POR LAS ACADEMIAS
“Inclinar la balanza en favor de la verdad, la gran tarea del siglo XXI”
En una ceremonia en el Instituto Nacional Sanmartiniano, la Academia Argentina de Artes y Ciencias de la Comunicación formalizó la incorporación de siete académicos. Se reflexionó sobre los desafíos ante la circulación de los discursos que agrandan la grieta y la irrupción de la Inteligencia Artificial.
Yuval Harari, ese pensador tan polémico como estimulante, explica en su libro más reciente que tanto las democracias como dictaduras son redes de información. Las primeras son redes descentralizadas que producen una conversación constante con millones de voces. A lo largo de los siglos ha generado saludables mecanismos anticorrectivos, como el Poder Judicial, los partidos políticos, la prensa libre, o las instituciones científicas, académicas y profesionales. Los despotismos son redes absolutamente centralizadas donde sólo una voz tiene relevancia: el graznido de un dictador, de un sólo partido o de una oligarquía. La Inteligencia Artificial viene en ayuda de los malos en el siglo XXI; esa es la mala nueva.
El jueves pasado, uno de estos nodos de libertad y conocimiento con que cuenta la República para fortalecerse demostró su vivacidad y, justamente, reflexionó sobre estos temas trascendentes. La Academia Argentina de Artes y Ciencias de la Comunicación incorporó formalmente a siete nuevos académicos con un acto en el Instituto Nacional Sanmartiniano.
Recibieron el diploma, el periodista Jorge Cohen; Juan Iramain socio director de Infomedia; Carlos Fernández Balboa, museólogo y educador; la antropóloga cultural María Susana Azzi; Vicente A. Costa, doctor en medicina; el diplomático Alberto Alfredo Manuel Trueba, y Guillermo Belcore, subdirector de La Prensa.
Dio las palabras de bienvenida el Tcnl (R) Dr. Claudio Morales Gorleri, presidente del insigne Instituto Nacional Sanmartiniano. Señaló una paradoja: Don José de San Martín era austero en la comunicación, un hombre parco, de palabras justas, podría decirse. Decía Bartolomé Mitre que si el Padre de la Patria hubiese divulgado al mundo su Plan Continental, quizás no se hubiese llevado a cabo. Lo hubiera tachado de insano.
El presidente de la Academia, Jorge Di Nucci, tomó luego la palabra. A su lado, además del anfitrión, estaban Roberto L. Elissalde y Gigliola Zechin (Canela), vicepresidentes primero y segundo de la Academia. Más allá, la secretaria Paula Ortiz, con la eficacia que la caracteriza.
Recordó Di Nucci cómo ha ido evolucionando el concepto de comunicación desde que la Academia fue fundada en 1971: “Desde una concepción restrictiva, que se ceñía casi exclusivamente a los expertos del periodismo y la publicidad, hasta el todo es comunicación de la actualidad. Por eso la Academia ha visto la necesidad de abrirse a un vasto tejido profesional e intelectual. Ha sido una sabia decisión”.
LOS DISCURSOS
Tras las entrega de los diplomas, hubo dos discursos. En primer lugar, el académico Juan Iramain -a quien correspondió el sitial Manuel Belgrano- recordó para qué sirven las academias. Intensificar el estudio y la investigación en comunicación es el primer mandato. Luego, “la Academia tiene razón de ser en la medida en que educa, que difunde, que incide. O sea, sirve si no solo nutre a sus miembros sino si sale del cascarón y genera ideas que aportan a la sociedad. Una tarea inmensa, que nunca termina”.
Pero hay una tercera tarea, tan importante como las dos mencionadas -o acaso más- cuya mención impresionó a los presentes: “Hace unos años asistí a una conferencia en Miami en la que un periodista exiliado venezolano explicaba la terrible situación que se vivía (y se sigue viviendo) en su país. Parafraseando a Vargas Llosa, en un alarde de elegancia retórica, uno del público le preguntó: ‘Cuándo se jodió Venezuela’. Después de detenerse a pensar, el periodista respondió sin dudar: ‘Fue cuando las instituciones intermedias dejaron de cumplir su función de defensa de la democracia. En ese momento Chávez se quedó con el país y lo perdimos, quizá para siempre”.
