A 110 años del incio de uno los conflictos más letales de la historia

La Gran Guerra en la visión de Solzhenitsyn

Hubo quien supuso que la gran literatura rusa se había extinguido con Tolstoi. A pesar de que después de su muerte surgieron no pocos escritores talentosos, algo se había quebrado en la era soviética, quizá irreparablemente. Pero no, la gran literatura rusa siguió ardiendo.

El libro de Alexandr Solzhenitsyn ‘Agosto del 14’, -publicado originalmente en 1971 y que luego formaría parte de la gran saga ‘La Rueda Roja’- disipó las dudas. Este escritor, típico y profundamente ruso, coetáneo de la Revolución, reflotó sin lugar a dudas las tradiciones literarias de Dostoievsky, Leskov y Tolstoi.

En las tres semanas iniciales de la Primera Guerra Mundial (en este mes se cumplen 110 años desde su inicio), Francia sufrió una serie de penosas derrotas. El avance victorioso de los alemanes en el Frente Occidental motivó entonces a los mandos rusos a modificar sus planes estratégicos. Para salvar a Francia, se decidió anticipar el ataque e invadir Prusia Oriental. Esto obligó al Káiser a trasladar del Frente Occidental a sus mejores generales, Hindenburg y Ludendorff, y a seis cuerpos de ejército (200 mil hombres) para lanzarlos sobre el Frente Oriental.

El Segundo Ejército ruso del general Samsonov, casi completamente falto de preparación, debido a la premura con que fue movilizado, pereció, pero París había sido salvada y el "milagro del Marne" pudo ser posible. El sacrificio de Rusia impidió a los alemanes continuar con su blitzkrieg y a la postre determinó que perdieran la guerra. Así lo atestiguaron los jefes militares de ambos bandos: tanto Moltke y Ludendorff, como Foch.

PRIMERA DERROTA RUSA

Pero la primera derrota rusa acaecida en agosto de 1914, fue el primer nudo del dogal, que años más tarde ahogaría a Rusia en la catástrofe de la Revolución. He ahí la clave de esta obra de Solzhenitsyn: "De una guerra de cuatro años, que quebrantó el espíritu del pueblo, ¿quién se atrevería a decir cual fue la batalla decisiva? El número de estas fue infinito, más desventuradas que gloriosas, batallas que devoraron nuestras fuerzas y nuestra confianza en nosotros mismos, batallas que nos arrancaron, irrecuperable e inútilmente. a los más audaces y fuertes, y dejaron a los de inferior calidad. Y pese a todo, se puede aseverar que la primera derrota rusa determinó, dio el tono a toda la guerra para Rusia: así como se libró la primera batalla, así llegamos al desastre".

Al asumir, luego de las primeras derrotas rusas, la comandancia de las tropas, el Zar Nicolas II comenzó a revertir la situación, pero ya era tarde.

LA REVOLUCIÓN

Desafiando a la historiografía oficial soviética, Solzhenitsyn sugiere que la guerra del 14 fue la causa de la Revolución. Afirmar que sólo el desafortunado curso de la guerra pudo crear en Rusia una situación revolucionaria, es renegar de la tesis sobre lo irreconciliable de la lucha de clases y, por consiguiente, refutar aquel andamiaje histórico que fue erigido por los bolcheviques para justificar la Revolución de Octubre.

Eso es lo que Solzhenitsyn hace a lo largo de todo el libro. Para el autor de “Agosto del 14”, en la Rusia de Nicolas II estaban dadas las condiciones para un progreso pacífico y un desarrollo en libertad.

Es interesante hacer notar que, en coincidencia con Solzhenitsyn, el historiador británico Arnold Toynbee, en su obra ‘Experiences’ afirma categóricamente que "la revolución mundial comenzó en 1914".

El período de la historia rusa que va del conato revolucionario de 1905 a la Revolución de 1917 ha sido deficientemente tratado por escritores e historiadores. "Los escritores rusos de más edad que yo, han soslayado el tema principal de nuestra historia, lo han rozado superficialmente", indica Solzhenitsyn en su nota a la edición rusa.

Sin dorar la realidad de aquellos días, sin negar ni las contradicciones sociales, ni - en especial - la incapacidad de la clase dirigente, el escritor destruye el mito de que la Rusia pre-revolucionaria era un Estado signado únicamente por el "oscurantismo reaccionario".

En aquellos años se desarrollaba enormemente la industria y la construcción de viviendas, la tierra pasaba en grandes parcelas a manos del campesinado, se ampliaba el sistema cooperativo, en especial en las zonas rurales.

LA VIEJA RUSIA

Las primeras noventa páginas de ‘Agosto del 14’ reconstruyen, con lirismo y convicción, la vida sencilla y serena de la vieja Rusia, con sus dificultades, rudeza y pesares, pero siempre dentro de un marco de dignidad y libertad. Para dar una idea de la libertad que imperaba, por ejemplo, en la vida universitaria zarista, baste con citar estas palabras del escritor: "¿Quién ignoraba aquella ley rectora de la escuela superior rusa? La situación y la fama del personal docente dependían de la opinión estudiantil y no de la benevolencia o inquina de los directivos".

