El primer día de este año, se cumplió el sesquicentenario del nacimiento de Cristóbal María Hicken, en la quinta familiar, ubicada en la esquina de Corrientes y Gallo en el barrio de Almagro -según nos informó Bernardo Lozier Almazán; segundo de los tres hijos de Cristóbal Hero Hicken, natural de Hamburgo, industrial y fundador del Mercado de Frutos y de María Vermoelen Rubio porteña.
El señor cuyo nombre lleva la Escuela de Jardinería del Jardín Botánico de Buenos Aires, y cuyo nombre permanece casi ignorado, tratándose de uno los grandes científicos que honraron este país. Estudió en el Colegio del Salvador de la calle Callao bajo la dirección de los padres jesuitas y posteriormente en la Facultad de Ciencias Naturales de la Universidad de Buenos Aires donde en julio de 1898 recibió el título de agrimensor y en 1904 el doctorado en Ciencias Naturales con una tesis titulada “Helechos argentinos” que mereció el premio Stroebel.
Podemos afirmar que el primer cuarto de siglo de su vida con capacidad intelectual los vivió dedicado al estudio, y en palabras de su sobrino Pablo Ducrós Hicken: “desde muy niño amó el estudio y en las escuelas, colegios, y facultades dejó huellas brillantes de su inteligencia por sus notas distinguidas y fue catedrático cuando por edad aún parecía adulto”.
Contaba entre sus maestros al médico y naturalista Eduardo Ladislao Holmberg y Carlos Berf, quienes le fueron de mucha utilidad al orientar sus trabajos de investigación sobre especies no conocidas. Con éste y otra figura descollante como el tucumano Miguel Lillo, más otras relativamente contemporáneas como Ángel Gallardo o Juan Aníbal Domínguez fue convocado para integrar la comisión de debía elegir la flor nacional, lo que no se concretó en ese momento.
Ocupó la cátedra en las Facultades de Agronomía, Ingeniería y Ciencias Exactas y Naturales. Si bien era un. Reconocido botánico, sus conocimientos de Mineralogía y Geología le permitieron dictar cursos de esas materias. El Colegio Militar de la Nación lo tuvo entre sus profesores, lo mismo que la Escuela Normal de Profesores Mariano Acosta, en el Colegio Nacional de Buenos Aires y fue un referente los estudios geográficos en el Estado Mayor del Ejercito hasta su muerte.
Su vida científica se mezcló con la aventurera y recorrió estudiando la botánica de nuestro territorio desde el Norte y Misiones, hasta la Patagonia y las Islas Malvinas, el Glaciar Perito Moreno, la cordillera y el lago Argentino. De cada uno de estos viajes además de la experiencia personal más que apasionante, traía una cantidad de elementos que dio a conocer en numerosas publicaciones. Tanta labor mereció el 24 de setiembre de 1916 su incorporación como numerario a la Academia Nacional de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales.
En 1911 fundó un Instituto que bautizó con el nombre de Darwinion en homenaje a Charles Darwin el famoso científico y viajero que recorrió nuestras pampas en tiempos en que Juan Manuel de Rosas realizaba su campaña al desierto. Comenzó la nueva entidad en un edificio ubicado en Villa Progreso, Partido de San Martín en las calles Heredia y Progreso, al que cedió su biblioteca, herbario, archivo, laboratorio, donde no faltaban habitaciones para los huéspedes que necesitaran un lugar donde alojarse. El mismo afirmó que era soltero y no contrajo matrimonio “porque la botánica no le dejaba tiempo para ocuparse de su familia”.
Muy pronto el espacio quedó reducido y entonces con su propio peculio comenzó la construcción en un terreno de 2732 m2 en el Barrio Parque Aguirre de San Isidro, con un magnífico edificio que no alcanzó a ver inaugurado, pero que donó al Estado según lo manifestó en una sesión de la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales el 18 de octubre de 1924. La obra fue inaugurada el 28 de diciembre de 1936 con la presencia del presidente Justo, el ministro de Instrucción Pública y altos funcionarios de la Universidad y académicos como los Dres. Vicente Gallo y Bernardo Houssay. Nos señala Lozier que el testamento de Hicken era de 1925 y surgió una dificultad judicial que fue solucionada por la buena disposición de sus herederos, lo que revela un gesto de edificante generosidad y patriotismo.
Este autor que mucho estudió a Hicken lo describe así:
“Vestido con traje gris oscuro y moño de corbata, bastante desaliñado como corresponde a un sabio. De estatura mediana, cuerpo robusto, cabeza vigorosa, lucía poblados bigotes y ojos vivaces; su conversación vivaz, amena, llana y expresiva, le conferían una personalidad sumamente atrayente”.
El retrato que ilustra esta nota lo presenta en su mesa de trabajo, detrás de sus gafas nos desafía como un reto su mirada, sobre ella el lápiz, la lapicera de pluma, el tintero, y una lupa para estudiar alguna especie, la tijera y las obras de consulta necesarias para esa tarea, y la biblioteca que hace de fondo es como opaco un telón de fondo a su luminosa personalidad.
Falleció en Mar del Plata el 11 de marzo de 1933 de un síncope cardíaco, los principales diarios de Buenos Aires y del interior dieron noticia de su deceso.