Lo que se estableció en el primer párrafo de este crónica: “La Academia, junto con otras instituciones como las universidades, las cámaras empresariales, las asociaciones profesionales y las OnG, forman un tejido de contención y protección de la institucionalidad”.
Luego, el erudito en comunicación empresaria desarrolló el núcleo de su alocución: Un posible aporte de la comunicación a la amistad social en contextos de polarización.
Después de destacar que en el mundo existen dos clases de personas (“los que necesitan sentirse buenos y por otro lado, los que necesitan tener razón”), evocó Iramain un estudió revelador de Jonathan Haidt sobre los valores que subyacen detrás de las preferencias políticas.
El psicólogo social estadounidense realizó 30 mil entrevistas en todo el mundo. Descubrió cinco tendencias universales en los seres humanos:
a) El care (cuidado del más débil) que se materializa en las iniciativas de protección de los más pobres, de las minorías más desfavorecidas o de los enfermos.
b) La reciprocidad: Hacer a otros lo que quisiéramos que nos hagan, o no hacer lo que no quisiéramos que nos hagan. Lo que quienes estudian historia de las religiones llaman la regla de oro, que es común a tantas tradiciones espirituales.
c) El sentimiento de grupo. De aquí deriva el sano patriotismo. Y de su versión exagerada derivan los nacionalismos de campanario, la xenofobia, etc.
d) La necesidad de la autoridad. Demandamos una jerarquía que ordene el grupo.
e) La pureza: “Se refiere a la relación de nuestro cuerpo con su entorno y con la naturaleza. Hay una tendencia a establecer reglas, por ejemplo, sobre el uso del sexo, que es una manera de relacionarse con los demás. Durante siglos esas reglas fueron muy rígidas, y ahora eso parece estar cambiando. Ahora hay una especie de juicio moral sobre la alimentación: comer con azúcar, o grasas, parece ser una inmoralidad”.
Haidt descubrió que los votantes progresistas se centran en las dos primeras tendencias y desdeñan las restantes. En cambio, los conservadores o derechistas tienen igualmente desarrolladas las cinco tendencias, “como si estuvieran ecualizadas”.
La conclusión es que las preferencias políticas tienen un origen axiológico. Y los que no comparten nuestros valores los percibimos como malos. “A eso le llamamos polarización”, destacó el disertante. Todo esto potenciado por las redes sociales.
“La mayoría de los medios tienden también a dividir con su lenguaje -advirtió el director de Infomedia-. Los que tienen audiencias más consolidadas son los que usan narrativas que confirman los prejuicios de sus audiencias. El cerebro descansa cuando lee o ve cosas que confirman lo que ya creíamos. Las disonancias cognitivas, los datos que no esperábamos y nos obligan a recalcular, producen estrés”.
¿Qué podemos hacer para tender puentes?, se preguntó Iramain. Invitó a sus colegas “a aguzar el ingenio para pensar en otras funciones del lenguaje”, aquellas que no establezcan diferencias, que no agranden la grieta, dicho en criollo. Es decir, pensar otras formas de comunicación que salten muros. “Esta Academia se llama de Artes y Ciencias de la Comunicación porque el espectro de la comunicación es amplísimo: abarca el teatro, el cine, la música, la literatura, las artes plásticas…”. Un poema perfecto es capaz de desarmar las diferencias ideológicas. “Todo lo que consideramos bello se convierte en el espacio común”, remató el académico.
DESDE LA TRINCHERA
Por su parte, el subdirector de este diario desgranó razones por las que se siente pesimista y optimista al mismo tiempo sobre la profesión que abrazó hace treinta y cinco años: el periodismo.
Arrancó con la malas nuevas. El 2024 ha comenzado con el mayor ajuste desde la Gran Depresión en el tercer diario estadounidense. Los Angeles Times despidió al 20% de su redacción. El dueño, un magnate de la industria farmacéutica, el Dr. Patrick Soon-Shiong, dijo que los recortes eran necesarios, ya que el diario pierde entre 30 y 40 millones de dólares cada año.
