Homenaje a Armando Ribas

El próximo 20 de septiembre habrá un evento de homenaje a quien fue uno de mis queridos amigos: Armando Ribas. Se realizará a las 18 horas en el auditorio UCEMA, Reconquista 775, CABA. Diana Mondino, Emilio Ocampo, Alberto Benegas Lynch (h) y Juan Carlos De Pablo, fueron elegidos para recordar sus méritos y trayectoria. ¡Están todos invitados!

Armando Ribas repetía, a menudo, que si las ideas que expresaba fueran de él estaríamos aún en la Edad Media. Si aceptamos como válida su opinión, podemos asegurar que eligió muy bien a los pensadores de quienes se nutrió. Hoy ocupa un lugar destacado en el panteón de los intelectuales liberales.

Amparaba la autonomía de la persona frente a las imposiciones del grupo y de cualquier poder. Debido a su elevado grado de individuación se dio el lujo de expresar siempre lo que pensaba. Puede parecer fácil en cualquier país del primer mundo, en Argentina no lo era, la cultura política ha sido y es autoritaria y antiliberal.

Evitaba las mordazas que vivir en nuestro país imponía: se animó a criticar al Estado Benefactor, al populismo, al nacionalismo y a toda la variedad de socialismos. Desde que se fue de su patria, Cuba, consideraba una misión la defensa de la libertad, como también de las ideas y principios relacionados con ella.

Tanto en Argentina como en todos los países a los que fue invitado para exponer su pensamiento no se cansó de enfatizar la ética liberal basada en los derechos “lockeanos” inviolables e inalienables a la vida, a la propiedad, a la libertad y al derecho a la búsqueda de la propia felicidad, principio reconocido en la declaración de independencia de Estados Unidos.

Eran la vara con que analizaba y juzgaba la realidad, los consideraba más importantes que la política y la economía para el progreso del género humano. Adhirió al liberalismo clásico en cuanto a limitar los poderes del Estado dentro de leyes universales iguales para todos y a las instituciones liberales que respetan los derechos individuales, la división de poderes, el federalismo y la democracia representativa.

Repetía que de ellas había surgido la organización económica capitalista, responsable de emerger de la pobreza a millones de personas en el mundo. Consideraba a la Revolución Industrial una consecuencia del progreso de la libertad.

DOCTRINA

Apreciaba la doctrina liberal porque valoriza al individualismo y rechaza la arbitrariedad política y el culto romántico roussoniano al grupo. Por ello mismo, elevaba la experiencia revolucionaria americana por sobre la experiencia revolucionaria francesa, la cual dirigía su interés hacia la colectividad, sustituyendo el poder absoluto del Rey por el poder absoluto del pueblo.

A la libertad se la consideraba ligada a la meta de terminar con el mal y alcanzar la armonía social mediante instituciones que educarán creando al hombre pleno. Éste sería capaz de elegir mediante la infalibilidad de la razón, lo mejor, lo justo, el bien, la verdad y la belleza. En oposición a ello, Armando Ribas dedicó toda su vida a promover el Rule of Law, denominación dada por los Founding Fathers en Estados Unidos al sistema que permite la libertad al mismo tiempo que la creación de riqueza, es decir, respeta los derechos individuales y limita el poder político.

No se detenía, como otros destacados intelectuales, en el proceso histórico que se dio en Occidente, desde Grecia en adelante, y permitió surgir a mediados del siglo XIX en Inglaterra al capitalismo. No era objeto de su interés.

Comenzaba con la Gloriosa Revolución de 1688 y continuaba con la experiencia norteamericana. No olvidaba, sin embargo, a filósofos anteriores a Locke y Hume como Platón y Aristóteles a quienes recurría para atacar las sociedades cerradas y ponderar a las sociedades abiertas, donde la libertad de pensamiento y acción son posibles. O sea, Ribas partía más que de las causas que posibilitaron el capitalismo, de las ideas y consecuencias que lo obstruyen o lo hacen posible.

En todos los ámbitos donde se movía destacaba la importancia que tuvo Estados Unidos en mostrar al mundo que un poder limitado es posible, sin ideologías fanáticas y con el espíritu de tolerancia que reflejan los valores comunes y la libertad individual.

No descreía del Estado, como John Locke pensaba que éste debía ser limitado y cumplir con lo que le es propio: velar por la vida, libertad y bienes del individuo, además de ocuparse de la defensa y de impartir justicia.

Señalaba el peligro del socialismo de hoy, el cual como advirtió Eduard Bernstein en su discusión con Lenin, se podía llegar sin revolución y democráticamente. Apuntaba que Aristóteles estaba presente en función de la demagogia que entraña el socialismo, al cual se pretendía reconocer como populismo.

En su libro “Argentina: un milagro de la historia” el cual se vuelve a editar en estos días, muestra el progreso que se alcanzó en este país con una dirigencia que realizó, a partir de 1853, una obra fantástica con ideas de base liberal. Le asignaba un papel fundamental a Justo José de Urquiza, quien permitió que la Constitución de 1853 diera el puntapié inicial para el mejoramiento de la calidad de vida de los argentinos. A punto tal que a principio del siglo XX Argentina estaba entre los diez países más prósperos del mundo.

