Horacio Quiroga como militante anarquista
Textos políticos, extraviados & dispersos
Por Horacio Quiroga
Caballo Negro Editora. 156 páginas
La crítica del mundo literario, la prensa especializada, ha decidido mostrar en Horacio Quiroga a un escritor atormentado. Poeta, cuentista y dramaturgo, su obra fue reconocida con el devenir de las décadas. Como a tantos autores, le tocó lidiar con la dureza de la vida cotidiana, con el fracaso y la desazón.
Buena parte de su obra tomó como eje a la naturaleza y sus criaturas, reflejándola en su aspecto más excesivo, cruel y despiadado. Como si parte de su personalidad en carne viva se proyectara sobre el medio, un universo al acecho, listo para lastimarlo.
Pero hubo otro Quiroga, comprometido con su visión política y feroz detractor de una sociedad con la cual no se sentía identificado. En Textos políticos, extraviados & dispersos (Caballo Negro Editora) se reúnen algunas de las colaboraciones que el escritor realizó en diarios y revistas de su época, un encadenamiento de pensamientos anarquistas que buscan echar luz sobre un mundo que tras la Primera Guerra Mundial marcha, sin prisa y sin pausa, a repetir la tétrica experiencia.
Lo irrita el aparato estatal, el capitalismo y la estructura vertical del comunismo moscovita. Irónico, escribe: “¿Qué sabemos en concreto de los resultados del Soviet?”
Es un libertario de izquierda que desdeña al capital y los mercados. En tiempos en que se le ha pasado el plumero al olvidado sustantivo casta, que hoy vuelve a relucir, Quiroga fue un adelantado: cargó sin piedad contra las prácticas de “la casta de los escritores”.
Aunque uruguayo de nacimiento, a esa altura ya es una pluma rioplatense que trasciende el territorio nacional. Su mirada política es ácida. Cuestiona la voracidad del mundo occidental por su afán de riqueza, que lo empuja una y otra vez a la guerra.
Y aunque su vida ingresó en una fase declinante, víctima de una enfermedad terminal y abandonado por su familia, sostuvo sus principios ideológicos hasta el último aliento. Nos quedan sus textos, como botellas lanzadas al mar.