Por Jorge D. Rojas Luna *
Especial para La Prensa desde Huancavelica, Perú
La Guerra del Pacífico, la misma que el gran historiador Mariano Felipe Paz Soldán llamara: “Guerra de Chile contra el Perú y Bolivia”; y a la que el profesor sanmartiniano Jorge Arroyo González prefiere denominar: “La Guerra del guano y el salitre”, fue la consecuencia de la luchas por intereses económicos y geopolíticos.
Conflagración que provocó que las fronteras físicas se transformaran, cercenando brutalmente el territorio peruano, convirtiendo a Bolivia en mediterránea y expandiendo la geografía chilena; produjo el cautiverio por medio siglo del territorio tacneño junto a su población; devastó psicológica y económicamente al Perú, dando inicio a un terrible odio entre las naciones beligerantes. Para el historiador y diplomático peruano, Hugo Pereyra, fueron tres los factores que desencadenaron la guerra: la voluntad chilena de proteger su expansión demográfica y económica privada hacia la Atacama boliviana; la necesidad por parte del Perú de utilizar los recursos salitreros de Tarapacá como solución a la penosa situación económica del país por el despilfarro e irresponsable manejo de la deuda externa; y, la violación por parte de Bolivia de su tratado con Chile de 1874.
Hombres y mujeres de todas las sangres respondieron al llamado de la Patria al recibir el 5 de abril de 1879 la declaratoria de guerra chilena. Este grito defensivo contra la belicosidad sureña fue la causa aliada que abrazaron valientes de otras latitudes de entre los que se destacaron varios argentinos, y sobre ellos van estas líneas.
El valor, honor y caballerosidad de Roque Sáenz Peña, le convirtieron en el argentino más apreciado por el Perú y sobre su figura ya tuvimos el honor de escribir en ‘La Prensa’.
DEFENSA DEL SUR
Sin embargo, no fue el único en demostrar esas virtudes y desprendimiento. He de citar a Eduardo Ruiz, quien luchó valientemente con el grado de teniente del Ejército Peruano, destacándose en la defensa del sur peruano y en la campaña de la Breña.
Una de las caratulas de la revista semanal ilustrada mundial -9 de junio de 1922- muestra una fotografía suya (la que ilustra esta nota) y afirma: “Mundial, al honrar su caratula con el retrato del General Ruiz, en este día de gloriosos recuerdos para el Perú, que enaltecen el sacrificio heroico de Bolognesi y sus compañeros de infortunio, envía al amigo de nuestras horas de desgracia, el saludo más cariñoso envolviendo en él a todos los hijos de Argentina que con nosotros comparten de nuestros dolores y horas de bonanza. Salud General”.
Eduardo Ruiz, demostró nuevamente su cariño al Perú en 1910; año en que se celebraba el centenario de la independencia de Argentina; siendo el coronel argentino más antiguo fue nombrado como ayudante del presidente chileno don Pedro Montt, encargo que se negó a tomar. Ante la presión que ejerció el propio presidente argentino para que aceptara, el coronel Ruiz solicitó su pase a disponibilidad; el presidente Figueroa notó la emocionalidad del héroe, y le dio a escoger un puesto acorde a su alta graduación, a lo que Eduardo Ruiz exclamó: “Serviré de ayudante del embajador y primer vicepresidente de la Republica Peruana”.
Otro valiente argentino fue el tucumano Pedro Toscano, quien llegara junto a Roque Sáenz Peña al Perú para batallar contra el invasor sureño. Enlistado en el Batallón Ayacucho N°3, peleó en la batallas de Tarapacá y San Francisco, en esta última participó en la toma del Cerro Dolores. Es interesante su papel como una especie de miembro de fuerzas especiales o de inteligencia militar de forma voluntaria, ya que se infiltró tras las líneas enemigas para recuperar un valioso gallardete peruano.
La revista ‘El Perú ilustrado’ del 19 de octubre de 1889 noticiaba: “…Allí hizo Toscano ostentación de gran valor y serenidad, como lo acreditan los partes de sus jefes… Tratábase de recobrar el estandarte del ‘Ayacucho’, que había quedado oculto en la Noria, punto ocupado por el ejército invasor. Toscano ofreció devolverlo al cuerpo al que pertenecía, y, disfrazándose convenientemente, para lo cual hizo empleo de sus recursos, atravesó la línea enemiga, burló el espionaje del ejército y recogió el estandarte que habría el mismo de llevar en sus brazos, durante la batalla de Tacna”.
