EL RINCON DEL HISTORIADOR

James Duff, amigo del Libertador

Hace dos siglos, en el verano europeo de 1824 el general San Martín decidió visitar a su amigo James Duff, IV conde de Fife en su castillo de Banff en Escocia, distante a unos 700 kilómetros de Londres. El anfitrión había nacido en Aberdeen el 6 de octubre de 1776, primogénito del abogado Alexander Duff, poseedor del título nobiliario y de Mary Skene de una noble estirpe local. Su infancia no fue fácil, si bien la fortuna material abundaba en el hogar, no así el sosiego espiritual a causa de la aguda inestabilidad emocional de su madre; al extremo que cuando tenía 12 años fue abandonado por ella junto con su hermano y adoptado por su tío homónimo. Desde los 7 años era educado en el castillo de Banf por el maestro Chapman.

Hizo estudios de Derecho en Edimburgo, aunque no los concluyó. Aquel amor que le había resultado esquivo en los primeros años, se vio coronado cuando casó en 1799 con Mary Carolinne Manners, segunda hija de John Manners y de la condesa Louisa Tollemache; años de mucha felicidad para ambos. Pocos años después fue mordida por su perro preferido. Enferma de rabia nada se pudo hacer y prontamente falleció el 20 de diciembre de 1805, sin descendencia, dejándolo completamente desolado.

Refugiado en una vida bohemia por el dolor, se encontraba en Viena donde seguramente decidido a buscar el extremo peligro para acabar con su vida, se enroló en el ejército del archiduque Carlos; pero cuando tuvo noticia de la invasión a España decidió alistarse en las tropas que habrían de combatir a Napoleón en la península. En la batalla de Talavera casi encontró la muerte y gracias a su amigo Samuel Ford Wittingham no cayó en poder del enemigo. Promovido a brigadier en 1809 intervino en la defensa de Cádiz al año siguiente. En el ataque al fuerte de Matagorda, fue herido en una pierna, y seguramente fue atendido por su compatriota la enfermera Agnes Reston, conocida como la heroína del lugar. Ascendido a mariscal de campo entre el 5 de febrero de 1810 y el 15 de agosto de 1812 intervino en la defensa de Cádiz, lapso en el cuál fue nuevamente herido lo que le permitió lucir en su pecho la Cruz de San Fernando de tercera clase. En esos tiempos conoció al futuro Libertador junto al grupo americano que conspiraba en Cádiz entre los que se encontraban los venezolanos Andrés Bello y Luis López Méndez, el mexicano fray Servando Teresa Mier, y nuestros compatriotas Carlos de Alvear y José Matías Zapiola.

EL PUENTE

El destacado historiador británico John Lynch, que tanto y bien trabajó por los lazos históricos entre ambos países escribió que la amistad iniciada “se convirtió en el puente de San Martín entre España y Gran Bretaña. Obtuvo un pasaje para él en un barco de guerra británico hacia Lisboa, y de allí a Londres, en octubre de 1811”. A esto se agregaban unas cartas de recomendación y hasta unas letras de crédito, de las que no necesitó hacer uso.

Duff simpatizó largamente con la causa americana y en su momento proyectó organizar una expedición a favor de los criollos. Siempre estuvo informado sobre las actividades de San Martín y después de la batalla de Chacabuco le envió una carta en lo que le manifestó el orgullo de ser su amigo, el conquistador de la libertad de esta parte de la América, lo que emparejaba con Washington.

El escocés abandonó España en 1813, y al hacerlo el duque de Wellington le obsequió una magnifica espada con empuñadura de oro adornada con brillantes de la India. Entre 1818 y 1826 fue miembro del Parlamento británico, y hasta su muerte el 9 de marzo de 1857 fue un hombre de consulta y uno de los más queridos y notables del norte de Escocia. Su sepelio fue acompañado por más de dos mil personas, mientras una multitud esperaba su llegada en Duff House.

Su hermano Alexander Duff, prestó servicios en el ejército británico e intervino en la expedición que se envió a Buenos Aires en 1807, y fue el jefe de una de las columnas que atacó la ciudad el 5 de julio.

Fue James Duff, pues, uno de los grandes amigos británicos de San Martín, como lo fueron el comodoro Bowles, Diego Paroissien o Guillermo Miller, para mencionar algunos pocos ligados a la campaña libertadora. Junto a las banderas de los países que vivió San Martín en el Instituto Nacional Sanmartiniano, falta la del Reino Unido como un reconocimiento ya que volviendo a John Lynch, “en el curso de la liberación, San Martín nunca pidió ayuda directa de Gran Bretaña a fin de obtener dinero, armas o soldados. Lo que él más quería era su apoyo moral y su benévola influencia. Más que nadie, sabía que Latinoamérica debía ganar su propia independencia, era el que más quería un marco internacional que limitara a España y a la Alianza europea. La barrera contra la intervención europea era el poder marítimo británico. Esto era lo que San Martín quería de la política británica, y esto es lo que recibió”.

EN BANFF

Conmemorando que hace dos siglos, el 19 de agosto, las autoridades del pueblo de Banff concedieron al general San Martín la Libertad del Royal Burgh of Banff, que se considera el único reconocimiento público que se le dio en el Reino Unido, se han organizado distintas actividades entre ellas una exposición explicando los motivos de la visita del Libertador; la del embajador argentino 1824 y la del Embajador argentino Carlos Hogan en 1950.

Se visitará también el castillo de Banff donde se alojó San Martín, habrá un stand de productos argentinos, y se recordará que en el parque de esa propiedad se plantó en 1950 una araucaria por parte del embajador argentino. Estos serán algunos de los actos que también cuentan con el auspicio de la Embajada Argentina en Londres y que John Hunter que ha desempeñado la presidencia del Consejo de la Comunidad Argentino-Británico y a quien la Reina Isabel le otorgó la Medalla del Imperio Británico, ha promovido con infatigable y patriótico entusiasmo este bicentenario y se ha propuesto recordarlo también en Buenos Aires.