Solzhenitsyn nos pinta los caracteres y designios de hombres que deseaban construir y no destruir en aquella Rusia, crear en ella, tal cual era, bienes espirituales y materiales.

Replicando a dos jóvenes marxistas, uno de los personajes, el ingeniero Arjangorodski, dice: "Cuando se ha creado mucho, nadie se quedará sin su porción, por más errores que se cometan". Otro de los personajes, también ingeniero, que abjuró de su pasado revolucionario, está convencido de que "con diez años de desarrollo pacífico se transformaría por completo nuestra agricultura y nuestra industria".

¿Quién impedía que ese desarrollo pacífico tuviera lugar? Solzhenitsyn pone en boca de Arjangorodski una respuesta clara y tajante: "De este lado, la reacción negra, por este otro, la reacción roja, y en el medio, un puñado de trabajadores que quieren abrirse paso, pero no pueden. ¡Los aplastaron, los destrozaron!”.

Reaccionarios de derecha y reaccionarios de izquierda... El inapreciable valor del fenómeno Solzhenitsyn, su enorme significación político-social radicaba justamente en que este gran escritor no adhería a la reacción de ningún tinte. Ante nosotros se alzaba un hombre de una nueva conciencia, ni revolucionaria, ni pre-revolucionaria, sino posrevolucionaria.

LAS FALTAS DEL REGIMEN

Solzhenitsyn denuncia sin complejos las faltas del régimen que naufragó en 1917, pero también sostiene que "una persona razonable no puede propugnar la Revolución, porque esta representa un largo e insensato período destructivo. Todas las revoluciones empiezan por arruinar el país durante un tiempo extenso, no por renovarlo. Y cuanto más sangrienta, más prolongada y más costosa es una revolución, tanto más cerca está de recibir el título de Gran".

Al igual que en Pabellón de Cáncer, Solzhenitsyn plantea la necesidad de un nuevo régimen social, basado en principios morales. Pero "ese régimen excelente no puede ser obra de una invención arbitraria. Ni incluso científica... La historia no se rige por la razón". Tampoco la justicia humana "que nosotros idearíamos para un cómodo paraíso terrenal" es un principio suficiente para la construcción de una sociedad, “sino la justicia cuyo espíritu existió antes de nosotros, sin nosotros y por si misma”. Creyente ortodoxo, el escritor está aludiendo aquí a Dios, "fuente de toda razón y justicia".

OBRA EPICA

‘Agosto del 14’ no es una novela histórica, ni un relato histórico, sino la biografía, o mejor aún, la necrología -ya que de suicidio se trata- de una sociedad.

En una de las últimas páginas Solzhenitsyn le pone nombre a la derrota del general Samsonov y también a la idea clave de su obra épica: “el suicidio de Rusia", el fin de una nación milenaria y el comienzo de una época totalmente anisómera: "La insensata sociedad rusa podía alegrarse de esa derrota y cargar todas las culpas sobre el Zar, sobre el zarismo, pero los patriotas sólo podían lamentarlo y entristecer... La guerra que acababa de iniciarse podía ser el comienzo del gran renacer ruso, o el fin de Rusia, cualquiera que fuese". Ahora lo sabemos, fue el fin. La actual Federacion Rusa es más bien Antirusia que Rusia.

Indiscutiblemente ‘Agosto del 14’ es un libro extraordinario, el primer trazo, vibrante y poderoso, de un amplio fresco que el autor definió como el proyecto más trascendental de su vida. Esta obra supera limpiamente a todas sus anteriores en aliento, dramatismo, claridad en los planteos religioso-político-sociales y esa profunda sabiduría que es patrimonio exclusivo de los que han sufrido sobremanera. Cabe subrayar la soltura con que Solzhenitsyn, en la década del 70, se detiene en una realidad que había naufragado hacia más de medio siglo, para llevar al lector en un viaje por circunstancias que recrea con evidente acierto.

Desde el punto de vista meramente literario, lo que más importa no es el que, sino el como escribe cada autor. Ese como no lo podrán apreciar totalmente en Solzhenitsyn aquellos críticos literarios y lectores que desconozcan el idioma ruso. Detrás de ese "como" está el lenguaje: el autor busca, rescata, e inclusive construye nuevas palabras, con el fin de refrescar y revitalizar el idioma, inyectarle nueva savia, limpiarlo de expresiones coaguladas, cadavéricas. Su palabra hierve y palpita, arrebata, sorprende o indigna, pero siempre cumple la misión de revivificar el lenguaje y enriquecer al lector.

La traducción de Pedro Laín Entralgo y Luis Abollado Vargas, deficiente aún en aquellos pasajes donde el escritor no innova, resulta por completo impotente allí donde el léxico de Solzhenitsyn late con acento neotérico. (Las citas que incluye la presente reseña fueron cotejadas con el original ruso y algunas de ellas han debido ser corregidas, ya que no transmitían correctamente la intención del autor).

Cierta vez el escritor Zamiatin profirió una triste profecía: "la literatura rusa sólo tiene un futuro: su pasado". En la creación de Solzhenitsyn esa literatura había encontrado nuevamente su futuro.