El teniente Pedro Toscano luchó en el Campo de la Alianza y fue herido, sin embargo, continuó peleando hasta que fuera herido nuevamente por las balas chilenas. Luego de sanar sus heridas se replegó a Lima, y con el grado de capitán sirvió en el batallón ‘Libres de Trujillo N° 11’ en las batallas de San Juan y Chorrillos. Es en Chorrillos en donde es hecho prisionero y antes de ser fusilado logra escapar para dirigirse hacia el interior del Perú, uniéndose a las guerrillas patriotas, para luego emprender a pie el camino hacia su patria natal. El congreso peruano de 1901 le otorgó la medalla a los sobrevivientes de las batalla de Tarapacá.
El historiador peruano Juan Cuya Velarde, en su obra: “Un argentino en Tacna – Recuerdos de viaje y guerra”, nos brinda información interesante sobre un valiente y honorable argentino que luchó en tierras peruanas, que, aunque lo hizo bajo los colores bolivianos, tuvo una participación heroica en el sur peruano y, que plasmó sus recuerdos en un diario que hoy nos permite conocer lugares, personas y momentos de la guerra. “Florencio Bernabé del Mármol Demaría, nació en Buenos Aires el 19 de junio de 1851 en una familia de alcurnia más no muy adinerada; estudió la carrera de derecho (de forma inconclusa) en la Universidad de Buenos Aires, al lado del gran Roque Sáenz Peña; fue periodista, político y revolucionario. Admitido en Tacna, como capitán efectivo del Ejército de Bolivia (15 de julio de 1879), fue destinado al Escuadrón Escolta Los Coraceros de Bolivia como jefe de la segunda compañía. Florencio del Mármol llegó un día de julio a Tacna, no para visitarla, sino para enfrentar a la muerte en defensa de sus ideales”.
Del Mármol viajó de Tacna hacia Arica en donde se entrevistó con Roque Sáenz Peña, previa comunicación mediante cartas; noticiando en sus apuntes lo siguiente: “Ese puerto sufría entonces diariamente el bombardeo de dos o tres buque chilenos, cuyos resultados habían sido dejar completamente abandonado el pueblo, muchos de cuyos edificios se veían destrozados por las balas… tuve allí el gusto de almorzar bajo el fuego del cañón monstruoso de la Angamos, con Sáenz Peña y tres argentinos más, los señores Michel, Puch y de la Vega, proveedores del Ejército Peruano. Deseo también hacer un recuerdo de otro joven de apellido Toscano, quien se había conducido bizarramente en San Francisco, después de cuyo desastre fue mandado a la Noria, atravesando el desierto poblado de enemigos, en busca de la bandera del batallón en que servía… salvó la bandera, la llevó a Iquique, en cuyo resguardo la hizo pasar por debajo de las narices de las autoridades militares chilenas y de la misma manera la condujo consigo a bordo de un vapor en el que se dirigió a Arica. Esa bandera pertenecía al Batallón Ayacucho, y era una reliquia de la gloriosa guerra de la independencia” (…) “Últimamente el Ayacucho residía en Tacna; y un día que Toscano me invitó a comer a la mesa común que tenían en el cuartel los jefes y oficiales del batallón, fui agradablemente sorprendido por la armonía majestuosa del Himno Nacional Argentino, ejecutado por la banda del cuerpo y oída de pie por todos los comensales”. Florencio del Mármol, murió el 24 de diciembre de 1881 en Argentina, a los 30 años, y tan solo un año y medio después de haber participado en la batalla del Campo de la Alianza.
El esfuerzo de valerosos hombres que lucharon por defender el ideal de igualdad y fraternidad entre las naciones sudamericanas nunca debe ser olvidado; recordar a quienes en algún momento de la vida nos han ayudado y ser recíprocos es de suma importancia. La “guerra del guano y el salitre”, también fue para muchos valerosos argentinos su guerra.
* Periodista peruano fundador de Contracultura ABH.
