Houston, tenemos un problema
Como toda medida de política económica la implementación del esquema de flotación cambiaria entre bandas deja algunos sinsabores, un regusto agridulce en boca para un país que de alguna manera está definiendo cuál va a ser la matriz con la que consolidar el crecimiento y apuntar al desarrollo.
Es sabido ya que todo no se puede. Lo que para muchos es festejos y algarabía, para otros significa arrastrarse en un valle de lágrimas rumbo al abismo del quebranto. Este dólar barato que durante algunos días carreteó por el piso de la banda, pese al repunte de los últimos días, arroja ganadores y perdedores casi en la misma proporción.
El precio estable de la divisa estadounidense en torno a los $1.100 abre un panorama de calma y previsibilidad -ese bien tan escaso en la Argentina- para buena parte del arco productivo nacional que depende en gran medida de la compra de insumos importados.
También podría inaugurar, en una segunda etapa, una fase de modernización y compra de maquinaria y bienes de capital, similar a lo ocurrido en la década del ‘90 durante los años de la Convertibilidad. Pero le juega en contra, al menos por ahora, un nivel de consumo que no llega todavía a recobrar vigor.
Qué le pasa al sector productivo con este dólar es la pregunta que nos hicimos esta semana y que se traduce en la nota de portada del suplemento de Economía. Hay un lado A en esta historia, vinculado mayormente a la estabilidad que facilita la planificación en los negocios.
La salida del cepo y la tibia flotación cambiaria entre bandas -el Banco Central intervendrá en la plaza si el dólar amenaza con cruzar las líneas rojas, hacia arriba o hacia abajo- dibuja sonrisas en el equipo económico, además disparar irónicos textos del ministro Caputo en las redes sociales. Como en el fútbol, sin embargo, nunca hay que festejar una victoria antes de tiempo.
La Pax Cambiaría, aún con la divisa flotando, le asegura al Gobierno continuar teniendo al dólar como ancla para moderar la inflación, que siempre está al acecho. Ya quedó demostrado hace algunas semanas, cuando todos se asombraron del índice de 3,7% que difundió el Indec con respecto al mes de marzo, que no se puede bajar los brazos.
Queda claro también que el Gobierno no puso en marcha este esquema por voluntad propia. Bien que hubiera seguido con el cepo hasta las elecciones legislativas para asegurarse la parábola descendente en el proceso inflacionario pero el Fondo Monetario Internacional no firma acuerdos sin imponer condiciones. Y una de ellas era, justamente, dejar flotar la moneda, al menos entre bandas.
El panorama de dólar barato tiene también su lado B, una cara mucho menos saludable. El economista Eduardo Curia (1945-2017), de raigambre peronista, solía insistir con la idea de que para que la economía argentina funcionara hacía falta un tipo de cambio alto que impulse las exportaciones y haga las veces de barrera para el aluvión importador. No es éste el panorama actual sino más bien todo lo contrario.
La contracara de un billete verde ubicado a mitad de camino entre bandas, sin cepo, accesible para aquellos que cuenten con el excedente para adquirirlo -ya sea personas físicas o empresas- es que su bajo precio fogonea la llegada de bienes importados.
Y como suele afirmar el profesor Juan Carlos De Pablo, si a un fabricante de tornillos le abren la apertura de la importación, si llegan los tornillos de China, también tienen que bajarle la presión impositiva. En caso contrario sólo le queda resignarse al quebranto. En eso estamos.
Para los que eligen creer quedan las promesas realizadas por el ministro de Economía, Luis Caputo, quien desde Washington, en el marco del seminario organizado por el JP Morgan, aseguró que el Gobierno llevará adelante una profunda reforma impositiva. El tiempo dirá si el plan se cumple o va a parar allí adonde están ahora el cierre del Banco Central y la dolarización.
IGUAL CRECE
En la semana el Indec dio a conocer su batería de datos duros, entre los cuales se encuentra el Estimador Mensual de la Actividad Económica. El resultado volvió a ser el mismo de los últimos meses: crecimiento.
En el mes de febrero la economía creció 5,7% interanual, es decir contra febrero de 2024. Los expertos aseguran que la comparación es válida pero que, en realidad, lo que marca el ritmo del proceso, la tendencia, es la validación del guarismo contra el mes anterior. En este caso, frente a enero fue positivo en un 0,8%.