COMUNISMO

Si el ejemplo de Estados Unidos le ayudaba a Armando Ribas a mostrar las bondades del Rule of Law, Cuba, por otra parte, le permitía ejemplificar los males del sistema comunista impuesto por Fidel Castro.

El vivió allí antes de la Revolución de 1959, sabía cómo se vivía en ese entonces: la isla poseía una amplia y productiva clase media. Era el primer país en América Latina en uso de televisores, el tercero en números absoluto de médicos, el quinto en calidad de dieta alimenticia, el tercero en cantidad de autos por habitante y en radiorreceptores. Ocupaba el cuarto lugar en teléfonos y el primero en uso de energía y en asistencia al cine, entre otros muchos indicadores.

Sin duda podía afirmar que el país donde nació era uno de los lugares más prósperos de América Latina, sin dejar de reconocer que el sistema político era deficitario. Aún hoy Cuba sufre la opresión y la pobreza consecuencias de que el 90% de la propiedad, con la Revolución, pasó a manos estatales. Fidel Castro prohibió cualquier tipo de iniciativa individual, por ello miles de personas se vieron afectadas, perdieron sus bienes y negocios.

Estatizar, militarizar, fidelizar fue la tragedia revolucionaria. ¡Ribas lo sufría! Desilusionado con las experiencias latinoamericanas de años de inestabilidad política, consideraba a la democracia desgastada por el decolorante de la demagogia. Es así que se manifestaba favorable a La República y con desconfianza hacia las democracias, sobre todo latinoamericanas.

Como John Adams y James Madison, uno de los más grandes defensores de la Constitución norteamericana, la percibía como un peligro para las minorías. Sostenía que la propiedad privada siempre se vería amenazada donde no existiera o estuviera deteriorado el Estado de Derecho. Lo ejemplificaba con los sistemas socialista, nacional-socialista y fascista, donde no lo hubo: la razón de Estado -y no la ley- era la que mandaba, la justicia siempre consistía en dar razón al Estado o a los que gobernaban, no había respeto por las minorías.

Lo expresaba Ribas, recurriendo a James Madison: “cuando la mayoría puede desconocer los derechos de la minoría nos encontramos como en el estado de naturaleza, donde el más débil está a merced del más fuerte”.

Alertaba sobre el error de creer que el sistema capitalista puede funcionar alejado de una ética liberal: entendía que no solamente en él se reconoce el papel de la empresa y de la propiedad privada de los medios de producción, sino también la importancia de un marco jurídico consustancial con los derechos individuales y con las instituciones liberales.

Resaltaba que sólo la seguridad jurídica podría atraer nuevamente la inversión necesaria para lograr la necesitada recuperación económica. Por ello remarcaba el papel fundamental de la Corte Suprema como garante de los derechos individuales para que ninguna ley fuera contraria a la Constitución.

En cuanto a los niveles altos de presión impositiva, alertaba sobre una de sus necesarias consecuencias: el mantenimiento de la evasión como última alternativa viable para mantenerse en el mercado; respecto al excesivo gasto público, lo condenaba como el responsable de niveles altos de inflación.

Se debería tener en cuenta, cuando se lo recuerda, que si bien Ribas comulgaba con el pensamiento de Adam Smith, Locke, Hume y Madison, entre otros defensores del liberalismo, recurría a Juan Bautista Alberdi más que a menudo. Uno de sus aportes importantes fue volverlo a la vida, era casi un desconocido en la República Argentina. No se cansaba de recomendar sus libros y de resaltar su figura.

Aunque fue un gran observador e implacable crítico de la realidad, Armando Ribas era optimista, creía que vivíamos en un mundo mucho mejor que los del pasado. Así se pronunciaba con palabras de Karl Popper:

“Yo no digo como Leibniz que nuestro mundo es el mejor de todos los mundos posibles. Tampoco digo que nuestro mundo social es el mejor de todos los mundos sociales. Mi tesis es meramente que nuestro propio mundo social es el mejor que haya existido, el mejor al menos de los que tenemos un conocimiento histórico”.

Esto se había escrito -explicaba Ribas- hace mucho más de cincuenta años y no se podía negar que en estos últimos se había producido el mayor adelanto tecnológico de la historia, con el consiguiente, enorme, mejoramiento del nivel de vida.

A éste, su mundo, lo disfrutó día a día. La muerte no lo encontró ocioso, siempre ocupado en lo que le gustaba: la escritura, el deporte, los amigos, la música y otros muchos placeres. Como decía Vinicius de Moraes :

“E a coisa mais divina

Que ha no mundo

È viver cada segundo

Como nunca mais”.

 

* Miembro de Número de la Academia Argentina de la Historia. Miembro del Instituto de Economía de la Academia de Ciencias Morales y Políticas. Premio a la Libertad 2013 (Fundación Atlas). Autora de El Crepúsculo Argentino (Ed. Lumiere, 2006).