Especial para La Prensa desde Huancavelica, Perú
La Guerra del Pacífico, la misma que el gran historiador Mariano Felipe Paz Soldán llamara: “Guerra de Chile contra el Perú y Bolivia”; y a la que el profesor sanmartiniano Jorge Arroyo González prefiere denominar: “La Guerra del guano y el salitre”, fue la consecuencia de la luchas por intereses económicos y geopolíticos.
Conflagración que provocó que las fronteras físicas se transformaran, cercenando brutalmente el territorio peruano, convirtiendo a Bolivia en mediterránea y expandiendo la geografía chilena; produjo el cautiverio por medio siglo del territorio tacneño junto a su población; devastó psicológica y económicamente al Perú, dando inicio a un terrible odio entre las naciones beligerantes. Para el historiador y diplomático peruano, Hugo Pereyra, fueron tres los factores que desencadenaron la guerra: la voluntad chilena de proteger su expansión demográfica y económica privada hacia la Atacama boliviana; la necesidad por parte del Perú de utilizar los recursos salitreros de Tarapacá como solución a la penosa situación económica del país por el despilfarro e irresponsable manejo de la deuda externa; y, la violación por parte de Bolivia de su tratado con Chile de 1874.
Hombres y mujeres de todas las sangres respondieron al llamado de la Patria al recibir el 5 de abril de 1879 la declaratoria de guerra chilena. Este grito defensivo contra la belicosidad sureña fue la causa aliada que abrazaron valientes de otras latitudes de entre los que se destacaron varios argentinos, y sobre ellos van estas líneas.
El valor, honor y caballerosidad de Roque Sáenz Peña, le convirtieron en el argentino más apreciado por el Perú y sobre su figura ya tuvimos el honor de escribir en ‘La Prensa’.
DEFENSA DEL SUR
Sin embargo, no fue el único en demostrar esas virtudes y desprendimiento. He de citar a Eduardo Ruiz, quien luchó valientemente con el grado de teniente del Ejército Peruano, destacándose en la defensa del sur peruano y en la campaña de la Breña.
Una de las caratulas de la revista semanal ilustrada mundial -9 de junio de 1922- muestra una fotografía suya (la que ilustra esta nota) y afirma: “Mundial, al honrar su caratula con el retrato del General Ruiz, en este día de gloriosos recuerdos para el Perú, que enaltecen el sacrificio heroico de Bolognesi y sus compañeros de infortunio, envía al amigo de nuestras horas de desgracia, el saludo más cariñoso envolviendo en él a todos los hijos de Argentina que con nosotros comparten de nuestros dolores y horas de bonanza. Salud General”.
Eduardo Ruiz, demostró nuevamente su cariño al Perú en 1910; año en que se celebraba el centenario de la independencia de Argentina; siendo el coronel argentino más antiguo fue nombrado como ayudante del presidente chileno don Pedro Montt, encargo que se negó a tomar. Ante la presión que ejerció el propio presidente argentino para que aceptara, el coronel Ruiz solicitó su pase a disponibilidad; el presidente Figueroa notó la emocionalidad del héroe, y le dio a escoger un puesto acorde a su alta graduación, a lo que Eduardo Ruiz exclamó: “Serviré de ayudante del embajador y primer vicepresidente de la Republica Peruana”.
Otro valiente argentino fue el tucumano Pedro Toscano, quien llegara junto a Roque Sáenz Peña al Perú para batallar contra el invasor sureño. Enlistado en el Batallón Ayacucho N°3, peleó en la batallas de Tarapacá y San Francisco, en esta última participó en la toma del Cerro Dolores. Es interesante su papel como una especie de miembro de fuerzas especiales o de inteligencia militar de forma voluntaria, ya que se infiltró tras las líneas enemigas para recuperar un valioso gallardete peruano.
La revista ‘El Perú ilustrado’ del 19 de octubre de 1889 noticiaba: “…Allí hizo Toscano ostentación de gran valor y serenidad, como lo acreditan los partes de sus jefes… Tratábase de recobrar el estandarte del ‘Ayacucho’, que había quedado oculto en la Noria, punto ocupado por el ejército invasor. Toscano ofreció devolverlo al cuerpo al que pertenecía, y, disfrazándose convenientemente, para lo cual hizo empleo de sus recursos, atravesó la línea enemiga, burló el espionaje del ejército y recogió el estandarte que habría el mismo de llevar en sus brazos, durante la batalla de Tacna”.
