se multiplicarán. Para Martin Palmer, director ejecutivo de FaithInvest, una ONG que trabaja con la Iglesia y miembro de la Comisión COVID-19 del Vaticano, el próximo pontífice será de una de las dos alas: la derecha de EE.UU. y África o la más liberal de Asia y África.
En esa derecha tradicionalista, aparece Robert Sarah, un cardenal guineano de 79 años, y junto con él Raymond Burke, estadounidense de 76 años, conocido por sus críticas públicas al papa Francisco.
PRESENCIA CONSERVADORA
Otro vaticanista, Philip Shenon, autor de un reciente libro sobre el legado de Francisco y el futuro de la iglesia, razona que los conservadores serán insuficientes para volcar la elección. "Pase lo que pase, es justo asumir que el próximo papa no tendrá una visión radicalmente diferente del futuro de la Iglesia" que la de Francisco. Entre ellos, Shenon identifica a Parolin, a otro italiano, el cardenal Matteo Zuppi, arzobispo de Bolonia, de 69 años, así como a Tagle y a Turkson.
En el Cónclave, Europa sigue estando sobrerrepresentada, pero los cambios demográficos del Colegio Cardenalicio reflejan los cambios demográficos de la Iglesia Católica en general. En Europa, el número de católicos está disminuyendo, mientras que la fe está creciendo en todas partes.
Una mayoría cada vez mayor de católicos vive fuera de Occidente, aunque allí esté la mayoría de los recursos humanos (sacerdotes). Francisco, primer Papa del Sur Global, cambió la demografía de los responsables de elegir a su sucesor, que será el primer pontífice elegido por un cónclave de mayoría no europea.
“No me sorprendería que el nuevo papa viniera de un continente distinto a Europa o América. La Iglesia Católica está en todo el mundo”, opinó Odilo Scherer, arzobispo de San Pablo. La elección de Bergoglio en 2013 “fue una hermosa sorpresa”, dijo.
La muerte de Jorge Bergoglio, el papa Francisco, primer pontífice latinoamericano de la historia, pone a la Iglesia Católica ante la disyuntiva de continuar, frenar o retrotraer sus reformas doctrinarias e institucionales, una tarea que por la propia lógica del poder eclesial dependerá también de quién resulte su sucesor.
Los 133 cardenales que se reúnan en mayo para elegir al sucesor de Francisco I discutirán en el secreto del Cónclave papal no sólo un nombre y apellido, sino el rumbo de la Iglesia Católica en lo que siga del siglo, que el pontífice argentino orientó durante 12 años a las periferias geográficas, sociales y existenciales.
Sin embargo, como reza la propia Biblia citando al apóstol y evangelista Mateo, será una persona de carne y hueso sobre la que recaerá la conducción de la Iglesia -de los 1.400 millones de católicos y del Estado vaticano- y quien recibirá el dificilísimo reto de armonizar las corrientes aperturistas y tradicionalistas hoy en tensión.
En los últimos tiempos, Francisco había hecho un gran esfuerzo por potenciar al máximo la “sinodalidad” de la Iglesia, la apertura de un debate entre iguales que llevara a decisiones consensuadas en una institución con características de monarquía absolutista con la que él mismo fue asociado críticamente.
LIDERAZGO RELIGIOSO
En ese sentido, Bergoglio imprimió a la Iglesia Católica un cambio histórico en términos de liderazgo religioso: humanizó al extremo el rol del Papa, no sólo en su contacto personal y parroquiano con la grey, o en la sencillez que se dio para vestir y vivir en Santa Marta, como un obispo más, el de Roma.
También Francisco, en su condición de Santo Padre, de Su Santidad, se permitió públicamente dudar, preguntar y someterse a marchas y contramarchas verbales a las que la cultura de infalibilidad de la Iglesia no estaba desacostumbrada. Y, desde ese liderazgo humano y humanista, la inclusión de todos en una “Iglesia de todos”.
Eso no excluyó que Francisco dejara encíclicas de las más valiosas de la historia de la Iglesia moderna, Fratelli Tutti (2020, ”Nadie se salva solo”) y “Laudato Si” (2015), esta última un notable ensayo teológico sobre el cuidado del planeta.
UN NUEVO INICIO
La novedad real de Francisco es que no se situó como papa post: ni postmoderno, ni post antiguo régimen, ni post Vaticano II. Sino que fue pre: buscó una nueva siembra, un nuevo inicio, y abrió un proceso, porque sabía que esto no es cuestión de cuatro días. Lo que empezó hace 1.700 años con la Iglesia en Occidente ha concluido, y comienza un tiempo nuevo. Con novedades muy desafiantes”, resumió antes del Cónclave el cardenal español Luis Argüello.
El mundo se preguntará durante las próximas semanas, entonces, hacia dónde marchará la Iglesia. Si seguirá dividida, si elegirá como Papa a un representante de alguna de las dos alas que la dominan (Francisco designó 110 de los 133 cardenales electores pero incluyó a los más conservadores), si se inclinará por una figura de transición o, bien, si encontrará una alternativa superadora.