Según el organismo, once de los sectores de actividad que conforman el EMAE registraron subas en febrero, entre los que se destacan Intermediación financiera (30,2%) y Pesca (28,3%). También parecen experimentar cierto repunte los rubros Comercio mayorista, minorista y reparaciones (7,4%) e Industria manufacturera (5,0%).
“Este crecimiento en términos generales se está dando de la mano de un reacomodamiento de la estructura económica, a medida que cambian los incentivos por la baja de la inflación, las reformas y las desregulaciones. Algunos sectores están bien posicionados para canalizar capitales, crecer y absorber empleo, mientras que obviamente en otros se están desnudando los problemas de competitividad”, explicó Eugenio Marí, economista jefe de la Fundación Libertad y Progreso.
Como todo buen liberal, consideró que “la clave en esta transición es acelerar la implementación de las reformas que aumenten la productividad y bajen los costos no salariales, como las privatizaciones, la reforma impositiva y la laboral. Y aquí es clave el Congreso, lo que les da más valor a las elecciones de medio término”.
La economía mantiene cierto ritmo de crecimiento, algo así como tener la cabeza por encima del agua, pese a que uno de sus principales motores, el consumo, todavía no da muestras de recuperación. De hecho, a nivel general exhibió una leve caída de -0,3%.
De acuerdo a datos elaborados por la consultora NielsenIQ, el rubro de bebidas fue el único canal que se contrajo en términos generales, con una baja del -2,7%. La principal caída se registró en las bebidas alcohólicas, que retrocedieron un 10%, mientras que las bebidas no alcohólicas lograron compensar en parte con un leve crecimiento del +0,5%.
Los alimentos mostraron un crecimiento moderado del +0,5%, impulsado por los productos no básicos (+1,9%) y las golosinas (+2,2%). Sin embargo, este desempeño positivo fue parcialmente opacado por una caída del -4,5% en los alimentos básicos, lo que da cuenta de un consumo más selectivo.
El crecimiento es dispar, heterogéneo. Lo mueve el campo, donde según Acara (Asociación de Concesionarios de Automotores de la República Argentina) durante el primer trimestre del año se patentaron 1.226 unidades, un 43,9% más que en el mismo período de 2024.
Otro dato insólito es el que brindó el Indice Construya, que revela las condiciones de la Construcción en el ámbito privado -la obra pública está paralizada a nivel nacional-. Experimentó una recuperación de 8,23% mensual desestacionalizada, contra todos los pronósticos.
La entidad aclaró que “en la comparación interanual el IC registró una suba de 15,8%, producto de la bajísima base de comparación que estableció marzo de 2024. En aquel período los despachos de insumos habían caído al mínimo de los últimos cinco años, en el marco de un proceso de adaptación de la cadena de valor al nuevo escenario económico”.
Todas las manifestaciones de brotes verdes que pueden verse en la economía del país, con mayor o menor voluntad, encuentran una especie de respaldo en los pronósticos de los organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, que coinciden en proyectar que la economía argentina avanzará este año un 5,5%. Los informes marcan, otra vez, las dos caras de la moneda: pujanza de las exportaciones agropecuarias y energéticas, y el consumo interno rezagado, como un lastre.
EMPLEO
El empleo cruje porque no hay creación de puestos de trabajo y lo único que asoma tiene que ver con el cuentapropismo y el monotributo. Según Nadin Argañaraz, titular del Instituto Argentino de Análisis Fiscal, “en enero 2025 puede afirmarse que hubo 54,7 asalariados públicos registrados por cada 100 asalariados privados registrados”.
“En un contexto de caída del empleo asalariado formal, la mayor relación entre empleo público/empleo privado obedece a una mayor caída del empleo asalariado privado que del público, en todo el país”, recalca el informe de la consultora. Y agrega: “En relación a noviembre de 2023, el empleo asalariado privado se redujo un 1,9% (124.000 puestos), mientras que el empleo público se redujo un 1,4% (49.500 trabajadores)”.
Veremos si con la lógica de la apertura de las importaciones y la supremacía en la economía de sectores exportadores como el agro y la energía, que no son mano de obra intensivos, puede igualmente recuperarse el nivel de empleo. La industria lo mira desde afuera. La Argentina libertaria recién empieza.