Veinte días después, en la Argentina, Ambito Financiero, el diario que había cambiado el periodismo económico, claudicaba, dejaba de salir en papel después de 47 años. El Gobierno cerró la agencia Telam y muchos medios revelaron privados su enorme vulnerabilidad por su dependencia de la pauta estatal.
“A mi no me asusta perder el patronazgo estatal -totalmente injusto, según mis creencias-, lo que me asusta es que mis conciudadanos no quieran pagar un centavo por los contenidos periodísticos. Esto es lo que nos condena a la extinción y me mueve al pesimismo”, declaró Belcore. “Y un ecosistema social donde la única red de noticias sean las redes sociales es un mundo de dictaduras no de democracias”, retomando el tema planteado en el anterior discurso.
El disertante recomendó a sus colegas y al público un ensayo publicado este año. Nexus de Yuval Harari, una historia de las redes de comunicación, desde las cavernas a la Inteligencia Artificial, a la que el ensayista israelí define no como una herramienta, sino como un agente, capaz de tomar decisiones e incluso manipularnos.
“En el prólogo del libro -añadió Belcore- hay una frase que me impactó: Hoy, los seres humanos somos tan susceptibles a la fantasía y el delirio como nuestros ancentros más remotos. El mito de la caverna de Platón tiene vigencia”. Es decir, la libre circulación de información no basta para impulsar el progreso moral, intelectual y educativo. “Por las redes también circulan a raudales teorías de la conspiración llenas de odio. Ya tenemos una limpieza étnica potenciada por los algoritmos de Facebook, según Harari, la de minoría rohinyá en la antigua Birmania”.
“Estamos todos de acuerdo que la invención en Occidente de la imprenta de tipos móviles en 1450 fue una gran cosa, ¿verdad? Fíjense ustedes que uno de los primeros bestseller fue el Malleus Maleficarum. (El martillo de las brujas). El libro -escrito por un monje loco- indujo matanzas irracionales en toda Europa basadas en información falsa, como que las brujas robaban penes o causaban granizo. Su enorme popularidad influyó sobre la Iglesia Católica (que en la Edad Media había desestimado el mito) y sobre el poder político. También creó su propia burocracia: los cazadores de brujas”.
“Teniendo en cuenta esta propensión de la gente hacia las creencias irracionales, los profesionales de la comunicación tenemos aún un papel crucial que cumplir en el siglo XXI”, enfatizó el académico que recibió el sitial José C. Paz, el fundador de La Prensa. Y ese rol, con toda humildad, es en nombre del ideal democrático. Como establece Harari, la democracia ha ido generando con los siglos una serie de mecanismos autocorrectivos contra los excesos. El periodismo, más o menos independiente, es uno de ellos. El Poder Judicial, las instituciones científicas, académicas, profesionales son otros, como explicó mi colega”. “La tarea fundamental de los profesionales de la comunicación es inclinar la balanza en favor de la verdad, entendida la verdad como representación exacta de la realidad y asumiendo que hay realidades objetivas y realidades subjetivas”, abundó.
NUEVA AMENAZA
“El 2024 fue el año de la irrupción de la Inteligencia Artificial (si hay alguno aquí que haya comprado acciones de Nvdia el año pasado, hoy nos debería invitar a todos la cena). Harari la llama la Tecnología de la Información más poderosa de la historia”, siguió el discurso. “La IA ya empezó a destruir cientos de empleos en nuestro oficio como ocurrió con la irrupción de la computadora en los noventa (yo lo viví en el diario, desaparieron categorías laborales enteras, tipeadores, linotipistas, armadores manuales). Hoy las empresas empezaron a prescindir de ilustradores, correctores, diagramadores, etc. Pero la IA nos ha generado una nueva tarea para los profesionales de la comunicación. Tenemos que decirle al lector, al oyente, al televidente qué información o qué imagen generada digitalmente se apega a la verdad”.
“Soy optimista porque creo que la sociedad ha empezado a tomar conciencia -ya se vé en Estados Unidos- que los hombres y mujeres de la comunicación, como los que integramos nuestra querida academia, tenemos que seguir obrando como mecanismo de autocorrección de la República, como dije antes. En la práctica: luchar contra la corrupción, corregir los prejuicios, denunciar el error, conservar lo mejor de nuestras tradiciones”, concluyó el subdirector.