Todo ello en un mundo que luce mucho peor que cuando Bergoglio llegó al Vaticano para participar del Cónclave en el que salió como Francisco: un mundo cargado de conflictos, con un orden multilateral en descomposición, genocidios, nacionalismos racistas y xenófobos, y una desigualdad social y económica cuyas consecuencias de exclusión lo desvelaron desde que era cura en Buenos Aires.
LA HERENCIA DE BASE
En confesiones que permitió que se publicaran sólo después de su muerte, Bergoglio reveló que adoptó el nombre de Francisco cuando un cardenal, el brasileño Claudio Hummes, le susurró apenas elegido nuevo pontífice: “No se olvide de los pobres”. Se impuso aquél 13 de marzo de 2013 un mandato que respetó y con el que construyó una herencia que su sucesor y la jerarquía católica mundial deberá desandar, confirmar o llevar más lejos, pero que no podrá ignorar.
Según el vaticanista Marco Politi, autor de un libro sobre la herencia de Francisco que saldrá oportunamente en mayo, su pontificado “abrió brechas y trazó nuevos caminos” para la Iglesia, y enumera la inclusión de las personas homosexuales (“todos son hijos de Dios”) y la de las mujeres en altos cargos vaticanos y con derecho de voto en los Sínodos por primera vez en 1.700 años.
Esa lista de reformas y cambios se engrosa con la lucha contra los abusos clericales y la corrupción (cardenales destituidos y juicios con castigo, como Angelo Becciu), el sacramento de la comunión abierto a los divorciados vueltos a casar, el posible acceso de las mujeres al diaconado y la bendición de parejas homosexuales, todas pequeñas revoluciones que provocaron fracturas que expondrá el Cónclave con resistencias anunciadas de cardenales de EE.UU., Europa del Este y África.
Politi recordó al cardenal italiano Carlo Maria Martini (1927-2012), para quien la Iglesia Católica “lleva 200 años de atraso”, y concluyó que Francisco trató de salvar esa brecha sacudiendo la institución, pero sin tener éxito en su proyecto reformador pese a su compromiso personal y eclesiástico con marginados, víctimas de guerras y migrantes perseguidos.
Ahora, según el vaticanista, se necesitará una figura carismática, un Papa pastoral, capaz de dar un nuevo impulso con reglas jurídicas modernas y una visión global. El riesgo es que las luchas entre facciones continúen en el próximo cónclave”, advirtió el vaticanista, pero algo queda claro al cabo de 12 años: Francisco llevó a la Iglesia a un punto de no retorno y ya no volverá a ser lo que era antes.
NOVUM PONTIFICEM
El próximo Papa se hará cargo de una Iglesia Católica cuyos miembros disminuyen en Europa, América del Norte y América Latina, pero aumentan en Asia y África. No es casualidad que dos de los principales candidatos para suceder a Francisco sean los aperturistas filipino Luis Tagle y ghanés Peter Turkson, y que compartan cartel de apuestas con el propio secretario de Estado, el italiano Pietro Parolin.
Francisco nombró al 80% de los cardenales electores (108, contra 5 por Juan Pablo II y 22 de Benedicto XVI) y para elegir nuevo pontífice se necesita un mínimo de 66%. Considerados por continente, pertenecen 51 a Europa (son 53 pero dos anunciaron que no podrán asistir por razones de salud), 23 a Asia, 20 a América del Norte, 18 a Sudamérica, otros 18 a África y 3 a Oceanía.
En la previa del Cónclave, y durante, las “quinielas papales” se multiplicarán. Para Martin Palmer, director ejecutivo de FaithInvest, una ONG que trabaja con la Iglesia y miembro de la Comisión COVID-19 del Vaticano, el próximo pontífice será de una de las dos alas: la derecha de EE.UU. y África o la más liberal de Asia y África.
En esa derecha tradicionalista, aparece Robert Sarah, un cardenal guineano de 79 años, y junto con él Raymond Burke, estadounidense de 76 años, conocido por sus críticas públicas al papa Francisco.
PRESENCIA CONSERVADORA
Otro vaticanista, Philip Shenon, autor de un reciente libro sobre el legado de Francisco y el futuro de la iglesia, razona que los conservadores serán insuficientes para volcar la elección. "Pase lo que pase, es justo asumir que el próximo papa no tendrá una visión radicalmente diferente del futuro de la Iglesia" que la de Francisco. Entre ellos, Shenon identifica a Parolin, a otro italiano, el cardenal Matteo Zuppi, arzobispo de Bolonia, de 69 años, así como a Tagle y a Turkson.
En el Cónclave, Europa sigue estando sobrerrepresentada, pero los cambios demográficos del Colegio Cardenalicio reflejan los cambios demográficos de la Iglesia Católica en general. En Europa, el número de católicos está disminuyendo, mientras que la fe está creciendo en todas partes.
Una mayoría cada vez mayor de católicos vive fuera de Occidente, aunque allí esté la mayoría de los recursos humanos (sacerdotes). Francisco, primer Papa del Sur Global, cambió la demografía de los responsables de elegir a su sucesor, que será el primer pontífice elegido por un cónclave de mayoría no europea.
“No me sorprendería que el nuevo papa viniera de un continente distinto a Europa o América. La Iglesia Católica está en todo el mundo”, opinó Odilo Scherer, arzobispo de San Pablo. La elección de Bergoglio en 2013 “fue una hermosa sorpresa”, dijo.