El teniente Pedro Toscano luchó en el Campo de la Alianza y fue herido, sin embargo, continuó peleando hasta que fuera herido nuevamente por las balas chilenas. Luego de sanar sus heridas se replegó a Lima, y con el grado de capitán sirvió en el batallón ‘Libres de Trujillo N° 11’ en las batallas de San Juan y Chorrillos. Es en Chorrillos en donde es hecho prisionero y antes de ser fusilado logra escapar para dirigirse hacia el interior del Perú, uniéndose a las guerrillas patriotas, para luego emprender a pie el camino hacia su patria natal. El congreso peruano de 1901 le otorgó la medalla a los sobrevivientes de las batalla de Tarapacá.
El historiador peruano Juan Cuya Velarde, en su obra: “Un argentino en Tacna – Recuerdos de viaje y guerra”, nos brinda información interesante sobre un valiente y honorable argentino que luchó en tierras peruanas, que, aunque lo hizo bajo los colores bolivianos, tuvo una participación heroica en el sur peruano y, que plasmó sus recuerdos en un diario que hoy nos permite conocer lugares, personas y momentos de la guerra. “Florencio Bernabé del Mármol Demaría, nació en Buenos Aires el 19 de junio de 1851 en una familia de alcurnia más no muy adinerada; estudió la carrera de derecho (de forma inconclusa) en la Universidad de Buenos Aires, al lado del gran Roque Sáenz Peña; fue periodista, político y revolucionario. Admitido en Tacna, como capitán efectivo del Ejército de Bolivia (15 de julio de 1879), fue destinado al Escuadrón Escolta Los Coraceros de Bolivia como jefe de la segunda compañía. Florencio del Mármol llegó un día de julio a Tacna, no para visitarla, sino para enfrentar a la muerte en defensa de sus ideales”.
Del Mármol viajó de Tacna hacia Arica en donde se entrevistó con Roque Sáenz Peña, previa comunicación mediante cartas; noticiando en sus apuntes lo siguiente: “Ese puerto sufría entonces diariamente el bombardeo de dos o tres buque chilenos, cuyos resultados habían sido dejar completamente abandonado el pueblo, muchos de cuyos edificios se veían destrozados por las balas… tuve allí el gusto de almorzar bajo el fuego del cañón monstruoso de la Angamos, con Sáenz Peña y tres argentinos más, los señores Michel, Puch y de la Vega, proveedores del Ejército Peruano. Deseo también hacer un recuerdo de otro joven de apellido Toscano, quien se había conducido bizarramente en San Francisco, después de cuyo desastre fue mandado a la Noria, atravesando el desierto poblado de enemigos, en busca de la bandera del batallón en que servía… salvó la bandera, la llevó a Iquique, en cuyo resguardo la hizo pasar por debajo de las narices de las autoridades militares chilenas y de la misma manera la condujo consigo a bordo de un vapor en el que se dirigió a Arica. Esa bandera pertenecía al Batallón Ayacucho, y era una reliquia de la gloriosa guerra de la independencia” (…) “Últimamente el Ayacucho residía en Tacna; y un día que Toscano me invitó a comer a la mesa común que tenían en el cuartel los jefes y oficiales del batallón, fui agradablemente sorprendido por la armonía majestuosa del Himno Nacional Argentino, ejecutado por la banda del cuerpo y oída de pie por todos los comensales”. Florencio del Mármol, murió el 24 de diciembre de 1881 en Argentina, a los 30 años, y tan solo un año y medio después de haber participado en la batalla del Campo de la Alianza.
El esfuerzo de valerosos hombres que lucharon por defender el ideal de igualdad y fraternidad entre las naciones sudamericanas nunca debe ser olvidado; recordar a quienes en algún momento de la vida nos han ayudado y ser recíprocos es de suma importancia. La “guerra del guano y el salitre”, también fue para muchos valerosos argentinos su guerra.
* Periodista peruano fundador de Contracultura ABH.